Cantata del que no se fue

Un homenaje a Daniel Rabinovich, uno de los eternos y míticos integrantes de Les Luthiers, fallecido el pasado 21 de agosto. 
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(Escenario de un teatro. La iluminación es mínima, rozando la oscuridad. A la derecha del escenario, casi en el borde, hay un micrófono de pie. Todo es silencio. De repente, un haz de luz ilumina el micrófono. Acto seguido, caminando con lentitud, aparece el Locutor. Viste un smoking negro y tiene una carpeta roja en sus manos. Se para frente al micrófono. Hace un paneo mirando hacia abajo, a la primera fila de espectadores, y luego hacia atrás. Por primera vez se escucha al público, que contesta con unos murmullos de impaciencia. Es jodido imaginarse unos murmullos así, lo sabemos, pero no se me venga abajo, usted lo puede lograr. El Locutor abre la carpeta, se acomoda el moño; siempre mirando el guión, empieza a leer)

Locutor: Daniel Abraham Rabinovich Aratuz…

(se frena, asombrado; mira a la primera fila de espectadores)

¡Faaa!

(vuelve a mirar la carpeta)

Daniel Abraham Rabinovich Aratuz es uno de los eternos y míticos integrantes del prestigioso grupo humorístico musical Les Luthiers. Su historia, que aquí contaremos, comienza con el curioso origen de su apellido artístico, que es, en este caso, el mismo que el apellido real. Su bisabuelo paterno no se llamaba Rabinovich, no, no: el apellido de su bisabuelo paterno era Halevy. 

(frena la lectura, mira al público; con el puño derecho simula acelerar una moto)

Halévy Dévison…

(se ríe)

Su bisabuelo paterno, decíamos, había nacido y se había criado en Besarabia, territorio que en 1918 se desintegró del Imperio Ruso y formó parte de Rumania. Luego de haber eludido el servicio militar, el bisabuelo paterno de nuestro talentoso artista se escapó de su país (hoy Moldavia) y se estableció en uno que tampoco existe: la Argentina.

Para hacerlo, compró la documentación de una persona que había fallecido. He aquí (levanta un dedo) la aparición del apellido Rabinovich. Con un apellido robado, descendiente de un país que ya no existe, el ilustre nieto no ha dejado nunca de homenajear a sus raíces: su calidad artística también ha vivido del plagio y, a diferencia de Besarabia, no existió jamás.

Pero fue su padre quien le legó el apellido robado; su padre, que se ganó la vida como abogado penalista…

(flexiona apenas las rodillas, se bambolea hacia ambos lados estirando los brazos)

¿Se entendió, no?

(se sonríe)

Pe, na, lis, ta. De pena; dolor. En las rodillas.

(vuelve a las flexionarlas, esta vez con rapidez)

En fin…

(se incorpora, se acomoda, se alisa el smoking)

Su padre, abogado penalista, tenía en su currícula a clientes como Tita Merello y Hugo del Carril; según los biógrafos, fue lo más cerca que Rabinovich estuvo del arte. Desde los siete hasta los trece años, nuestro talentoso amigo estudió violín… y repitió. Un año después, a los catorce, estudió guitarra. Entonces sí, ya no paró. De repetir.

Finalizada la Secundaria (mas nunca su vocación inmortal), Daniel Abraham Rabinovich Aratuz…

(mira a la primera fila de espectadores)

¡Faaa!

(vuelve a mirar la carpeta)

Daniel Abraham Rabinovich Aratuz decidió estudiar Derecho. Con la historia sabida, entendemos ahora el talento que Rabinovich tuvo para prever. Para prever que si cantaba como cantaba de alguna manera se tendría que defender.

Pero es en su apodo donde encontramos su indispensable aporte al grupo. A Rabinovich le decían Neneco.

(aleja la carpeta, mira al público)

Ne, ne, co (levanta las cejas). Nene… Corporeitet. Una estricta visión empresarial con la que (levanta las cejas) Nene Corporeitet propuso, por ejemplo, que el grupo podía fundar algunas franquicias. Estamos hablando de un momento en el que el éxito era imparable: cuando los integrantes, de más de sesenta años, ya no se podían parar. Así que lo intentaron. “Pero no logramos encontrar más que dos reemplazantes buenos”, se desalentó Rabinovich, tras haber abortado la operación: uno de los dos reemplazantes buenos era el suyo.

En 2006, cuando el grupo cumplió 39 años de vida, Rabinovich sufrió un infarto y padeció una operación de caderas. Según los especialistas, padecía que le dolía mucho y entonces lo opedadon.

(se frena, mira al público; se ríe)

(se sigue riendo)

(el público ni bola, pero él se tentó)

(ah no, se tentó mal)

(se agarra la panza, intenta controlarse)

(se tranquiliza)

(se tranquilizó)

(vuelve a mirar la carpeta, carraspea)

Disculpen. Decíamos: al excelentísimo músico lo reemplazó, entonces, Horacio Fontova. Recuerda Rabinovich: “Con autorización del cardiólogo fui a ver a los muchachos y me encantó el espectáculo; me sentí feliz de ganarme la vida mientras me rehabilitaba. Mi institución sostenía el espectáculo, la rehabilitación… y mi sueldo”.

En las innumerables entrevistas que le realizaron destacó, humilde, que él nunca escribió para los shows. Era la misma humildad que utilizaba para no componer, no hacer arreglos, en definitiva…

(mira al público)

… no hacer nada. Al ser cinco los talentos… al ser cuatro talentos y él, la toma de decisiones siempre ha sido ardua. “Se hace lo que decide la mayoría”, ha develado Rabinovich la democracia del grupo: “Aunque intentamos que el voto sea unánime. Siempre es mucho mejor cantar 5 a 0 que 3 a 2”.

A propósito de eso…

(mira al público, carraspea)

A propósito, el diario Clarín le preguntó si había alguien imprescindible en el grupo, o (levanta un dedo) “si una determinada deserción podría precipitar el final”. Consciente de que contestarle al edificio de cinco manzanas que es Clarín requería un esfuerzo inusual, Rabinovich se puso en puntas de pie y procedió a gritar: “Les Luthiers es más que…”. Disculpen. Rabinovich se puso en puntas de pie y procedió a gritar: “¡Les Luthiers es más que nosotros cinco! ¡Si alguno no está, la función se hace igual!”. Inmediatamente se arrodilló, y pidió un vaso de agua.

A continuación escucharemos un aplauso tan eterno como su legado, el cual nos vino a decir (no sin antes saludarnos y pedirnos permiso) que la cruzada del humor no es contra la seriedad, sino contra la pomposidad. Que el humor sirve para tener una lectura de la realidad menos angustiante, para entender procesos inexplicables, incluso la muerte, con una mirada más tierna.

(mira la carpeta)

A continuación, entonces, el aplauso que inmortalizará a… Daniel Abraham Rabinovich Aratuz…

(se frena, mira a la primera fila de espectadores)

¡Faaa!

(la gente se para, revienta el teatro de aplausos)

(y aplaude)

(y sigue aplaudiendo)

(y no para de aplaudir)

 

 

 

 

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Editor y cofundador de Revista Don Julio (www.revistadonjulio.com), trabajó una década en el diario deportivo Olé, donde fue –también– presentador de OléTeVé.


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