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Escriba
Abierta la ventana por el aire, coma, aire tuyo nacido de tu acento, coma, ventana donde al aparecer supongo que deslumbras. Punto y aparte.
¿Te asomarás después desocupándote de la única imagen donde te contemplo? Seguido. ¿Lanzarás tu llavero de blandura hacia la lejana ventisca del vacío? (No olvide los signos de interrogación.) Aparte.
Me pregunto cómo serán las puertas que atraviesas, coma, las fabricadas por Dios o por el Hacedor de Puertas Invisibles. (Las palabras Dios, coma, Hacedor e Invisibles escríbalas con inicial mayúscula.) Aparte.
El caos me desespera como a ti y cuelgo mis arrugas del perchero, coma, cediéndole a la mecedora el vaivén de mis huesos. Punto y aparte.
Una campana. Aparte.
Su badajo es del tamaño de un pie. Punto y seguido. Golpea en doce ocasiones mi cabeza. Punto final. ~
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Escriba
Estoy aquí para no quitarte los ojos de encima, coma, para dibujarte cuando las campanadas arrancan de su letargo a los caballos y éstos se vuelven locos y corren hasta salir de la aldea en busca de algún peregrino sepultado en la nieve. Punto y aparte.
Tú estás en los dobleces de tu claustro paterno, coma, sin más brújula que la desesperación que lleva a no escribir, coma, a no reproducirnos, coma, a no viajar porque los viajes envilecen el espíritu. Punto y aparte.
Créemelo: dos puntos: la ceguera es algo similar a vivir dentro de una cicatriz con muchas ventanas pero sin ninguna puerta. ~
Estos poemas pertenecen al libro inédito Los vigilantes de Miss Dickinson.