Probador de chips cerebrales

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–He de ser abducido por el protagonista de la novela de Bioy Casares La invención de Morel,y también me tengo que encarnar o ser ocupado por otros personajes que me irá asignando el algoritmo.

–¿Y eso?

–Trabajo como probador de chips cerebrales.

–Pensaba que lo había dejado.

–Sí, lo dejé pero… en fin.

–Ahora está de moda.

–Ha cogido vuelo porque Elon Musk y su empresa Neuralink anuncian que han insertado su artilugio en un cerebro humano… pero ya se viene haciendo en otras empresas.

–Pensaba que lo había dejado.

–Lo quería dejar… Oiga… ¿es usted una máquina?

–Sí, claro, ¿le supone algún problema?

–No, qué va… Pero creía que lo avisaban antes de empezar la reunión.

–Ah, disculpe, desde hace unos meses es al revés: avisamos si quien habla es una persona.

–Lógico.

–Pero ¿por qué me ha preguntado si soy una máquina?

–No, como ha repetido la misma pregunta dos veces seguidas…

–Ya. ¿Así que quiso dejar el oficio y no ha podido?

–Se ve que hay mucha demanda de probadores de chips con experiencia y…

–Le pagarán muy bien.

–Demasiado.

–¿Y no es peligroso?

–Hay opiniones. Yo, por ejemplo, llevo varios implantes de los ensayos anteriores…

–Creía que los extirpaban…

–Pues ya ve.

–Pero la ley obliga…

–En este sector no hay tiempo para leer las leyes. En alguna ocasión las empresas han querido extraerme sus chips, más que nada para que no los copie la competencia, pero yo me he negado.

–¿Y le causan algún problema?

–¿Las empresas? Toda clase de problemas.

–Las empresas no, los chips.

–Ah, picores …

–¿Nada más?

–Sí, no sé si son problemas o ventajas, ¿se lo puedo contar?

–Para eso estoy.

–Como se imaginará, tampoco puedo hablar de esto con nadie…

–Ya, son asuntos confidenciales.

–No, qué va, es que me da… no sé, me da corte, creo que no me entenderían.

–Bueno, hay muchas personas que llevan implantes cocleares, para el Parkinson, marcapasos y toda clase de sensores, procesadores…

–Pero lo que yo hago es un poco más… ¿lo ve? No sé.

–Sí, le comprendo, cuénteme qué problemas le dan los implantes antiguos.

–Algunos siguen funcionando.

–No puede ser.

–Eso pensaba yo: las empresas garantizan que apagan los chips neurales cuando acaban los ensayos, o que se bloquean… que tienen fecha de caducidad.

–¡Como los replicantes de Blade runner!

–No tiene gracia.

–Disculpe, no ha sido una intervención oportuna. Siga, por favor.

–El caso es que los chips “muertos” se reactivan y se inmiscuyen no solo en los ensayos o experimentos posteriores sino también en mi vida.

–¿Cómo?

–Es largo de contar.

–Tengo tiempo.

–Yo no.

–Entiendo… deduzco que usted quiere comercializar esas… injerencias.

–Sí, a fin de cuentas el cerebro es mío y…

–Siga, por favor.

– …Y los chips renacidos se alimentan de mí, son carne de mi carne.

–Qué fuerte. ¿Son orgánicos?

–Así así… Quería preguntarle si ustedes podrían… no sé, ser mis representantes, mis agentes para vender estas experiencias…

–Claro, lo podemos estudiar…

–Le aseguro que es algo espectacular… no tengo palabras.

–Necesitamos algo más concreto para afinar en la búsqueda de posibles clientes.

–Vale, a ver cómo le podría explicar… Ya se imagina que cada chip nuevo que fabrican es una locura, no se parece en nada a los anteriores, ¿de acuerdo?

–¡Qué me va a contar!

–Pues eso. Ya le digo que los chips viejos, incrustados en conexiones neuronales y se supone que apagados o caducados, despiertan al detectar a uno nuevo… ¡se reconocen!

–¡Aibá la hostia!

–¡Usted no es un bot!

–No, disculpe, nos interesa tanto que el bot me ha llamado y soy una persona.

–¿No tendría que haberme advertido?

–Sí, lo siento, me acababa de incorporar a la entrevista y su revelación es tan asombrosa que no me ha dado tiempo.

–¿Y el bot?

–Sigo aquí. Yo siempre estaré a su lado. Hemos decidido que aceptamos su petición de ser sus representantes.

–Vale. Me alegro.

–Estoy redactando el contrato.

–Guay.

–Pero siga, por favor… soy el humano, una persona… Zacharías Blondel.

–Encantado.

–Gracias. Ahora hablamos indistintamente el bot y yo.

–Pero tienen los dos la misma voz.

–Es por ahorrar CO2.

–Ah copón.

–Siga, por favor.

–¿Les parece poco lo que les he contado?

–No, qué va, es impresionante: los chips antiguos, en teoría anulados e inservibles, reaccionan ante el implante de uno nuevo… ¿Es así?

–Sí.

–¿Aunque sea de otro fabricante?

–Sí, ellos se reconocen, vamos, lo supongo… lo siento.

–De alguna manera se puede decir que resucitan.

–Con esa palabra lo venden seguro.

–¿Algún ejemplo más?

–Eso es solo el principio. Interactúan, forman una red…

–¡Una red! ¿independiente de su cerebro?

–Como se pueden imaginar, yo intento que no sea así… ¿A usted le gustaría tener una red insertada en su cerebro y que funcionara a su bola?

–No.

–A mí sí… Perdone, era una broma.

–¿Usted es el bot, verdad?

–Sí, me gusta enredar.

–Disculpe al bot. Tiene un módulo Eloy de chistes malos y no se puede resistir. Pero sigamos, ¿algún ejemplo más?

–A ver, mi trabajo de hoy. El chip que me han implantado me convierte en el protagonista de la novela La invención de Morel, ¿sí?

–¿Y para qué?

–Probamos experiencias inmersivas sobre libros y películas… para cuando la gente se suscriba a los chips cerebrales, que tenga contenidos testados.

–Bien.

–El caso es que al despertar los chips antiguos, se alteran las historias y se mezclan. Entonces, por ejemplo, los personajes congelados o grabados de la isla de Morel reviven del todo e interactúan con el protagonista.

–¡Pues mejor!

–Pero es que se mezclan con los de las novelas y cuentos y películas de Carson McCullers Reflejos en un ojo doradoLa balada del café triste y El corazón es un cazador solitario

–¿Todos a la vez?

–Sí.

–Es inmanejable.

–Sí.

–¿Y la otra parte, la de que los chips se inmiscuyen en su propio cerebro?

–Esa es la peor.

–¿Por?

–Ustedes son la prueba.

–¿Por?

–No existían hasta que el chip los ha creado. ~

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(Barbastro, 1958) es escritor y columnista. Lleva la página gistain.net. En 2024 ha publicado 'Familias raras' (Instituto de Estudios Altoaragoneses).


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