El homenaje que se ha rendido a Borges esta semana me ha llevado a recordar la remota tarde de marzo de 1979 en que Isabel Turrent y yo lo visitamos en Buenos Aires. Lo habรญamos conocido meses atrรกs, en uno de sus escasos viajes a Mรฉxico. Yo lo habรญa entrevistado sobre la vida de Spinoza, el imperturbable filรณsofo que lo apasionรณ siempre, al grado de haberle dedicado dos poemas. En esa ocasiรณn, Borges le dio a Octavio Paz un poema para Vuelta y entregรกrselo ya publicado fue el pretexto de nuestra visita. Para Borges fue un encuentro mรกs en la infinita sucesiรณn de sus encuentros. Para mรญ pertenece a la Historia de la eternidad.
Nos recibe en la pequeรฑa sala de su departamento y nos ofrece tรฉ. Viste impecablemente, con un traje gris claro y una camisa azul, del color de sus ojos. Quizรก para distinguir nuestras siluetas se sienta frente a nosotros de cara al luminoso ventanal que da a la calle de Maipรบ. Al recibir el ejemplar de Vuelta, pregunta "Dรญgame, ¿saliรณ con alguna errata?". "No, Borges, con ninguna". "Lรกstima, ya mi รบnica esperanza son las erratas". Y agrega "cuando Alfonso Reyes publicรณ un libro de poemas en el que abundaban, Enrique Dรญez-Canedo comentรณ que Reyes habรญa publicado 'un libro de erratas con algunos versos'… Las erratas duelen cuando se las descubre, son como mosquitos, como picaduras dolorosas, pero le importan sรณlo al autor. El lector sabe, con resignaciรณn, que leerรก de todos modos una insensatez".
Algo lo lleva a tocar uno de sus temas fundamentales: la valentรญa, la bravura. "Yo admiro mucho el valor", dice. Sus anรฉcdotas son esbozos de cuentos cuyo personaje central es un indio: un jefe charrรบa que por aรฑos combatiรณ junto con el general Rivera presencia el degรผello de sus hermanos indรญgenas en una comida dispuesta por el propio Rivera. Antes de ser รฉl mismo degollado, el charrรบa pronuncia sรณlo tres palabras: "Cristiano matando amigo". "El gerundio es perfecto", apunta Borges. Otro indio llamado Payรฉ robaba en las estancias de Buenos Aires. Es herido y sabe que va a morir. Cuando advierte la presencia de sus cazadores, pronuncia sus รบltimas palabras: "Mรกte, capitanejo, Payรฉ sabe morir".
En la mitologรญa borgiana del valor fรญsico, los cuchilleros, como se sabe, son personajes arquetรญpicos. รl mismo conociรณ varios cuchilleros jubilados de quienes pudo aprender cierta รฉtica de la muerte. "El buen cuchillero –explica– escondรญa su arma, jamรกs la pavoneaba: sรณlo el bultito podรญa delatarlo. En esto no habรญa disimulo: si se le sacaba era para matar". La presencia autรฉntica del peligro obligaba al cuchillero a ser cortรฉs: "he conocido maleantes corteses", dice Borges. De alguno de ellos escuchรณ esta frase: "Hay dos cosas que un hombre no debe permitirse: amenazar y dejarse amenazar". Sobre la distinciรณn de matar y morir con un cuchillo o con una pistola, de la paulatina suplantaciรณn del valor fรญsico por el cรกlculo, Borges nos habla tambiรฉn: "En las sociedades primitivas todos tenรญan que ser valientes. Luego surgen los astutos que tienen valientes que luchan por ellos".
Uno de esos astutos fue Perรณn, por quien sentรญa Borges un "odio contemporรกneo". "Perรณn era cobarde –dice– y el exilio no lo mejorรณ". "En una situaciรณn difรญcil, Perรณn sacรณ un revรณlver de su escritorio; 'Chรฉ –dijo alguno de sus subordinados–, pero ¿vos con una pistola?'. Perรณn se avergonzรณ y guardรณ el arma: sabรญa que no la podรญa usar". En otra ocasiรณn se querรญa cambiar el nombre de la ciudad de La Plata por el de "Evita Perรณn". Se hablรณ mucho hasta que un diputado propuso una salida perfecta: "¿Por quรฉ no ponerle, en vez de Eva Perรณn o La Plata, 'La Pluta'". Habรญa un cinismo tal –apunta Borges– que hasta a Perรณn le dio risa.
De la historia del paรญs no quiso hablar: "No la entiendo ni simulo entenderla. Ademรกs, me duele mucho". Le parecรญa ridรญcula la posible guerra de los generales contra Chile: "Ahora resulta que la Isla de los Pingรผinos se ha vuelto un artรญculo de primera necesidad… (que en ella) nos va el honor nacional… ¡Serรก el honor de los cartรณgrafos!". Su visiรณn del mundo era sombrรญa: "Quรฉ vamos a hacer con dos potencias lรญderes tan blandas como Rusia y Estados Unidos, sobre todo Estados Unidos, esclavos voluntarios del American way of life, conjunto de costumbres cotidianas detestables".
Hace unos meses, leyendo varias biografรญas de Borges (en particular la de Edwin Williamson), supe que el valor fรญsico no fue sรณlo un vasto tema literario sino una caracterรญstica suya, probada una y otra vez. Borges tuvo el valor de enfrentar el antisemitismo argentino, fue un enemigo abierto de Hitler y Stalin, padeciรณ con estoicismo y retratรณ con sombrรญa lucidez al peronismo. Y si la distancia fรญsica del mundo, impuesta por la ceguera, lo llevรณ a engaรฑarse por un tiempo con respecto a los genocidas argentinos, pronto tuvo el valor de rectificar y dio la bienvenida, en las pรกginas de Vuelta, a la democracia.
Lo leo y releo con infinito asombro. Celebro que sus ensayos juveniles hayan sido recobrados lo mismo que sus conversaciones con Bioy, que son a Borges lo que la obra de Boswell es al Doctor Johnson. Las frases que pronunciรณ en aquella velada me han acompaรฑado siempre. Una sobre todo: "La รบnica manera de hacer una revista es que unos jรณvenes amen o detesten algo con pasiรณn. Lo otro es una antologรญa".
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.