La primera impresión que suelen dejar las narrativas visuales del cineasta nipón Ryusuke Hamaguchies que sus personajes construyen sus propias historias a partir de los efectos de las situaciones ocurridas en su pasado y la manera en que afectan su presente. Al mismo tiempo Hamaguchi examina las conexiones humanas de la sociedad japonesa contemporánea con un sentido emocional y poético, en el que logra destacar el poder de la interpretación de cada uno de sus actores con una mirada introspectiva y bajo una dirección sutil y pausada, evitando que sus tramas caigan en lo artificial.
Junto a estos elementos que ha establecido como sus propios códigos cinematográficos y que han figurado en su filmografía, en su último largometraje de ficción Evil does not exist –presentado en el Festival de Cine de Venecia donde obtuvo el Gran Premio del Jurado–, Hamaguchi resalta su preocupación por la manera en la que el ser humano percibe la naturaleza y las comunidades de su país. Así, cuestiona una problemática actual que está presente alrededor del mundo: la invasión de las grandes corporaciones inmobiliarias en las zonas rurales, la reacción de los aldeanos que han vivido ahí por décadas y la alteración y destrucción del hábitat natural.
Una vez más Hamaguchi hace uso de la poesía visual para crear un equilibrio entre la imagen y el sonido de una manera placentera y enigmática, envolviendo a la audiencia al combinar la dirección fotográfica de Yoshio Kitagawa con la composición musical orquestal de Eiko Ishibashi. Durante los primeros minutos de la película ambos se encargan de resaltar la belleza de la naturaleza de una manera cautivante y onírica a través del uso de planos largos evocando un sentido contemplativo y sublime. Si hablamos de la dirección, Hamaguchi elige meticulosamente los sitios y la altura ideal para posicionar su cámara con la intención de rebelarnos detalles del hábitat o para mostrar lo que sienten sus personajes, así sea en momentos de serenidad o de incertidumbre.
Takumi (personaje central de la historia interpretado por Hitoshi Omika) es un leñador que vive con su pequeña hija Hana (Ryo Nishikawa) en Mizubiki, un pueblo boscoso cercano a la ciudad de Tokio. Lleva una apacible vida rutinaria que consiste en cortar leña, convivir con su hija, recolectar agua del manantial con su amigo Kazuo (Hiroyuki Miura), realizar labores domésticas y convivir con otros habitantes de la localidad en pequeñas reuniones que organizan en su casa. Esas escenas que retratan las situaciones mundanas y tradicionales de la gente del campo en las que disfrutan los pequeños placeres de la vida e interactúan entre sí recuerdan al cine costumbrista del cineasta Yasujirō Ozu. Sin embargo, Hamaguchi opta por hacer una reflexión profunda sobre la sociedad, el capitalismo, la política y la moral de las personas ante la llegada de una inmobiliaria que amenaza con romper la tranquilidad del estilo de vida rural. Asimismo, explora las dinámicas, problemáticas y frustraciones de los agentes de la compañía, lo cual le permite desprender un segundo hilo narrativo en la historia, algo que rara vez es visto en otros largometrajes que desarrollan la misma temática.
A medida que Hamaguchi nos adentra gradualmente en su ficción, cambia el ritmo enigmático y calmado que se mantenía anteriormente; esto ocurre una vez que el estilo de vida de Takumi y sus vecinos comienza a verse alterado. Durante una cena en casa de Takumi surge una conversación acerca de que una corporación proveniente de Tokio ha comprado unas franjas de terrenos cercanos con la idea de construir un resort. En esta parte Hamaguchi invita al espectador a reflexionar acerca de las problemáticas que generarán los planes ambiciosos de una inmobiliaria que pondrá en peligro la vida natural de esa comunidad. Se muestra el irreversible daño de uno de los recursos más importantes: el agua de manantial. Por tener un grado de pureza tan alto, los habitantes pueden usarla para preparar sus alimentos, pero la construcción propiciaría que termine por contaminarse, lo cual los haría perder este importante suministro de manera irremediable.
La intención de los agentes inmobiliarios es instalar un lujoso resort que sirva como un escape vacacional para los turistas de clase alta de Tokio, mientras ellos se benefician con las desorbitantes ganancias sin importarles la destrucción del hábitat ni las consecuencias de sus actos. Un momento en la cinta que le da más peso a la tensión dramática es la escena en que Hamaguchi opta por retratar la historia como si fuera una pieza documental, alejándose de la ficción por un instante al introducir la perspectiva del realismo estético: Takahashi (Ryûji Kosaka) y Mayuzumi (Ayaka Shibutani), dos representantes de la compañía, organizan una asamblea a la que asisten Takumi y sus vecinos para contarles los planes del proyecto vacacional en el que la gente puede hacer preguntas o plantear sus dudas. En lugar de ello, los habitantes no vacilan en mostrar su inconformidad y uno de ellos, en tono desafiante, les asegura a los agentes que lo único que les interesa es beneficiarse. Takumi menciona las fatales consecuencias que traería consigo la construcción de un tanque séptico que acabaría por contaminar el agua del suministro que comparten con otras comunidades cercanas y propone que el pozo sea construido en otro lugar. Takahashi no hace más que ignorar la opinión de Takumi insistiendo en que ahí debe construirse porque esa ubicación ha sido estudiada por expertos, lo cual demuestra su claro desinterés por las preocupaciones de Takumi y sus vecinos.
Más adelante, en una junta de agentes con un supervisor, este les revela que la intención de la asamblea con los habitantes era hacer creer a las autoridades locales que estaban ahí para resolver las dudas e inquietudes de la gente, aunque no los ayudarían. Esto hace énfasis en que realmente deseaban manipular a las personas “más vulnerables e ingenuas” de las zonas rurales para que accediesen a los planes de construcción. Una muestra de cinismo se deja ver cuando el supervisor les dice que “un poco de contaminación no afectará la calidad del agua”. Mayuzumi comienza a mostrar una verdadera preocupación por los residentes al igual que su compañero Takahashi, sintiéndose frustrados e infelices ante tales circunstancias al grado de preguntarse las verdaderas razones por las que decidieron trabajar en esa empresa. Hamaguchi entonces brinda un equilibrio equitativo en este segundo hilo narrativo bajo la perspectiva subjetiva en la que humaniza a los agentes mobiliarios más allá de su ambición, mostrándolos de una manera más empática y ofrece nuevamente una mirada introspectiva en un espacio pequeño que, como en su película anterior, Drive my car (2021), ocurre en el interior de un auto en movimiento.
Evil does not exist es un ejercicio de conciencia moral y crítica social cuya narrativa no solo alude al daño que el sistema capitalista les hace a las zonas rurales a nivel mundial, sino también a sus habitantes y a sus recursos naturales que se ven profundamente afectados en distintos niveles. El quiebre emocional de su personaje principal detona un momento que, entre toda la belleza que rodea la aldea, vuelca la cinta a un tono inquietante que no dejará de generar perplejidad en el espectador de principio a fin. ~
Mérida, 1987) es crítica
de cine y diseñadora editorial. Colabora
frecuentemente en girlsatfilms.com.