Fui a la escuela hasta el sexto año…”, me dijo Juan, pero hablaba de Sófocles, de Góngora de Eliot no como quien ha pasado por ellos sino como quien los ha hecho parte de sí, siempre con una inteligencia dúctil y a ras del suelo: “Mi madre me decía muchas cosas que después yo leí en Séneca.”Juan me contaba que el primer libro sobre arte moderno que leyó fue Ismos, de Ramón Gómez de la Serna, cuando era adolescente. Aunque conoció muy bien ese libro, escrito en los años veinte y dedicado a las vanguardias europeas, decía no haber sido influido por él… excepto por un capítulo dedicado a Charles Chaplin que Gómez de la Serna insertó, inopinadamente, justo entre el dadaísmo y el surrealismo, con un movimiento llamado el charlotismo, del que a la letra dice:El charlotismo es algo así como el baile de un hombre solo en medio de las vanidades y las fiestas engoladas del mundo. Con ese baile ha conseguido hacer un hombre solo una revolución de gran tribuno, una revolución que comienza ahora a ser interpretada y que se reanudará y seguirá su obra en los cuadros de un nuevo pintor…No, no tendría por qué ser Juan ese pintor anunciado. Pero él se declaraba influido por Chaplin, mas no por los pintores vanguardistas. Rasgos de la gracia de Charlot, de su infantilismo, rebeldía, burla, inteligencia, distracción y ternura eran reconocibles en el humor de quien prefería empujar la carambola de la antisolemnidad ante la andanada de los reconocimientos. El año pasado, cuando el gobierno de Francia le otorgó la Legión de Honor en grado de Oficial, me dijo con su cara de lagarto y una carcajada: “Creo que los engañé.” Era la gracia de un hombre por momentos tímido que sabía esquivar el mérito propio sin falsa modestia. “Niño permanente” lo llamó Octavio Paz, mientras que resuena otra vez Gómez de la Serna sobre Chaplin: “Charlot es el gran niño mañoso de la humanidad, el niño que se retrasa en los hombres, el niño embarazoso que vuelve a surgir en las fiestas de la vida, en los bautizos, en los bailes, entre el público de las cenas”. Y sí que son inolvidables las cenas con Juan. De esa habilidad para inundar el mundo de risa con verdades sencillas, hay una forma de alegría que él supo adoptar públicamente y que hoy, a su muerte, es un legado que debemos agradecerle, pues él y Marek Keller orientaron en el corazón de la vida de México un reconocimiento y aceptación a la pareja homosexual desde finales de los años setenta, en tiempos en que el rechazo era y es común, y las uniones no son aún reconocidas civilmente. Pero como a Juan no le interesaba el qué dirán ni los méritos propios, una vez me dijo: “Si en Shakespeare la Reina de la Noche se enamora de un burro y en las comedias griegas se enchufan por delante y por detrás, ¿a qué estamos jugando?, ¿qué el sexo no es así?, ¿qué puedes hacer que espante tanto a la gente si a todos se le ocurren las mismas cosas?” Sí, Juan, pero no es gracia menor haber compartido abiertamente con tantos amigos y desconocidos la felicidad de tu vida en pareja. Y esta vez no nos engañaste.
(ciudad de México, 1956) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es 'Persecución de un rayo de luz' (Conaculta, 2013).