Aunque las valoraciones literarias de Vladimir Nabokov no sean siempre fiables โbasta evocar, como hizo recientemente Francisco Mรกrquez Villanueva, su miope y distraรญda lectura universitaria del Quijoteโ, la de alzar a Petersburgo de Andrรฉi Biely (1880-1934) al podio de las tres mejores novelas del siglo XX, junto a las de Proust y Joyce, no se aleja mucho de la verdad. Petersburgo celebrarรก dentro de poco el centenario de su publicaciรณn por entregas, antes de las ediciones definitivas de 1916 en la moribunda Rusia zarista, 1922 en Berlรญn y 1928 en la desaparecida Uniรณn Soviรฉtica.
ยฟPetersburgo?, se preguntarรก el lector en el aรฑo que corre. La obra no figurรณ nunca en las listas de las mejores novelas del momento, es decir, de las mejores para el bolsillo del editor, ni en las de las favorecidas por los pensadores de la crรญtica que distribuyen su pienso al lector del rebaรฑo, ni probablemente figurarรก jamรกs. Su lectura no puede recomendarse al cliente delfast food novelero: es una estimulante carrera de obstรกculos para quien en cambio acepta el reto del autor y alcanza la meta tras rehacer a menudo el camino a fin de seguir el hilo narrativo y atar los cabos deliberadamente sueltos.
Mi inmersiรณn en ella, despuรฉs de mi primera asomada a sus pรกginas hace treinta aรฑos, me procurรณ alguno de los momentos mรกs gozosos e intensos de mi verano de relector. La acciรณn transcurre en un solo dรญa durante el alzamiento revolucionario de 1905, preludio del que triunfarรญa en 1917. Como en Ulises, Berlรญn Alexanderplatz de Dรถblin o Manhattan Transfer de Dos Passos, el verdadero protagonista es la ciudad. El flujo de conciencia del autor y de sus personajes invita a la manera de Joyce, Gadda o Guimarรฃes Rosa a una audiciรณn literaria y musical. La sintaxis narrativa de Biely, con sus ritmos, inflexiones y tonalidades, es a la vez prosa y poesรญa. La crรญtica rusa y no rusa ha insistido en presentarla como un fruto del simbolismo modernista (Biely fue seรฑalado por Trotski y otros lรญderes del PCUS en los aรฑos veinte como ejemplo del โsimbolismo reaccionarioโ y del โdecadentismoโ), y no le falta del todo razรณn. Pero tal etiqueta no abarca ni mucho menos la extraordinaria complejidad de una obra en la que convergen armoniosamente poesรญa, mรบsica, pintura y el reciรฉn creado sรฉptimo arte. Biely fue, como nos recuerdan los manuales de literatura rusa, un lector de Nietzsche y Rudolf Steiner, y un admirador de Serguรฉi Soloviov y del gran poeta Alexรกnder Blok, cuyo misticismo existencial y mesianismo apocalรญptico aparecen parodiados en el personaje de Dudkin, el amigo y demiurgo de Nikolรกi Ableรบjov, el hรฉroe poco heroico de Petersburgo. Mas su gramรกtica desarticulada y el montaje cinematogrรกfico de sus episodios (el autor es una cรกmara ubicua que cambia de enfoque y corta bruscamente la secuencia) sintetizan una propuesta literaria y artรญstica que se anticipa a las de las novelas ya citadas y al cuerpo teรณrico de los formalistas rusos (Shklovski, Tinianov, Propp, Jakobson, Eichenbaum), con quienes Biely convivirรญa mรกs tarde y que serรญan marginados tambiรฉn por el realismo socialista oficial. Una lectura minuciosa, casi microscรณpica, del texto nos descubre, como dije, una complejรญsima estructura narrativa en la que la mejor tradiciรณn poรฉtica (Lรฉrmontov, Pushkin, Nekrรกsov) y novelรญstica (Gรณgol y Chรฉjov) se articula con los experimentos fรณnicos, literarios y pictรณricos mรกs audaces de la รฉpoca.
Dicho engarce vertebra el corpus de Petersburgo. Pienso ante todo en Gรณgol โcuyo retrato satรญrico de la maquinaria estatal zarista y de las almas muertas de sus resignados sรบbditos reaparece con rasgos grotescos en personajes como el senador Apolรณn Ableรบjov, personajes que tropiezan a cada paso, caen, rasgan los faldones de sus levitas y vistos de lejos parecen cojos, rabudos y jorobadosโ, pero asimismo en Pushkin: muy significativamente sus versos encabezan los ocho capรญtulos de la novela.
