La nuestra es una época compleja para los medios audiovisuales a nivel global. La encarnizada lucha por el gusto del público que han entablado las plataformas audiovisuales ha multiplicado la cantidad de películas y series que se lanzan cada año globalmente: en 2022, según Nielsen, las audiencias estadounidenses vieron más de quince años de contenido audiovisual, y la oferta de shows individuales totales ascendió a tres cuartos de millón. Pareciera que cada año alcanzamos un récord histórico en la cantidad de productos audiovisuales estrenados.
A la vez, muchos de estos productos han terminado encasillándose en moldes probados cuya repetición termina por comprobar que no hay fórmula para el éxito que sea infalible ni eterna, demostrando que si la palabra “formulaico” tiene connotaciones negativas es por una buena razón. Así, tal y como cuando en un viaje en una carretera demasiado larga los paisajes parecen estar a punto de volverse repetitivos, las audiencias tienen necesidad de ver algo nuevo a través de la ventana vital de la pantalla de cine. En un país como México, con tantas historias por contarse, la necesidad de conocer realidades distintas se vuelve imperativa.
En mayo de 2022, Toast for a Cause, una iniciativa global de Moët & Chandon en la que cada país elige una causa que apoyar con la colaboración de la marca y embajadores reconocidos, hizo un anuncio destinado a cambiar las historias que vemos en la pantalla. En el caso de México, la causa elegida fue el cine, la creación de nuevas historias y el impulso a los nuevos talentos. Para lograrlo, Moët & Chandon colaboró con la Universidad de Guadalajara, el Festival Internacional de Cine de Guadalajara y el guionista y director Manolo Caro, con una sólida trayectoria en cine y televisión que incluye películas como La vida inmoral de la pareja ideal y la serie La casa de las flores. A la hora de diseñar la iniciativa en México, Caro sugirió la creación de una incubadora de guiones.
La convocatoria resultante fue un éxito: duró tres meses y recibió más de doscientos guiones. Estos trabajos fueron leídos y seleccionados por un jurado de lo más notable, conformado por Caro; el escritor Nicolás Alvarado, cinéfilo inquieto y agudo crítico cultural, y Martha Sosa, histórica productora mexicana con una trayectoria que incluye Amores perros, Presunto culpable y Cindy la regia. Los guiones seleccionados fueron Inés de David Liles, Júbilo de Lina Lasso y La maquillista de Omar Gómez y Sophia Barba Heredia. Tras ser elegidos, los ganadores y sus trabajos pasaron por un taller de guion de tres meses con Caro y el actor y guionista Gabriel Nuncio. Una vez terminado ese proceso, siguió una preparación a manos de un equipo especializado en diseñar carpetas de producción, indispensables para las sesiones de pitchings con productores y servicios de streaming, realizada inmediatamente después de que se anunció la selección.
Desde aquel anuncio ha pasado ya más de un año. En estos momentos, los tres proyectos ganadores de la primera edición se encuentran en producción, con uno de ellos en trato con la productora Machete Cine, responsable de producir películas como Huesera de Michelle Garza Cervera y de distribuir otras como Swallow, de Carlo Mirabella-Davis. Con esos resultados, la palabra incubadora se antoja idónea para esta iniciativa, que crea un lugar seguro y sin presiones donde las promesas tienen tiempo y reciben cuidados para terminar de materializarse.
“Los tiempos han cambiado para que se cuenten otras historias desde otro punto de vista, no las mismas. Mi compromiso con las historias es también con que tengan un toque de actualidad”, me dice el director mexicano Manolo Caro en uno de los salones del Sofitel de Reforma, tras un desayuno en el que un grupo de periodistas, reporteros e invitados escuchamos el lanzamiento de la nueva etapa de Toast for a Cause, la iniciativa de Moët & Chandon que celebra a guionistas, cineastas, histriones y a toda una industria creativa en México. Este año, a la presencia de Manolo Caro se le suma la de Karla Souza, actriz que en años recientes ha sido uno de los rostros más visibles de la lucha por la equidad en las pantallas mexicanas. Este activismo no se limita a la mera enunciación: su película más reciente, La caída, en la que fungió como protagonista y productora, es un logrado drama sobre el abuso sexual en el mundo deportivo. “Aprovecharé para fomentar igualdad de oportunidad e inculcar y motivar las vocaciones cinematográficas de las mujeres en el cine”, dijo Souza respecto a su participación en esta plataforma. Caro coincide con este objetivo: “Ahora yo creo que al estar Karla esperemos encontrar más películas de mujeres, más guiones que tengan una voz femenina”, comenta.
