Durante la mayor parte del siglo XIX la tecnología de punta de la Argentina fue el saladero, y sus dueños los dueños del país. Tanto Rosas como Urquiza fueron patrones de saladero, pero en la segunda mitad del siglo aparecieron dos tecnologías nuevas: por un lado los barcos frigoríficos, que permitían exportar la carne sin salar; por otro, el famoso extracto de carne, que inventó un Justus von Liebig, alemán, y que permitía encerrar la potencia alimenticia de la carne en una lata y mantenerla encerrada mucho tiempo. Ingleses le compraron la patente e instalaron sus factorías por el mundo. Aquí, en el norte de Entre Ríos, se llamó Pueblo Liebig. Es la hora de la siesta, llueve –ladra un perro.
Y sí
todo por ahí arriba anda la gente cerrando válvulas abriendo controlando las máquinas vagueando caminando
todo
por ahí arriba
anda la gente
me dice don Balbino y que por favor tenga cuidado dónde piso
que ya nada está quieto últimamente.
Acá en la Liebig se faenaban mil quinientos animales cada día
usté los viera
esto era un mundo
¿cómo le digo?
un mundo.
Si parece mentira.
Mil quinientos animales cada día: seis mil patas de vacas de vaquitas de terneros avanzando esa rampa resbalando esa rampa mugiendo por esa rampa hacia la muerte de las vacas:
un buen palazo en la cabeza las patas
despatarradas sobre azulejos blancos la lengua gris
afuera el chorro
desde el cuello el íntimo
cuchillo en la garganta.
Acá la muerte era la forma
vocinglera olorosa de la vida una manera
próspera de la vida un modo
de rellenar el mundo de decir
la Argentina les da lo que precisan. Acá la muerte
se hacía todos los días.
Vacas morían para hacerse esencia:
aquí se fabricaba
no carne no un producto sino una idea: una abstracción
aquí
se arrancaban de la carne sus esencias
un abstracto de carne un concepto
de carne los valores
que la carne tiene mezclados en sus fibras:
aquí
no hacían industria sino filosofía.
En esos días había
miles y miles y miles de soldados
en guerras europeas se zampaban
una lata de extracto liebig justo antes de saltar de la trinchera
justo
antes
de salir a morir por una patria.
Aquí había vacas
que se volvían una patria.
Las vacas muertas para que los soldados vivos muertos. Ahora la tarde es gris y llueve suave y don Balbino me lleva de paseo por las ruinas.
Digo: por las ruinas.
Don Balbino me pasea por un cementerio de turbinas dínamos calderas las paredes
se caen los pisos se resienten con los pasos el hollín
se empecina la humedad
la humedad
huele como un lamento
entonces acá llega el amoníaco y da una vuelta para seguir enfriando
me dice don Balbino acá
donde usté ve estos yuyos estaban las calderas que hacían el sebo para los jabones y acá
estas maderas
eran los muelles donde atracaban barcos de la reina allá
en aquel galpón estaba la carpintería
me dice don Balbino
porque todos los cajones los hacíamos acá y la herrería y el comedor de hombres y el de mujeres más allá y donde están esos mosaicos blancos estaba lo que llamaban el playón
que es donde las mataban
y les sacaban todo: la carne para el extracto el cornebif el picadillo
los huesos para abono la lengua el corazón el bofe los riñones
para harinas la sangre
que se iba por esa canaleta ahí
donde usté ve esos yuyos
porque también la hacían harina los cueros
los huesos cuernos pelos de la cola todo
se aprovechaba acá señor.
Acá
es la ruina.
Paredes desnudadas agujeros
en el suelo escaleras
escasas de escalones techos
sin techo máquinas
inmóviles los hierros
retorcidos el óxido:
óxido sobre todo y sobre
todo. Nada
ni nadie los venció
se fueron
porque otros inventaron otras cosas porque en otro
lugar lograban más: se fueron.
La ruina siempre es lógica.
La ruina es lógica la tarde
es gris se descompone la carne
ya no está aquí la muerte
tampoco está la vida
también se fue no queda
más que un olor extraño y sí
me dice don Balbino mire allá
donde ve esas paredes por ahí
van a ir llegando los obreros:
si parece mentira.
Hay países que tuvieron que trajinar siglos y siglos para ir haciéndose, lentos, lentos, de ruinas. Grandes países, países importantes tardaron tanto tiempo. Nosotros, argentinos, lo hemos logrado en plazos increíbles. Somos extremos fabricando ruinas.
La Argentina es un país tan fulminante. ~