A la manera de los formalistas โen los que me embebรญ en los aรฑos sesenta del pasado siglo y sobre quienes impartรญ uno de mis cursillos universitarios estadounidenses, para gran irritaciรณn de un conocido hispanista que ignoraba su existencia y corriรณ a la biblioteca despuรฉs de mi conferencia a averiguar si existรญan de veras o me los habรญa inventado yoโ, Biely concebรญa el arte como una sucesiรณn encadenada de formas en la que la expresiรณn nueva no aparecรญa en funciรณn de un tema nuevo, sino para sustituir a otra reiterada y caduca. La poesรญa, el cine y la pintura habรญan irrumpido en su visiรณn totalizadora de una creaciรณn literaria y artรญstica de la que Petersburgo encarna el mejor ejemplo.
La descripciรณn acelerada de los hechos es la de una cรกmara rรกpida:
Una criatura de falda violeta, despuรฉs de observar a un capuz negro que agitaba su faldรณn de raso, se asomรณ a la hendidura de la capucha (desde allรญ le miraba un antifaz), puso la mano sobre la giba de un payaso listado, que levantรณ una pierna (la azul), y quebrรณ la otra (la roja); no se asustรณ la criatura: recogiรณ los bajos de su falda, y dejรณ asomar un zapatito plateado.
Que mezcla el cine con una vertiginosa sucesiรณn de objetos dispersos propia del cubismo:
En silencio observaron muchos pies; la masa fluรญa; reptaba y rumoreaba con los piececillos en marcha; los segmentos constituรญan la masa; y cada segmento era un cuerpo.
En la Nevski no habรญa hombres; solo un miriรกpodo reptante y vociferante; el espacio hรบmedo desparramaba una polifonรญa de voces y una polifonรญa de palabras.
Biely descoyunta los cuerpos de los personajes, estos se fragmentan y cada fragmento asume una vida propia. El todo es la parte y la parte el todo. Del mismo modo que, a causa de un fallo del repetidor de televisiรณn, la imagen de la pantalla se fracciona, hace trizas y superpone figuras geomรฉtricas que el telespectador recompone con dificultad, la prosa de Biely crea y deshace ante nuestros ojos una realidad irreal, que es la del territorio nuevo, por รฉl descubierto en su inspirada cartografรญa.
Si se ha escrito mucho sobre la influencia en Petersburgo de un cine en plena creatividad, se habla menos de las afinidades del cubismo de Juan Gris y el de Picasso de los aรฑos 1907-1916 con el arte del gran escritor ruso. La tรฉcnica de collage del primero, que desdibuja los lรญmites entre lo real e irreal (pienso en su Mujer sentada), o de algunos Picassos (entre Tres mujeres y Naturaleza muerta con silla de rejilla) revela no obstante una manifiesta sintonรญa con la poรฉtica de Biely:
bajo el viento del Neva solo vio pasar un bombรญn, un bastรณn, un abrigo, unas orejas, una nariz y un bigote.
Acudieron a รฉl viejecitos: patillas, barbas, calvas, mentones y pechos, condecorados, los encargados de hacer girar nuestra rueda estatal.
Algunas veces cerraba los ojos y, al abrirlos, las manchas borrosas y las estrellas, […] componรญan imรกgenes concretas: una cruz, un poliedro, un cisne, unas pirรกmides invadidas de luz. Y todo saltaba por los aires.
Por la calle marchรณ a su encuentro un multitudinario enjambre de bombines; vinieron a su encuentro las chisteras; espumeรณ: una pluma de avestruz. Por todas partes aparecรญan narices. Narices de รกguila y de gallo; de pato y de gallina; y mรกs allรก, mรกs allรก…, verdes, verduscas y rojas.
Las digresiones, elementos deรญcticos e interpolaciones del autor recalcan su รญndole de creaciรณn verbal frente a las pretensiones del realismo de reproducir lo โverdaderamente acaecidoโ, y entroncan con la tradiciรณn, reivindicada igualmente por los formalistas, de Tristram Shandy de Sterne y deJacques el fatalista de Diderot. El senador Ableรบjov se transforma en โmi senadorโ (el ya descrito por el autor); el desconocido del hatillo en โmi desconocidoโ y โnuestro desconocidoโ (el del autor y el del lector); โhemos vistoโ (autor y lector); โsabemos quienโ; โdesde aquรญโ, โdesde este sillรณnโ, etcรฉtera.
Aquรญ, al comienzo, interrumpo el hilo de mi relato, para presentar al lector el escenario del drama.
ยกSea, pues, nuestro desconocido un desconocido real! ยกY sean las dos sombras de mi desconocido sombras reales! ยกEsas sombras oscuras seguirรกn los pasos del desconocido igual que el desconocido sigue de cerca al senador; tambiรฉn el viejo senador te perseguirรก a ti, lector, en su coche negro: y desde ahora no le olvidarรก jamรกs!
ยฟY el argumento?, se preguntarรก el lector de estas lรญneas. ยฟExiste una trama? Desde luego que existe y corresponde al lector (el de la novela) la incentiva labor de desovillarla.
