Madame Bovary segĂșn Arturo Ripstein

Reseña de Las razones del corazĂłn, Ășltimo largometraje de Arturo Ripstein, presentado en los festivales de San SebastiĂĄn y Biarritz.
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Los rayos de luz se filtran a través de los resquicios que dejan las cortinas cerradas, alumbrando las motas de polvo de una habitación caótica, hasta llegar a la cama de Emilia y arrancarla de su sueño. El día y el filme comienzan a la vez. Ambos lo hacen en blanco y negro, o mejor dicho, en una amplia gama de grises, lo mås adecuado para acompañar la intimidad de una mujer de cuarenta y tantos, agobiada por la frialdad de su amante y la pusilanimidad de su marido.

“El blanco y negro es el sentido del cine”, afirmĂł Arturo Ripstein, durante su encuentro con el pĂșblico del Festival de Biarritz, para explicar su decisiĂłn de rodar asĂ­ su Ășltimo filme, Las razones del corazĂłn. Con ello no sĂłlo pone en evidencia sus conexiones con la tradiciĂłn fĂ­lmica mexicana de la Ă©poca de oro, sino que tambiĂ©n rescata las posibilidades expresivas que ofrece el blanco y negro, a la hora de representar las emociones humanas. “El corazĂłn tiene razones que la razĂłn no entiende”, decĂ­a Pascal y Ripstein en Las razones del corazĂłn parece decidido a adentrarse en ellas.

El cineasta se ha encargado de dejar en claro en el Festival de San SebastiĂĄn y, por estos dĂ­as, en el de Biarritz que Las razones del corazĂłn, es una adaptaciĂłn libre de Madame Bovary. Vale la pena recalcar el epĂ­teto libre, porque Paz Alicia GarcĂ­adiego, la guionista –y esposa- de Ripstein se propuso no releer el clĂĄsico de Flaubert, sino adaptarlo a partir de lo que recordaba. Es por ello que asistimos a un filme que parte de las sensaciones que suscita la novela original y no de una reelaboraciĂłn minuciosa del texto original. “Yo soy mis lecturas”, declara GarcĂ­adiego, con contundencia, para añadir que el trabajo de adaptar Madame Bovary fue una “dolorosa lucha a muerte con la materia prima. Porque uno elige algo que le gusta y luego tiene que destrozarlo, que faltarle el respeto, porque la gramĂĄtica del cine y de la literatura son diferentes”.

Emilia, la protagonista de esta Madame Bovary de Ripstein tiene mucho y muy poco de la Emma de Flaubert. Ambas estĂĄn dominadas por una pasiĂłn amorosa destructiva, excluyente, asfixiante. Sus problemas tienen que ver con el desamor, esa temĂĄtica sin fecha de caducidad. Pero la Francia decimonĂłnica de Emma ha dado paso, en el caso de Emilia, al encierro de un apartamento destartalado, en un edificio ruinoso, en el MĂ©xico actual.

Ni Emilia, ni la cĂĄmara salen del inmueble. Ripstein crea una atmĂłsfera opresiva, claustrofĂłbica, que parece la proyecciĂłn materializada de las angustias de la protagonista. La narraciĂłn estĂĄ estructurada a partir de una seguidilla de largos y virtuosos planos secuencias; separados, habitualmente, por un convencional fundido en negro. A pesar del movimiento elegante de la cĂĄmara –una de las mayores riquezas del filme- la opciĂłn del plano secuencia y la limitaciĂłn espacial en la que se circunscribe el relato, confieren a Las razones del corazĂłn ciertos aires teatrales.

Este efecto se ve reforzado por las interpretaciones de Arcelia RamĂ­rez, Plutarco Haza y del cubano Vladimir Cruz, que huyen de la contenciĂłn o del naturalismo –tan en boga este Ășltimo- para privilegiar el gesto amplio, desgarrado e histriĂłnico, con guiños al teatro tradicional. RamĂ­rez y Cruz coinciden en que Ripstein es un director que da pocas instrucciones, pero que van a lo esencial: la exacerbaciĂłn de las emociones, debe haber sido, con seguridad, una de ellas.

El realizador deja que los diĂĄlogos se conviertan en los grandes protagonistas del filme. El guiĂłn se hace sentir detrĂĄs de la puesta en escena, con parlamentos de acusado barroquismo y personajes siempre con la respuesta precisa en los labios; esa cualidad tan escasa y envidiada en la vida real. GarcĂ­adiego, por el contrario, saca a relucirla artillerĂ­a pesada en cada frase que sueltan los personajes (y que me perdone porque cito de memoria): “OjalĂĄ me hubieras enseñado a querer sin dolor”. “Nunca me perdones, no me lo merezco”. “Ódiame, tienes mi bendiciĂłn para ello”.

Sin embargo, paradĂłjicamente, la extremada elaboraciĂłn de los diĂĄlogos puede generar un efecto de distanciaciĂłn en el pĂșblico, rompiendo asĂ­ el imperio de la emociĂłn que pretende el filme. La verosimilitud de la historia o la suspensiĂłn de la incredulidad del espectador se ven afectadas por ellos. Se abre una fisura por las que se cuela una luz que puede despertarnos como hacĂ­a el sol con Emilia. Con todo, es de agradecer que alguien siga gustando de la palabra en las cinematografĂ­as latinoamericanas, cargadas Ășltimamente de personajes taciturnos y empecinados en silencios larguĂ­simos.     

Las condiciones de rodaje del filme –una pequeña producciĂłn, filmaciĂłn en digital, con steadycam, localizaciones limitadas y sĂłlo doce actores- demuestran que Ripstein,  pese a los premios y los años, puede arriesgarse e innovar en tĂ©rminos tĂ©cnicos como si estuviera realizando su Ăłpera prima. Lo anterior contrasta con su respeto casi reverencial por los cĂłdigos del melodrama mexicano clĂĄsico. En ello reside el mayor defecto del filme: podrĂ­a haber sido realizado hace veinte, treinta o cuarenta años, sin muchos cambios desde el punto de vista de la historia y su estructura.

Es aquĂ­ tambiĂ©n donde el filme traiciona la esencia de Madame Bovary, porque si la novela de Flaubert buscĂł la transgresiĂłn y revolucionĂł la tĂ©cnica literaria, la Bovary de Ripstein se queda en la tradiciĂłn. El problema no es el melodrama –un gĂ©nero que honra la historia del cine mexicano- el problema es que para hacerlo avanzar hay que respetarlo y traicionarlo, a la vez, aceptar sus reglas e inventar nuevas trampas, como hizo el maestro de Ripstein, Luis Buñuel, con aciertos tan grandes como Él (1951).

El filme conquistĂł a los crĂ­ticos españoles en el Festival de San SebastiĂĄn, que apostaban a que Ripstein ganarĂ­a su tercera concha, pero el jurado prefiriĂł Los pasos dobles de Isaki Lacuesta. Las razones del corazĂłn continĂșa ahora su periplo europeo –y vasco- en el Festival de Cine de Biarritz, donde Ripstein ya ganĂł el premio principal en 1996, con Profundo CarmesĂ­. El pĂșblico mexicano podrĂĄ conocer la pelĂ­cula en el prĂłximo Festival de Morelia, a mediados de octubre, con el que comienza su recorrido por los certĂĄmenes aztecas. Para que salga en salas, habrĂĄ que esperar que el corazĂłn de Emilia tenga razones que seduzcan a la razĂłn de los distribuidores.       

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