Que cada lector dibuje “la osa que se le canteā€

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Titanes del coco. FabiĆ”n Casas. 224 pĆ”ginas. EmecĆ© (Grupo Editorial Planeta)

 

En la novela Titanes del coco hay un preceptor que lidera una secta, hay una chica que se mata quemĆ”ndose la cara con un soplete y hay un viaje peligroso y mĆ­stico a un pueblo insĆ³lito de Brasil; hay un ladrĆ³n que filosofa sobre la esencia de los hombres mientras se trepa a los techos de las casas, hay un prĆ³logo de un libro de poemas de Javier Heraud y hay –tambiĆ©n– un viaje al espacio y un reality show. En la novela Titanes del coco hay un prosecretario poderoso que quiere revolucionar el periodismo quitĆ”ndole los periodistas, y que cuando recibe a alguien en su oficina lo intimida asĆ­: agarra una hoja de una resma que descansa en su escritorio, le arranca un pedacito, se lo mete en la boca y lo empieza a masticar.

En Titanes del coco muere el Papa argentino y lo sucede otro, argentino tambiĆ©n.

Y sin embargo, nada de eso es lo que importa; lo que importa –en Titanes del coco– es que FabiĆ”n Casas ha vuelto escribir sobre los encuentros, la experiencia, la amistad, “esos seres que conocemos de golpe y que un minuto antes son un misterio total y que irrumpen en nuestras vidas gracias a su carisma y que, al segundo, los sentimos hermanos del camino”. Mientras Jorge Luis Borges enseƱaba que no existĆ­a una literatura de la felicidad porque “la felicidad es un fin en sĆ­”, el autor de las nouvelles Ocio y Veteranos del pĆ”nico parece desafiarlo. El arte de FabiĆ”n Casas nace del amor, de los encuentros, de la felicidad y la amistad en sĆ­.

Adorador de LeĆ³n Tolstoi, quien “trabajaba con sus personajes como si fuera un Dios, Ć©l les daba vida  pero, mĆ”gicamente, Ć©stos parecĆ­an moverse sin el titiritero detrĆ”s”, como escribiĆ³ en uno de los ensayos de su penĆŗltimo libro  (La supremacĆ­a Tolstoi), el autor argentino tambiĆ©n logra algo asĆ­. A su nueva novela no hay que leerla por la boludez de la secta sino porque estĆ” buenĆ­simo conocer a La Garza, a La Giganta o al Buda del Rivotril. Hay que leerla porque es bellĆ­simo escuchar cĆ³mo AndrĆ©s conociĆ³ a Blanca Luz, porque ademĆ”s estĆ”n Tony Camarero y un parrillero que como bebe mientras trabaja se ha ganado el mote de Lord Gin. “Blanquita era el apodo que le habĆ­an puesto a la chica porque la habĆ­an encontrado en otra fiesta, en el baƱo, jalando cocaĆ­na”, escribe Casas, quien se infiltra en sus personajes para hacerse, y hacernos, las preguntas que lo acechan. ¿CuĆ”les son los momentos luminosos de la vida? ¿QuĆ© nos espera si vamos detrĆ”s del poder? ¿QuĆ© tan importante es derrotar al ego? ¿CuĆ”nto nos cambian los padres y los hermanos y los hijos y los amigos? ¿QuĆ© sabemos de los demĆ”s?

Titanes del coco fue pensada como lo que es: una serie de cuentos, ensayos y relatos que parece que los tiraron todos juntos y entonces alguien gritĆ³ “¡acĆ” hay una novela!”. Pero ahĆ­ no hay una novela, o no al menos una novela clĆ”sica, lineal. Salvapantallas, el nuevo libro del poeta costarricense Luis Chaves, tambiĆ©n es asĆ­: LatinoamĆ©rica ya no respeta ni los tiempos de una narraciĆ³n. Titanes es irregular, no tiene misterio ni tensiĆ³n y la cierra un capĆ­tulo tan inesperado como genial. En la primera devoluciĆ³n que la editorial le hizo pidiĆ³, justamente, normalidad: “Que un capĆ­tulo se hile con el siguiente, FabiĆ”n, por favor”. Pero FabiĆ”n se arriesgĆ³ a que los relatos fueran una constelaciĆ³n, que cada lector dibuje “la osa que se le cante”, que el lector tambiĆ©n pueda escribir. Casas es un militante de la experiencia: hay que vivir.

Haber vivido fue el primer combustible de su obra. Casas tenĆ­a 21 aƱos cuando a dos semanas de casarse dijo no, y mientras su cuƱado (su ex cuƱado) lo quiso matar, Ć©l hizo esto: se fue con sus amigos a dedo –a dedo– hasta CanadĆ”, viviĆ³ en paĆ­ses de toda AmĆ©rica y en el Amazonas. ProbĆ³ Ć”cido, ayahuasca, peyote y cocaĆ­na y terminĆ³, dos aƱos despuĆ©s, viviendo y durmiendo en las calles de La Paz. “PerdĆ­ el miedo social. El miedo a perder un trabajo, el miedo a mil cosas mĆ”s. AprendĆ­ que se puede vivir sin nada. Que lo importante es la gente. Eso es lo vital”, ha contado sobre sus dĆ­as selvĆ”ticos y sus dĆ­as de mendigo, que entonces terminaron asĆ­: una mujer lo invitĆ³ a su casa para que hiciera una llamada a la Argentina y un amigo de su viejo le mandĆ³ un pasaje de aviĆ³n. En su casa lo esperaban dos cosas: la histeria de su madre y una tremenda depresiĆ³n. En las noches de su primer aƱo en Buenos Aires se despertaba llorando, transpirando de frĆ­o, sintiĆ©ndose ahogado porque Ć©l se iba a morir, porque Ć©l y todos –su viejo, su vieja, sus amigos: todos– se iban a morir.

AsĆ­ que lo internaron, se recuperĆ³, consiguiĆ³ un laburo y conociĆ³ la poesĆ­a y, entonces, FabiĆ”n Casas escribiĆ³ para salvar a su viejo, a su vieja, a sus amigos y a su padrino. DecidiĆ³ hacer una obra alrededor de la compaƱƭa, la enseƱanza y el amor.

 
 
 
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Editor y cofundador de Revista Don Julio (www.revistadonjulio.com), trabajĆ³ una dĆ©cada en el diario deportivo OlĆ©, donde fue ā€“tambiĆ©nā€“ presentador de OlĆ©TeVĆ©.


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