Pocas cosas tan odiosas como el kitsch premeditado, peor aún si se hace pasar por extravagancia y humor. La película Los pajarracos, de los mexicanos Héctor Hernández y Horacio Rivera, explota y trivializa el imaginario fronterizo a través de una historia de narcos, madrotas y sectas prehispánicas, carente de sustancia y sobrada de autocelebración. El guiño a géneros populares, la incursión en culturas subterráneas y hasta el rescate de actores de culto no garantizan que la película que los conjuga tenga una razón de ser.
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Las parodias, para ser efectivas, deben abrazar el ridículo. Preocupada por ser visualmente atractiva y estilizada en la forma, Los pajarracos intenta una recreación del ridículo pero se niega a codearse con él. Es por ello condescendiente y estéril, como todo lo que se inscribe en la estética de la sordidez chic. ~
es crítica de cine. Mantiene en letraslibres.com la videocolumna Cine aparte y conduce el programa Encuadre Iberoamericano. Su libro Misterios de la sala oscura (Taurus) acaba de aparecer en España.