Hasta ahora, el rumbo de la política exterior de Trump es un misterio. No se sabe si será aislacionista, si privilegiará la resolución de conflictos o cuáles serán sus socios estratégicos. Como la duda incomoda, intentemos develar el misterio por medio del petróleo, la sangre que nutre a cualquier economía.
El primer dato que tenemos es la reunión que mantuvo en su residencia de Mar-a -Lago el 10 de mayo de 2024, con los ejecutivos de una veintena de grandes empresas petroleras norteamericanas, entre ellas Chevron –la organizadora del encuentro–, Venture Global, Cheniere Energy y Exxon. En la búsqueda de apoyo financiero para su campaña, Trump hizo algunas promesas, como ampliar las exportaciones de gas natural, y levantar las restricciones ambientales para explotar en zonas protegidas de Alaska y para el uso de motores de combustión interna impuestas por Biden. En un almuerzo de acceso reservado organizado por Continental Resources en el Hotel Post Oak de Houston el 20 de mayo, Trump volvió a prometer el relajamiento de normas. Buscando recaudar mil millones de dólares de los petroleros, dijo que apuntaba a recortar los subsidios por 370 mil millones entregados en compensación por las restricciones. Ahora que resultó electo, es hora de cumplir lo prometido.
El siguiente dato es la amenaza de imponer aranceles de 25% a las importaciones provenientes de Canadá y México. Esa decisión de ir contra el comercio con sus dos mayores socios comerciales tiene un capítulo petrolero importante.
Los vecinos: México y Canadá
Estados Unidos es el mayor productor global de petróleo, pero también un gran importador de crudo. De acuerdo a la US Energy Information Administration, el país produjo en 2024 13.2 miles de barriles diarios (mbd), exportó 10.15 mbd e importó 8.51 mbd. El saldo, pues, es positivo en 1.64 mbd y al analizar quiénes son los vendedores, se encienden las alarmas para su economía
El principal vendedor de crudo a E.U. es Canadá: le exporta 4.42 mbd anuales, 52% de sus compras de petróleo. Le sigue México, con 0.91 mbd, otro 11% de las compras anuales. Entre ambos suman el 63%, y ese porcentaje es crucial.
El 13 de enero, la ministra de Relaciones Exteriores de Canadá, Melanie Joly, amenazó a E.U. con un embargo petrolero si Trump aplicaba aranceles a sus exportaciones. Adoptar esa medida no será fácil para Canadá, que destina el 97% de su producción anual de crudo a su vecino, porque además de una crisis económica enfrentaría otra amenaza: Danielle Smith, la gobernadora conservadora de Alberta –provincia que produce el 84% del petróleo canadiense–, dijo que consideraría separarse de Canadá.
Smith estuvo reunida con Trump en Mar-a-Lago el 11 y 12 de enero, cuando el presidente electo jugaba con la idea de convertir a Canadá en un estado de la Unión. Con ese dato se entiende mejor los mensajes de Trump respecto a la anexión de sus territorios.
No obstante, Trump o Smith no pueden frenar una decisión de Canadá. El renunciado Justin Trudeau, también se reunió con Trump en Florida, es primer ministro de Canadá hasta octubre. Hasta entonces, la ministra Joly sigue actuando bajo su mandato y puede cumplir con la amenaza de frenar sus exportaciones de crudo.
Un deterioro de la relación con Canadá, seguido de un embargo, borraría el superávit de 1.67 mbd en la balanza energética y lo convertiría en un déficit de 2.82 mbd. Por la complejidad de la industria, E.U. no puede aumentar su producción para resolver en lo inmediato esa brecha. Una escasez podría disparar el precio de los combustibles si las refinerías no cuentan con suficientes insumos para producirlos.
Recordemos que el precio de la gasolina fue uno de los temas preferidos de Trump para atacar a sus oponentes durante la campaña electoral y que incluso sugirió que podía bajarlo. Con estos escenarios, se le va a complicar cumplir esa promesa sin incumplir las que les formuló a los petroleros.
También la de controlar la inflación, porque el precio del petróleo es uno de los de mayor incidencia en el índice general de precios. Y aunque no haya embargo, ya deberán absorber el arancel del 25% aplicado al 63% de las ventas de E.U. de crudo y otros insumos. Luego hay que sumar un perjuicio adicional porque el país se vería obligada a revertir parte del flujo anual de las exportaciones que realiza de crudo que, recordamos, ascienden a 10.5 mbd. Esto implica un perjuicio para las empresas y para el objetivo de reducir el déficit externo, que es otra de las promesas electorales de Trump.
