Hasta hace poco, habría sido casi imposible imaginar lo que sucedió hace unas semanas en varios países de Latinoamérica y España. En septiembre, Mariana Enriquez ganó el prestigioso Premio José Donoso y Elvira Hernández fue reconocida con el Premio Nacional de Literatura en Chile. En México, Rosa Beltrán obtuvo el Premio Nuevo León Alfonso Reyes, Pura López Colomé y Verónica Murguía recibieron la Medalla Bellas Artes 2023 y 2024 respectivamente, otorgada por la Secretaría de Cultura Federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) y Gabriela Cabezón Cámara ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por la FIL de Guadalajara.
Todo esto sucede en el mismo año en que Cristina Rivera Garza pasó a la historia como la primera escritora mexicana que gana el Premio Pulitzer. También el año en que uno de los pocos premios literarios especializados en cuento, el Ribera del Duero, fue otorgado a Magalí Etchebarne (Argentina), y del que tres escritoras, Katya Adaui (Perú), Dahlia de la Cerda (México), Nuria Labari (España), y Fernanda Trías (Colombia) fueron finalistas. En el año, también, en que Socorro Venegas recibió el Premio Juan Pablo de la Cámara de la Industria Editorial Mexicana, siendo, de nuevo, una de las pocas mujeres en recibirlo.
Imposible hacer caso omiso de estos reconocimientos y dejar ver en ellos un síntoma de lo que está sucediendo en el mundo del libro. No se trata solo de que se reconozca una larga trayectoria y producción, sino que se pone la mirada en la forma cómo las escritoras cuidan el sentido estético del lenguaje y la plasticidad de las palabras; dialogan a la vez que retan una tradición literaria; responden al momento histórico que viven; arremeten contra discursos fascistas y neoconservadores, al statu quo, al colonialismo heredado y al neocolonialismo emergente; hablan de lo colectivo desde lo autobiográfico, lo autoficcional o lo que Annie Ernaux llamó lo sociobiográfico; recuperan la memoria individual y colectiva; utilizan géneros como el horror y lo gótico para hablar de violencias; a la vez que colaboran con su obra en la ardua tarea de fomentar la lectura y atraer más lectores.
“Yo escribo de realismo, porque los fantasmas y el horror son parte de nuestra vida real”: Mariana Enriquez
Que Mariana Enriquez –sin acento, como ella ha dicho que prefiere– gane el premio José Donoso no es de extrañar. Reconocida como una de las escritoras de horror traducida a más idiomas, veintitrés, con una tradición tanto en la ficción como en el periodismo, con obra en novela, cuento, ensayo y crónica, Enriquez es una de las escritoras más influyentes y reconocidas a nivel internacional. Nacida en 1973, su escritura muestra una mirada a una herencia de los años de la postdictadura y a décadas de crisis económica e inestabilidad política en su país. Como ella misma lo ha dicho, su escritura, que para otros tal vez sea ficción, es en realidad acerca de la cruda realidad latinoamericana, llena de monstruos y fantasmas.
“No hemos dejado de padecer violencia ni extractivismo”: Gabriela Cabezón
La obra de Gabriela Cabezón Cámara, premio Sor Juana Inés de la Cruz 2024, es otro ejemplo de lo que está pasando en las letras argentinas. El premio –instituido en 1993 y que reconoce el trabajo literario de las mujeres en el mundo hispano– le es otorgado por un libro que nadie más que ella podría haber escrito, Las hijas del naranjel, ganador también de los premios Ciudad de Barcelona y Konex. En él reescribe una de las historias más originales sobre sexualidad, travestismo, e identidad en la línea de la picaresca, la Historia de la Monja Alférez, escrita en el siglo XVII por Catalina de Erauso.
Esta obra se suma a otras de la escritora que indagan y cuestionan las narrativas nacionales, desde textos e historias fundacionales, como la de Martin Fierro, en Las aventuras de la China Iron (2017). Gran vocera en contra del extractivismo y el impacto ambiental producido por el hombre, Cabezón Cámara se ha convertido en una de las escritoras más subversivas de la época. Nacida a finales de los 1960, comparte con Mariana Enriquez mucho de la historia colectiva de su país, aunque sus libros se van por otras estrategias narrativas como las escrituras queer, la historia, y la diversidad lingüística.
Que Cabezón Cámara y Enriquez reciban estos premios reconocidos a nivel internacional es por demás significativo, especialmente en un momento en que Argentina está pasando por un retroceso en muchos de los logros que se habían alcanzado a lo largo del tiempo a favor de las mujeres. En junio de este año, el presidente Javier Milei cumplió la promesa que hizo en su campaña: cerrar el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidades. Llegan además en medio del “brutalismo comunicativo”, como revista Anfibia y otras publicaciones han llamado a lo que Milei hace a través de las redes sociales, así como de un ataque sistemático a periodistas y escritoras, con una retórica que minimiza y cuestiona la importancia del trabajo que las feministas hacen por el bienestar colectivo y el ambientalismo.
