A simple vista, Alias es sólo un proyecto editorial. Un proyecto que suma doce volúmenes entre traducciones, entrevistas y reimpresiones de textos. Antes: documentos ignorados por el idioma, rarezas prácticamente inconseguibles. Ahora: libros sobre arte modestamente impresos. Pero más que un acierto editorial, Alias es un proyecto artístico. Mejor: una intervención con formato editorial a cargo del artista visual Damián Ortega (ciudad de México, 1967). Los doce tomos interdisciplinarios –al mismo tiempo libros y piezas– continúan la labor plástica de Ortega, interesado en el objeto cotidiano como escultura. (Su pieza más célebre, Cosmic Thing –2002–, consistió en suspender del techo las partes de un Volkswagen desarmado.) Su arte marcha en paralelo con la noción de “campo expandido” de Rosalind Krauss: “En la situación posmoderna las prácticas no se definen en relación con un medio dado, sino en relación con operaciones lógicas dentro de un conjunto de términos culturales, para las que cualquier medio –la fotografía, los libros, las líneas en la pared, dos espejos o la escultura misma– puede usarse.”
A simple vista, Alias es sólo el título del proyecto. Un título que significa “apodo” o “sobrenombre”. Sin embargo, alias significa también “otro modo”. En este caso: otra vida para documentos atrapados entre las cubiertas de viejas ediciones. Debido a la iniciativa de Ortega, los textos reviven en otro contexto, otro idioma y con un propósito conceptual. El volumen que abre la serie –una entrevista de Pierre Cabanne con Marcel Duchamp realizada en 1966, cuando el artista estaba por cumplir ochenta años– resucita como Conversando con Marcel Duchamp; el segundo tomo –una edición en torno a John Cage impresa el 10 de mayo de 1982 en Caracas, en las prensas de Editorial Arte– reaparece con su título original, Para los pájaros. Sin modificar el contenido de los textos, ambos libros reencarnan como rarezas en fondo y forma. “Hay que cambiar el juego y no las partes”, decía André Breton.
La traducción de Conversando con Marcel Duchamp fue repartida entre varios artistas (Richard Moszka, Manuel Rocha, Laureana Toledo, Abraham Cruzvillegas, María Gutiérrez y el mismo Ortega), todos de diferentes localidades y trabajando cada uno por separado. A la hora de editar dichas traducciones, Ortega respetó la tipografía, las notas al pie, los ademanes de cada traductor. El apartado vertido al español por María Gutiérrez propone, por ejemplo, que sea el lector quien escoja la palabra más apropiada en ciertos fragmentos: “¿No te choquea/asombra/impresiona?” Con este ejercicio de apropiación, Ortega se propone –según sus palabras– “la reinvención de un autor […], la creación de un antepasado directo traído a vivir a la ciudad de México, como quien […] fabula su propia historia, sus propios orígenes y, finalmente, su propio futuro”.
En Para los pájaros sucede otra cosa: Ortega recupera un ejemplar de la edición de 1982 y lo reproduce a modo de fotocopias. Sin embargo, no estamos ante una reproducción facsimilar común. Aunque se respetan las erratas de aquella impresión venezolana, en esta nueva edición no se imprime un ejemplar cualquiera sino uno particular, ya intervenido por un lector previo: un libro con anotaciones, manchas de café y el visible maltrato del tiempo. ¿Un ready-made? Quizá, porque estamos ante un objeto ya fabricado y, sin embargo, resignificado. Tal vez, porque el nuevo lector es, en realidad, el segundo: mira el texto a través de la lectura del primero.
El tercer volumen de la serie es Una selección de 1000 poemas japoneses básicos, escritos por Robert Filliou en 1971 a partir de mil palabras japonesas. El cuarto es la traducción al español de Between the Furniture and the Building (Between a Rock and a Hard Place), libro publicado en 1998 a propósito de una exposición del artista Jimmie Durham. Los ocho números restantes vienen en camino tal vez para proponernos otra cosa. Quizá sugieran que todos los libros de la serie son un solo libro y que los artistas conversan animada, renovadamente entre ellos. ~