En el caso de México, perdería una baza importante para negociar migrantes y carteles, porque E.U. le compra 0.98 mbd pero le vende 1.17 mbd. Es decir, que Estados Unidos tiene más por perder en una alteración del intercambio que hoy le resulta favorable a los estadounidenses. Aunque también puede ser leído del modo opuesto y servir para presionar a Claudia Sheinbaum para que acepte las imposiciones de Trump ante el riesgo de tener que afrontar una crisis en el abastecimiento de crudo y refinados, una de sus grandes importaciones desde E.U. La presidenta mexicana puede verse obligada tanto a revisar la política de abastecimiento interno de combustibles de su predecesor como el vínculo que quiere construir con el nuevo presidente estadounidense.
Las fuentes venezolanas
Para resolver un posible aumento en el precio del petróleo que consume su país, provocado por un caso extremo, como sería el de un embargo canadiense, o por un arancel del 25%, Trump debe asegurar fuentes alternativas, y aquí el petróleo sigue ejerciendo su influencia en su política exterior.
La otra fuente geográficamente cercana de petróleo extranjero es la Venezuela de Maduro. En la era Biden hubo un manejo ambiguo de la relación petrolera con el chavismo. El Acuerdo de Barbados para aliviar las sanciones petroleras a cambio de una apertura democrática fue una burla, pero ayudó a controlar el precio de los combustibles en la etapa electoral. Venezuela pasó de exportarle 70 mil mbd a E.U. en 2022 a 134 mil en 2023 y 209 mil en 2024.
Si Canadá y, eventualmente, México entran en una disputa petrolera, Trump deberá elegir si hostigar a Maduro y, con ello, poner en riesgo sus posibilidades de acceder a la primera reserva global que duerme bajo el suelo y la ineficiencia del chavismo. Y no es solo petróleo: si tensiona demasiado las relaciones con la dictadura en Venezuela, tampoco podrá contar con que colabore en su campaña de deportación para regresarles a los miembros del Tren de Aragua.
Chevron es responsable de 20% de la producción petrolera de Venezuela. Si hubo un acuerdo en Mar-a-Lago que incluye a esta compañía, entonces la posibilidad de sancionar al petróleo venezolano es menor. En una mirada pragmática, el impacto de un recorte a las importaciones venezolanas no afectará tanto a la dictadura. E.U. representa el 23.8% de las ventas de crudo y China es el mayor destinatario, con 68% de los envíos. España representa el 4% y el resto se reparte en proporciones ínfimas. Es posible que Trump no lograría mucho con un embargo del petróleo venezolano, y una acción de desestabilización seguramente vendría seguida por represalias contra las operaciones de Chevron en el Orinoco.
Trump ha sido cauteloso al referirse a la dictadura de Maduro, y apenas reconoció a Edmundo González cuando María Corina Machado fue secuestrada en la víspera de la tercera asunción dictatorial. Tanto cuidado es un dato primordial para el futuro. Recordemos que en junio de 2023 Trump dijo: “Cuando me fui, Venezuela estaba a punto de colapsar. Nos hubiéramos apoderado de ella, nos hubiéramos quedado con todo ese petróleo”. Con esa frase se sugiere que puede haber presiones, pero también que su objetivo central es acceder al petróleo venezolano y no aplicar una agenda de pureza política.
Como alternativa, Trump podría reemplazar al petróleo venezolano sumando los aportes de otros países latinoamericanos. En el listado de exportadores, junto con Venezuela aparecen Colombia, con 286 mil mbd, Brasil con 197 mil, Guyana con 141 mil, Ecuador con 116 mil y Argentina con 68 mil mbd. En conjunto suman 738 mil mbd, con lo que se convierten en el segundo proveedor en importancia, aun sin sumar a Venezuela. Pero aquí entra de nuevo la política exterior, las amenazas de aranceles y las promesas de campaña como condicionantes.
Trump no solo amenazó con aranceles a sus vecinos. También anunció que creará una agencia denominada “Servicio de Impuestos Externos” para administrar un arancel general del 10% que impondrá a todas las importaciones que entren a Estados Unidos. Si este arancel es absorbido por los países que envían crudo a E.U., será a expensas de su rentabilidad y puede dejar de ser provechoso exportarle en relación con la ganancia que pueden obtener en otros mercados.
De este modo, los aranceles pueden afectar la política de deportaciones de E.U. Si Trump provoca un daño comercial, es bastante posible que las naciones afectadas no colaboren con su programa para devolverles los migrantes. Esa colaboración es necesaria, se trate del país que se trate.
Si E.U. quiere asegurarse la provisión de petróleo desde América Latina, deberá sopesar tanto su política migratoria como su grado de agresividad hacia los países más insumisos a la presencia de E.U. en la región. Trump quizás deba replantear su estrategia o abjurar de ciertas amistades para acercarse a quienes despreció antes.
