Foto: Omar Martinez/DPA via ZUMA Press

El comercio entre México y E.U. frente a los vientos políticos

La relación compleja y beneficiosa entre ambos países puede fortalecerse en medio de las tensiones de E.U. con China y de cara a la revisión del T-MEC en 2026.
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México y Estados Unidos mantienen una relación funcional en el día a día, pero enfrentan enormes desafíos que requieren una respuesta conjunta. Las elecciones en México y Estados Unidos traerán cambios en sus liderazgos políticos. ¿Qué factores en los intercambios comerciales entre México y Estados Unidos resisten los vientos políticos? Y sobre todo, ¿qué es lo que verdaderamente puede cambiar en la relación comercial más importante para ambos países después de las elecciones?

Primero, las constantes. Independientemente de quiénes ganen en los comicios de junio y de noviembre, existe un elemento recurrente en la relación comercial: el aumento en los cruces de bienes y de personas en la frontera México-Estados Unidos, la más dinámica del mundo. Solo en 2023, la Oficina de Estadísticas de Transporte de Estados Unidos registró 270 millones de cruces (de vehículos, trenes, personas, camiones, etc.) desde México hacia Estados Unidos, casi un 40% más que en 2021. En el mismo año, México y Estados Unidos intercambiaron $800 mil millones de dólares en mercancías, con un promedio de $1.5 millones de dólares comerciados cada minuto. Puesto en perspectiva, lo que México comercia con otros países del hemisferio como Argentina, Colombia o Ecuador en todo un año, equivale solamente a 22, 55 y 9 horas, respectivamente, de comercio entre México y Estados Unidos. Según datos de The Brookings Institution, 13 millones de trabajos dependen del comercio bilateral, de los cuales 9 millones pertenecen a México;  (casi el 15% de la población económicamente activa del país.1

Dicho de otra forma, no hay fuerza política o pandemia que pueda borrar o disminuir los profundos vínculos económicos entre ambos países. Es más, es probable que se profundicen más si persiste la guerra comercial entre China y Estados Unidos, que empezó Donald Trump en 2018 y que ha continuado la administración de  Biden, con la imposición de aranceles a productos chinos. Además, tras la pandemia de covid-19 y la invasión de Rusia a Ucrania, Washington ha reconocido explícitamente la importancia de México en la creación de cadenas de suministro resilientes y en la reducción de la dependencia de Estados Unidos de la tecnología y los recursos provenientes de países como Rusia y China. Este reconocimiento se ha reflejado en importantes paquetes legislativos como el Inflation Reduction Act (Ley de Reducción de la Inflación) de 2022, que ofrece créditos fiscales para producir automóviles eléctricos México y Estados Unidos.

México ya no es simplemente un mercado más para Estados Unidos. México ahora es su principal socio comercial, su mayor proveedor y una de sus fuentes de empleo más importantes. Solamente los estados fronterizos en ambos países representan un Producto Interno Bruto (PIB) de 6 billones de dólares,2 equivalente a la tercera economía más grande del mundo (solo detrás de Estados Unidos y China), superando al PIB de países como Japón, Alemania, India o Francia. Estos nuevos niveles de interdependencia hacen que México y Estados Unidos sean más competitivos frente a otros bloques comerciales en Europa y Asia, pero también los exponen a nuevos riesgos políticos. Si bien las grandes tendencias de integración económica en la región no se ven afectadas por los cortos movimientos del péndulo electoral (cuatro años en el caso de Estados Unidos y seis en el caso de México), el funcionamiento de sus instituciones, China y la implementación del Tratado Estados Unidos-México-Canadá (T-MEC) sí pueden influir en el rumbo de la relación bilateral.

En el caso de Estados Unidos, este fenómeno es más evidente. Quien sea investido en Washington el próximo año enfrentará una de las presidencias más cortas y desafiantes de la historia política del país por dos razones clave. Primero, la avanzada edad de ambos candidatos, que supera por más de 40 años la edad promedio de la población de Estados Unidos, disminuye su capacidad de liderazgo y puede desencadenar una búsqueda temprana de nuevas opciones para liderar tanto el partido demócrata como el republicano de cara a las elecciones de 2028. Si lo comparamos con un partido de fútbol, el candidato ganador de las elecciones de noviembre empezaría a gobernar en el minuto 80 de un partido de eliminación directa y sin tiempo añadido. En otras palabras, el ganador de la contienda tendrá muy poco tiempo y capital político para implementar su agenda de gobierno.

Además está el Capitolio, donde los liderazgos de la Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos no han sido capaces de generar acuerdos legislativos en un ambiente de alta polarización. Un ejemplo de lo anterior es la ley sobre seguridad fronteriza que había sido negociada por ambos partidos durante meses pero no logró reunir suficientes votos para ser aprobada en el último momento, a pesar de que la migración se ha convertido en la principal preocupación de los votantes según las encuestas. Además de esta ley, la falta de consenso bipartidista sobre el techo de la deuda revela los desafíos en la capacidad de funcionamiento del gobierno estadounidense. En resumen, las posibilidades de parálisis legislativa en Estados Unidos son reales y es probable que continúen creciendo durante la próxima presidencia.

