En los veranos de la adolescencia conviven el descubrimiento y el miedo. Rompen la rutina, a veces alejan la pesada presencia de los padres y tienen sus propios ritos, asombros y pérdidas. Por supuesto está el descubrimiento del sexo, pero también de unas formas de amistad que ya no son las de la infancia. Están las verbenas, el ansia por volver o por no volver jamás a la casa habitual, el deporte y el agua y las toallas. El mundo rural o el apartamento. El lirismo y la insolación. Las quince historias reunidas en este número –que son una continuación de las que publicamos en agosto de 2011 en Veranos de infancia– son excitantes pero también irónicas: no solo una evocación nostálgica de los veraneos adolescentes sino un acercamiento a las dudas sobre la vida, la muerte y todo lo demás que nacen entonces y no nos abandonan nunca. ~