En una mirada más amplia, si Trump provoca una inestabilidad en el mercado petrolero global, la afectación por menores ingresos o por una fluctuación en su precio podría perturbar a las economías débiles del hemisferio e incluso empujar a los países a reorganizar alianzas políticas y comerciales. Los productores podrían buscar acuerdos con otros países consumidores como China o la Unión Europea a expensas de un mayor alejamiento de Washington
Por ejemplo, el 5° lugar en el listado de importadores de crudo lo ocupa el Brasil de Lula, uno de los soportes políticos de Venezuela y el reclutador de los BRICS en la región. Si sumamos las exportaciones de crudo de ambos países a E.U., tenemos 469 mil mbd, más de que lo que le vende Arabia Saudita, que es su tercer proveedor más importante.
Petróleo y Medio Oriente
Al mencionar el petróleo saudí, debemos voltear a ver a Medio Oriente, otro fuerte condicionante de la política exterior de Trump, dada su importancia como fuente de crudo.
En la compleja arquitectura de la geopolítica de Medio Oriente, Trump avisó de un respaldo irrestricto hacia Israel. No obstante, desde el punto de vista de los intereses petroleros de Estados Unidos, esa alianza no resulta conveniente. Israel no tiene petróleo en cantidades suficientes. De allí que Steve Witkoff, el enviado de Trump para ayudar a resolver la crisis de los rehenes en manos de Hamás, haya lanzado elogios públicos hacia Qatar. Hay un motivo, y es que Witkoff está asociado al Fondo Soberano de Qatar y sus 523 mil millones de dólares en inversiones. Su elección como delegado por parte de Trump no es arbitraria.
La petrolera estatal saudita Aramco es la dueña de la refinería de Motiva, la mayor de E.U., y accionista de la segunda más grande, la de Lyondell Basell, ambas situadas en el estado de Texas. El fondo de inversión de Qatar construyó la planta de gas natural de Golden Pass junto a Exxon y Conoco. El listado de inversiones de los países árabes es tan grande como el monto de sus tenencias en bonos del Tesoro de Estados Unidos. Y las empresas locales suelen acudir a los fondos soberanos árabes para financiar nuevos proyectos, como los que ahora necesitarán para elevar su producción.
Al saberse que Trump presionó para que Netanyahu aceptara el trato con Hamás por la crisis de los rehenes, muchos se sorprendieron porque parecía una traición al supuesto del alineamiento irrestricto con Israel. Visto desde la necesidad de asegurarse el petróleo, resulta por completo lógico. Los países árabes representan 16% de las importaciones petroleras de E.U. y tienen el potencial de cubrir de inmediato cualquier faltante.
Es así como el petróleo sigue modelando las relaciones exteriores y cobran sentido hechos aparentemente disruptivos como la presencia del jeque Husham Al-Husainy, un clérigo islámico de la comunidad chiita de E.U., en la ceremonia de asunción de Trump.
El frente europeo
Otras decisiones igual de “polémicas” se explican a partir de la reunión de Mar-a-Lago con los petroleros. Por ejemplo, la insistencia casi obsesiva de incluir un relajamiento a las sanciones contra Rusia en un acuerdo de cese del fuego en la guerra de Ucrania. En ese país está la 8° reserva de petróleo más grande del mundo y Rusia es el segundo productor global después de Estados Unidos. Levantar las restricciones para su exportación sería un desastre para Ucrania y la seguridad europea, pero un enorme negocio para el gobierno de Trump. También lo sería para las empresas estadounidenses, más aún si las compañías europeas permanecen restringidas por sanciones. De ese modo Trump, tendría acceso a los recursos hidrocarburíferos rusos en condiciones de preferencia que solo Putin puede ordenar
Zelensky le ofreció a Trump un trato preferencial a las empresas de E.U. para explotar los recursos naturales ucranianos a cambio de sostener el apoyo, pero sus reservas certificadas de crudo de 395 millones de barriles no pueden competir con los 80 mil millones de barriles de Rusia. Como sucede con Israel, vale decir “no es nada personal, son solo negocios”.
Del mismo modo, el acceso a la Groenlandia danesa le daría a E.U. acceso a una posición estratégica en el Ártico, pero también a los depósitos de petróleo y gas de 17,600 millones de barriles y 4.19 billones de metro cúbicos de gas, apetecidos también por Rusia y China. De nuevo la hipótesis, petrolera sirve para explicar lo que parece un exabrupto.
Lo acordado en Mar-a-Lago vuelve a sugerirse en otra amenaza de Trump hacia sus socios europeos. El 20 de diciembre pasado los intimó a comprar más hidrocarburos estadounidenses para reducir la brecha en el intercambio bilateral. No es que Europa no esté comprando gas de E.U.: de hecho, desde que se cortó la provisión rusa, la importación desde ese país pasó de 40.1 millones metros cúbicos anuales en 2022 a 56.2 millones en 2023. La mayor parte es gas natural vendido a un precio 40% más caro que el de otros proveedores. Trump ya les avisó que, en caso de no cumplir sus exigencias, aplicará aranceles suplementarios a todos los productos europeos.