Aplicando esta lógica a la política comercial, es importante señalar que la última ley de Autoridad de Promoción Comercial (TPA, por sus siglas en inglés) emitida por el Congreso expiró en 2021, justo después de la aprobación del T-MEC. El TPA es una herramienta legal que agiliza las negociaciones comerciales al permitir que el presidente negocie acuerdos en nombre del país y los presente al congreso para su aprobación, generalmente mediante un proceso de “sí” o “no” sin enmiendas. Si un presidente no cuenta con TPA, un Congreso dividido y en ocasiones inoperante tendría un mayor peso en el proceso de revisión del T-MEC en 2026 e incluso podría introducir nuevas enmiendas que obstaculicen las negociaciones con México y Canadá. En resumen, el poder ejecutivo de México estaría negociando no solo con su contraparte en el norte, sino también con los 535 miembros de su Congreso.

El caso de México es diferente, dado que todos los candidatos presidenciales han expresado su respaldo al proceso de integración económica con Estados Unidos a través del T-MEC. Sin embargo, los posibles factores de cambio para la próxima presidencia se encuentran en la implementación del tratado comercial de cara a su revisión en 2026 y en el factor China. La nueva relevancia geopolítica y económica de México es innegable, pero para que se traduzca en aumentos generalizados de bienestar y productividad, México debe redoblar su apuesta por Norteamérica. Esto implica dos cosas. Primero, la correcta implementación del T-MEC por parte de México es crucial para su revisión exitosa en dos años. Así como la actual administración ha resuelto rápidamente la gran mayoría de las disputas laborales que se han suscitado en los últimos tres años, el siguiente liderazgo político del país debe encontrar una solución satisfactoria a los procesos de consulta sobre la política energética y al panel de expertos en materia de biotecnología, dos temas en los que Estados Unidos y Canadá coinciden en señalar que las actuales políticas de México violan el T-MEC. En el caso de las consultas energéticas, su cierre exitoso mandaría una señal positiva a los mercados y también facilitaría la obtención de financiamiento para proyectos de energías renovables, cruciales en la atracción de nuevas inversiones al país. Sobre el panel T-MEC de biotecnología, es imperativo que quien gane las elecciones de junio acepte la decisión de los expertos, cualquiera que sea, para fortalecer la credibilidad del T-MEC de cara a su revisión. Una revisión fallida en 2026 no acabaría con el comercio como lo conocemos, pero sí desataría un largo proceso de negociaciones que minarían la confianza y erosionarían el atractivo de los tres países para la inversión extranjera.

En segundo lugar está China. El país asiático ha incrementado de manera importante su huella económica en México con anuncios de más de 12.6 mil millones de dólares en inversiones en 2023. Aunque esa cifra palidece ante los 42 mil millones de dólares de anuncios de inversiones provenientes de Estados Unidos durante el mismo periodo, ha prendido alarmas tanto en el Congreso de Estados Unidos como en la misma Casa Blanca. El actual gobierno de México ha respondido a estas preocupaciones reafirmando su compromiso de monitoreo de las exportaciones chinas de acero y aluminio y subiendo las fracciones arancelarias a países con los que no tiene tratados comerciales, como es el país asiático.

Es un hecho que la mayoría de las oportunidades de crecimiento e inversión para México están en Norteamérica. No obstante, quien gane las elecciones en junio deberá ser receptiva respecto a las preocupaciones de Estados Unidos tanto en materia de seguridad nacional como en materia de la inversión china en sectores críticos de México, infraestructura y telecomunicaciones. Al mismo tiempo, nuestro país tiene que dejar claro a su principal socio e inversionista su condición de Estado soberano, abierto a la inversión extranjera que fomente la creación de más y mejores empleos. La primera presidenta de México podría usar el factor China a su favor para obtener mejores condiciones en el trato con Estados Unidos. En esta línea, habría que comprometer al país vecino en el financiamiento de proyectos de infraestructura conjunta y contar con un mayor acceso a los beneficios fiscales que Estados Unidos concede para incrementar la producción de baterías de autos eléctricos ($130 mil millones de dólares, según cálculos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos).

En resumen, México y Estados Unidos mantienen una relación compleja, pero mutuamente beneficiosa y que continúa fortaleciéndose. El status quo ha entregado resultados importantes en un mundo incierto, pero la posibilidad de cambio en los liderazgos de ambos países presenta una oportunidad para dar un paso adelante en esta relación estratégica. ~


  1. Cálculos del autor con datos del INEGI. Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). (2024). Empleo y ocupación. Recuperado de https://www.inegi.org.mx/temas/empleo/ ↩︎
  2. Cálculos del autor con datos del US Census Bureau y la Secretaría de Economía de México. ↩︎
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es catedrático Bersin-Foster para Norteamérica en el Woodrow Wilson Center.


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