“Mi poesía no es de lugares íntimos, mi subjetividad está en lugares donde se desplaza la civilidad”: Elvira Hernández
El mismo año en que Elvira Hernández nació, 1951, Gabriela Mistral ganó el Premio Nacional de Literatura de Chile. Nunca se imaginó que 73 años después ella lo ganaría también y que ninguna otra poeta lo recibiría en los 82 años de existencia del premio. Hernández, sobreviviente también de otra dictadura, la de Augusto Pinochet, al fin es reconocida. Ya desde su primer libro, La bandera de Chile (1981), que circuló en copias mimeografiadas de manera clandestina y por el que su autora sufrió persecución y acoso, muestra una escritura que proviene de la resistencia.
Este premio, además del reconocimiento a su trabajo por más de cuatro décadas, es muestra de un cambio en la política de estado en cuanto a la cultura y la poesía, que el presidente Gabriel Boric se comprometió a difundir: “Que tu poesía llegue a todos los rincones de Chile. Nos vamos a encargar de eso también y cuenta conmigo para este cometido. Que la poesía siga haciendo vida”. Dicho en un país de grandes poetas como Pablo Neruda, Violeta Parra y Nicanor Parra, y de narradoras como Diamela Eltit, Alejandra Costamagna, Andrea Jeftanovic y Lina Meruane, es un gran avance.
“El arte es necesario. Sin él las sociedades pierden la razón”: Verónica Murguía
Los premios que reciben Pura López Colomé y Verónica Murguía en México llegaron en la recta final de un sexenio controversial en cuanto al tema de la cultura, con recortes en el presupuesto o presupuestos congelados, que afectaron a algunas de las instituciones culturales más importantes del país, como el mismo Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Un sexenio en el que la “austeridad republicana” permitió un incremento en el presupuesto al Anexo 13, que supuestamente debería enfocarse en proyectos que propician la igualdad de género, pero que en realidad financió programas asistenciales carentes de perspectiva de género, como Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida o la Pensión para Adultos Mayores.
El reconocimiento que estas escritoras reciben es por demás meritorio. A López Colomé se la ubica como parte de la generación de escritores mexicanos nacidos en los años 50, que se ha destacado no solo como poeta, sino también como ensayista y traductora. Su rigor escriturario viene de un entrecruce entre una formación en la tradición literaria mexicana y la americana al ser traductora de autores clásicos y contemporáneos. Ella es una de las pocas mujeres que a los 25 años ganó un premio tan importante como el Premio Nacional Alfonso Reyes, en un tiempo cuando el campo literario mexicano estaba dominado por los hombres.
En el caso de Murguía, nacida en los 60, el premio es una luz para la literatura infantil, la literatura juvenil y la narrativa fantástica que, aunque cuenta con un gran talento en México, con escritoras como María Baranda, es poco reconocido. Murguía, al igual que Rosa Beltrán, ha dedicado una vida a la difusión de la cultura y la literatura masivamente desde la radio. También, se ha pronunciado en muchas ocasiones en contra de la violencia de género, siendo ella misma una niña que creció en un hogar violento, con un padre temperamental y una madre neurótica, tal y como ella lo ha dicho. Con su formación como medievalista explorar en su obra la literatura desde otros espacios conceptuales y narrativos.
“Solo a través de la educación lograremos tener un sentido de vida que merezca la pena vivirse”: Rosa Beltrán
Si algo es Rosa Beltrán es una gran promotora de la literatura y la cultura. Tanto desde su propio trabajo como escritora, como desde la universidad pública más grande del continente, la UNAM, lleva el espíritu de quien inspira el premio que ganó, Alfonso Reyes, el del compromiso a formar más lectores. El premio es relevante viniendo ella misma de una de las instituciones de educación superior más grandes y longevas del continente, ya que el Premio Nuevo León lo convocan universidades: la Autónoma de Nuevo León, el Tecnológico de Monterrey, la Universidad de Monterrey y la Universidad Regiomontana, en conjunto con Conarte y la Secretaría de Cultura. El premio ha sido otorgado de manera consistente a escritoras que han tenido gran impacto, como Margo Glantz (2019), Donna Haraway (2020), Cristina Rivera Garza (2021) o, Luisa Valenzuela (2023).
Beltrán, como escritora de ensayo, crónica y ficción, revisa las misteriosas maneras en que el sujeto cultural es producto de una “Historia”, nacional, con mayúsculas, pero sobre todo de la historia personal de la que somos los verdaderos protagonistas. Nacida en los 60, ha sido testigo de las décadas más turbulentas de transición hacia la modernidad, como lo muestra ampliamente en su novela Radicales libres (2021), que en 2023 se convirtió en su primera novela traducida al inglés, como Free Radicals.
Premiar a las mujeres en la literatura es reconocer su capacidad de transformar realidades a través de la palabra, de cuestionar normas y de imaginar futuros posibles. Es un acto de justicia que abre camino a muchas otras mujeres cuyas obras aún están por venir. Con cada premio, se escribe una nueva línea en la historia de la literatura y se amplía el canon para incluir esas voces que durante tanto tiempo han sido ignoradas o subestimadas. Así, sin encandilarnos en la luz del triunfo, los últimos meses de 2024 dan esperanza a que las escritoras consoliden un lugar en las letras hispanoamericanas. Para nosotros, sus lectores, es la oportunidad de conocer un mundo literario complejo y diverso. ~
es doctora en literatura y culturas ibero y latinoamericanas por la Universidad de Texas en Austin. Es colaboradora del proyecto digital Hablemos, escritoras.