Todos los escenarios son desafiantes para Trump y una apuesta geoestratégica que choca con las de sus aliados y vecinos, lo cual podría acelerar el quiebre de las alianzas tradicionales de Estados Unidos como consecuencia de la agenda petrolera comprometida.
Una de las reacciones ante los aranceles y el forzar la compra de gas por los acuerdos de Mar-a-Lago podría ser un reemplazo de los proveedores estadounidenses por parte de Europa, acelerando así el desacople político entre las potencias occidentales. Incluso podría desatarse una guerra comercial que se adicionaría a la que ya se plantea con China, y con esto remodelarse todos los circuitos de circulación petrolera, incluyendo al de América Latina y África. Estados Unidos no tiene garantizado un triunfo.
También podría alentar políticas de dumping para hacerse presentes con las empresas respectivas en las zonas de mayor producción petrolera y gasífera. Y luego desatar una competencia similar en los países productores por abastecer a los mercados más rentables, los que no son los alcanzados por aranceles.
Dentro de esa competencia habrá lucros cesantes por pérdidas de mercados o, en el caso de E.U., por desviar exportaciones para sustituir importaciones que en el caso de un embargo canadiense alcanzaría los 2.86 mbp, unos 228.8 millones de dólares diarios a un precio de 80 dólares por barril.
Incluso si no se produjera el corte de exportaciones, Canadá deberá buscar nuevos compradores ante una perspectiva de deterioro creciente del vínculo con E.U. y las amenazas de anexión, al menos para desalentar presiones y riesgos de secesión de su provincia petrolera.
Lo mismo cabe para el resto de los proveedores de petróleo estadounidense, más aún si la perspectiva es que sus ventas sean reemplazadas por un arreglo de Trump con las coronas petroleras, una salida rusa o una finta que permita acceder a las enormes reservas venezolanas.
Consecuencias internas
Luego hay que analizar las consecuencias internas en el caso que los aranceles sean cargados al precio interno. En ese caso, la economía de E.U. asumirá un aumento automático proporcional al monto del impuesto externo. Necesitará agrandar la oferta para neutralizar esa subida, y regresamos al mismo escenario. Para aumentar la producción puede que necesite socios externos que financien esa expansión, dado que con el recorte de 2 billones del presupuesto central prometido por el dúo formado por Elon Musk y Vivek Ramaswamyse hace imposible justificar créditos o subsidios para acelerar la extracción y refinado.
Y si el plan de Trump para fortalecer a la industria y la economía local funciona, entonces aumentará aún más la demanda interna de crudo y refinados. Si no satisface el apetito por más crudo y refinados, lo más probable es que aumenten los precios hasta que la oferta pueda ponerse a la altura.
Para evitar ese escenario, E.U. deberá aumentar su acceso al crudo, y ello a la fuerza va a condicionar a su política exterior, porque deberá habilitar mercados que puedan cubrir la brecha rápidamente hasta que la industria local supla el faltante. Y en esa instancia, la necesidad tiene cara de hereje.
A Trump se le presenta una disyuntiva: si busca mas problemas con sus aliados y vecinos, es probable que deba acudir a acuerdos con más de un autócrata para obtener más petróleo e impedir que sus decisiones se reflejen en los surtidores y los tickets de compra de sus votantes.
Pero el regirse solo por las necesidades de la economía local, puede terminar por romper su vínculo con sus socios tradicionales y alentar a las autocracias para lanzarse en otra acción desestabilizadora, ahora financiadas y comprometidos con Trump por las necesidades mutuas. Ese escenario afectaría tan negativamente a E.U. y a la economía global como lo hicieron la invasión a Ucrania y el ataque del 7 de octubre porque ¿Qué es lo que sube de precio y escasea ante cada nuevo conflicto? El petróleo es el alfa y el omega de la futura política exterior de Trump. Lo fue en su primera presidencia y seguramente lo será en el nuevo mandato.
Al abordar la agresividad de Trump desde la perspectiva petrolera es posible explicar con bastante eficacia sus expresiones más polémicas y lo que ha provocado. Incluso sirve para entender las acciones que parecen inexplicables desde la lógica política. Por ejemplo, la actitud “tolerante” hacia Putin y Maduro, los delirios sobre la anexión de territorios de sus socios tradiciones como Canadá y Groenlandia e incluso el cambio de rumbo desde una campaña en la que prometió pacificar el mundo hasta el presente en el que no deja de crear conflictos.
Trump es un misterio hasta que se entiende la premisa básica: “siga el rastro del dinero”. En política exterior ese rastro conduce siempre a los intereses petroleros y el precio del crudo. Es la cruda realidad que se viene en los próximos cuatro años. ~
Escritor y periodista argentino.