Veamos a sus protagonistas: el senador y jefe de Negociado con aspiraciones a ministro, Apolรณn Ableรบjov; su hijo Nikolรกi, el del dominรณ rojo, que aparece y desaparece a lo largo de la jornada con disfraz y sin รฉl; Sofรญa Petrovna, apodada โel รกngel Periโ y tambiรฉn Lisa, como la heroรญna de Pushkin, casada con el ridรญculo teniente Lijutin y enamorada romรกnticamente de Nikolรกi; Alexรกnder Dudkin, el militante revolucionario del misterioso hatillo, obnubilado por su mรญstica apocalรญptica, amigo de Nikolรกi y su รขme damnรฉe. A ellos habrรก que agregar los de Anna Petrovna, la esposa del senador a quien abandonรณ aรฑos atrรกs para huir a Espaรฑa con un tenor italiano y que regresa a su domicilio el dรญa en el que transcurre la acciรณn del libro; y Lippรกnchenko, el personaje en cursiva que juega a policรญa para amedrentar a Nikolรกi y es en realidad el jefe de la cรฉlula del Partido que manipula al mesiรกnico Dudkin y al hijo del senador para que elimine a su propio padre…
Sus enrevesados vรญnculos tienen un doble hilo conductor: el del hatillo ocultador de una lata que a su vez cobije una bomba de relojerรญa (ยกuna verdadera matrioshka!) que Dudkin, por encargo de Lippรกnchenko, entrega a Nikolรกi, este la lleva aterrorizado a su dormitorio y el senador, intrigado por su contenido, la deposita en el suyo aprovechando la ausencia de su hijo; y el de la carta, escrita por Lippรกnchenko y confiada tambiรฉn por este a Dudkin, el cual se olvida de entregarla a Nikolรกi y la transmite a una militante revolucionaria amiga de รฉl y de Sofรญa Petrovna, quien…
El lector deberรก desenredar la maraรฑa del relato y reanudar el hilo cortado a lo largo de un dรญa rico en acontecimientos: el inefable baile de disfraces de la gente bien que reรบne a todos los protagonistas y al que se asoma el dominรณ rojo de Nikolรกi, sรญmbolo de la Revoluciรณn que hierve como una marmita y estรก a punto de estallar; las vacilaciones y escapadas del joven, en el brete de cumplir su promesa de servir a la causa revolucionaria con un atentado contra alguien cuya identidad ignora y que resulta ser su odiado padre; el desengaรฑo de Anna Petrovna al comprobar que el hรฉroe trรกgico de la obra de Pushkin no es sino un pobre bufรณn atrapado en su propia trampa, etcรฉtera…
La acciรณn, como dije, sucede en 1905, en vรญsperas de la huelga que paraliza las fรกbricas de la ciudad y llena sus calles de una muchedumbre de manifestantes en cรณlera venidos de los suburbios. La frivolidad y ceguera de las clases dirigentes y burguesas que con suaprรจs nous, le dรฉluge celebran sus fiestas contrasta con la agitaciรณn que se extiende por todo el imperio zarista y preludia el cumplimiento de las profecรญas apocalรญpticas del exaltado Dudkin:
Todos temรญan algo y esperaban algo; salรญan a la calle, se congregaban en muchedumbre; y volvรญan a disolverse […] Petersburgo estรก circundado por un anillo de fรกbricas de infinitas chimeneas.
Para Dudkin, como para los nihilistas de las obras de Dostoievski, habรญa que destruir la civilizaciรณn opresiva, incendiar las universidades, bibliotecas y museos, volver a la barbarie, el punto cero del que surgirรญa el hombre nuevo:
Habrรก una gran convulsiรณn; se abrirรก la tierra; el gran terremoto derrumbarรก las montaรฑas […] Petersburgo se hundirรก.
En estos dรญas todos los pueblos del planeta abandonarรกn sus tierras; habrรก una gran batalla, una batalla como no hubo otra en el mundo: hordas amarillas de asiรกticos, arrancadas de sus parajes habituales, baรฑarรกn los campos europeos con ocรฉanos de sangre.
El lector, no el que se abastece en las pilas debest sellers de los grandes almacenes ni el que hace cola en las ferias del libro en pos de la firma de sus รญdolos, deberรก ganarse a pulso esta obra cuyo genio, como un โratoncillo รกgilโ, se le puede escapar de las manos y ocultarse en su madriguera si baja la guardia. Por todo ello habรญa que reeditarla โsu traducciรณn de hace treinta aรฑos deja bastante que desearโ y distribuirla a cuentagotas como una joya de inapreciable valor (ยกartรญstico, no bursรกtil!). Ojalรก los dioses me escuchen y me den la razรณn. ~
(Barcelona, 1931) es escritor, uno de los miembros mรกs relevantes de la llamada Generaciรณn del 50 espaรฑola. La editorial Galaxia Gutenberg publicรณ sus Obras completas.