Ambas cosas se intuyen esenciales para lograr una renovación de las pantallas nacionales. Es imposible pensar en la realidad mexicana sin reparar en sus lacerantes desigualdades. “Yo creo que el compromiso de México para contar historias tiene que ver con ser honesto con la sociedad que vive y que levanta este país y que lo saca adelante. En cada esquina que ando, en cada mesa que me siento digo ‘aquí hay una historia que contar’”, asegura Caro, y continúa: “En México hay historias que contar. Historias que podrían meter a muchísima cantidad de gente al cine o podrían hacer prender ese televisor porque vivimos en un país polarizado, violentado, sí, pero amoroso, generoso, alegre. Yo creo que esa es la palabra. México es un país tan alegre que tiene un sinfín de historias por contar.”
Tiene sentido: la mecha de la ficción solo se enciende al contacto con la realidad. Precisamente, la ficción más valiosa es aquella que busca incidir en la realidad, que se involucra directamente con ella y la apostilla. “Lo hablábamos Karla y yo”, me comenta Manolo, “realmente la lectura de un guion es un acto profundamente personal porque te estás sentando a leer la cabeza de otra persona o algo que te quiere decir otra persona. Me pasa cuando escribo siempre: por más que haga comedia, hay algo que quiero comentar”. Eso es precisamente lo que buscan en esta nueva edición del laboratorio: “Realmente no buscamos algo en específico; tiene que ver más con la sensación de la entraña, de que te toque, de que la historia te enloquezca o que quieras indagar más de ella.” Con estas declaraciones, pareciera que el valor de la ficción en este mundo es irrebatible.
En los últimos meses, sin embargo, la ficción parece haberse convertido en una moneda de cambio con un valor aparentemente a la baja. El volumen de los murmullos que vaticinan el triunfo de las inteligencias artificiales se ha vuelto casi ensordecedor; las voces más entusiastas avizoran un desplazamiento total de la imaginación humana. Las máquinas, nos dicen, tomarán nuestro lugar al frente de las industrias creativas; series, películas y demás ficciones audiovisuales serán generadas a granel por sofisticados motores generativos. En ese panorama, la iniciativa de Toast for a Cause deviene casi en una reivindicación de la creatividad humana y la palabra escrita. Caro lo tiene bien presente; la escritura es la materia prima de la que se parte para hacer cualquier película de ficción. “La escritura es el arranque de todo. Sin historia no hay nada que podamos filmar, no hay ningún plan que se pueda hacer, no hay ningún financiamiento que se pueda levantar”, me dice mientras continúa platicándome acerca de sus objetivos con esta segunda edición de Toast for a Cause.
“Estoy muy emocionado porque pensé que yo venía un año y que me iba y ahora me quedo un año más. Me encanta que el proyecto de Moët & Chandon sea a largo plazo”, concluye Manolo Caro antes de despedirse de mí y dirigirse a realizar una docena de entrevistas más. La creación de una incubadora de guiones –un taller para historias, básicamente– habla en favor de una visión del cine que apuesta por la calidad, el trabajo y la innovación, tres elementos que podrían parecer a contracorriente de ciertas tendencias actuales. Pero también se antoja como el camino adecuado: un proyecto de largo aliento, creado con criterio, seleccionado con conocimiento de causa y no solo por la presión a contrarreloj del mercado. Y esa disrupción, esa valiosa toma de postura, amerita un entusiasta brindis. ~
Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.