El bueno de Calpurnio

El dibujante Calpurnio Pisón falleció el 15 de diciembre. Con El bueno de Cuttlas cristalizó su estilo esencial, de línea limpia.
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La primera historia de Cuttlas apareció en El Japo, “el genuino, expectorante, mucolítico”, según recordaba Mariano García en Heraldo de Aragón, fanzine creado por Calpurnio en 1983 en Zaragoza. Luego pasó por Makoki, El Víbora o El pequeño país, yo me entregué a él en El país de las Tentaciones –de ahí saltó a 20 minutos–. Calpurnio, Eduardo Pelegrín Martínez de Pisón (Zaragoza, 1959), ha fallecido este 15 de diciembre en Valencia. 

El dibujo es línea, y la facilidad con que Calpurnio trazaba a su personaje, un vaquero existencialista que podría haberse curtido en Los Monegros más que en el Far West, hipnotizaba: ¿cómo se llega a tanto con tan poco? Esa era, supongo, una de sus magias. Dice el dibujante Julio César Pérez: “Dejando aparte su poderoso estilo gráfico, tan reconocible, me quedo con su falta de solemnidad, su humor limpio y la ternura de sus historias (también de su dibujo). Calpurnio, con Sempé y nueve más, formaría parte de mi once ideal de artistas luminosos.”

Cuando la editorial Xordica publicó Diez pequeños indios, libro de cuentos del escritor nativo americano Sherman Alexie, le encargó la portada a Calpurnio: indios con flechas con aviones sobrevolando su cabeza, con edificios cerrando una especie de espiral. Líneas claras, pura sencillez, pura estilización, puro Calpurnio. 

Entre sus últimos trabajos destacan la ilustración de La Odisea y La Ilíada para la colección Clásicos liberados de Blackie Books. Sus muñecos se cuelan desde las esquinas de la página, lo mismo dibuja una batalla campal con espadas y escudos redondos o como sea menester, que a Helena con la melena al viento; tan con lo mínimo y tan sexy. 

La escritora y locutora Lara López me cuenta: “Tengo nueve dibujos de Calpur. En realidad eran once, pero perdí dos en una mudanza. Cuando le pedía a través de la página alguno, siempre me quería mandar uno de regalo (antes de que envíe Ana el paquete, añadía). Creo que pensaba que estaba loca. Decía: ¡qué loca que estás, Lara! También le parecía bonito mi particular museo Cuttlas, ese dibujo esencial ha sido mi héroe desde hace tantos años que ya no recuerdo cuándo empezó lo de querer tenerle siempre cerca. Protegía a sus amigos, sabía dónde estaba el mal y que no era nunca donde imaginábamos. Cuttlas era de fiar y quería a Mabel, a la que yo también quiero por dibujo interpuesto. Cuando me sumergí en la filosofía, Calpurnio me llevó de viaje con Ulises. Y creo que ha llegado a Ítaca, así que pongo rumbo hacia allá”. 

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