Señor Fernando García Ramírez
Querido Fernando:
Según tu opinión, Zaid a debate es un libro desigual, aunque, de “cualquier modo, no deja de ser un volumen muy interesante [acerca de] una figura crítica a la que le hacía mucha falta la crítica de su figura…” Incluyendo las inteligentes y sugerentes tesis de Payró (quien sitúa a Zaid sobre una de las líneas del pensamiento posteconomicista), ¿realmente crees que se dio el debate, es decir, la crítica de Zaid en un recto sentido? Por mi parte confieso que en aquellas trescientas páginas apenas encontré algo más que un abultado conjunto de glosas laudatorias (entre las que cuento mi texto): actas a favor de nuestras deudas indiscutibles con Zaid, pero testimonio también de cierta consideración un tanto equívoca.
En este sentido, el coro de reconocimientos me cansó muy pronto (los mismos lugares comunes que ya sabemos) y, por contraste, hizo evidente para mí la necesidad de una discusión más libre. Entiendo, desde luego, que Zaid a debate se inscribe dentro de los actos diversos de un merecido homenaje, con participación privada (la editorial y revistas que tú mencionas) y aun pública (del Estado). Por lo mismo, parecería natural la ausencia de un disenso bien articulado dentro de dicho volumen; sin embargo, creo necesario decir que el título incitaba hacia algo que nunca ocurrió, esto es, un debate preciso allí donde en efecto más falta nos hace: las opiniones e ideas de Zaid. En este orden me parece retórica tu afirmación según la cual la obra de Zaid “se vio súbitamente iluminada desde todos los ángulos posibles”. Justo hubiera sido señalar en cambio que, de manera unánime, quienes participaron en Zaid a debate obviamos la más mínima disonancia. Cuestionamiento necesario creo yo, a menos que se compartan las convicciones indefendibles de Mata: “Imponerse o dejarse imponer la tarea de ‘criticar’ las ideas de Gabriel Zaid puede parecer un propósito retador y sugerente, pero me animo a asegurar que sus resultados han de verse condenados al aburrimiento…”
Por lo que a mí se refiere considero indispensable aún aquello que a Mata le aburre… Será porque no veo a Zaid como un guía espiritual sino, antes bien, me interesa en la medida en que constituye una “figura crítica” a través de la cual podemos leer nuestros acontecimientos y su historia: esa dimensión de la realidad singular por irrepetible (no por trascendente u objetivamente incuestionable) de la que hablaba Aron. Dicho lo cual, ¿no te parece inquietante esa especie de magisterio inobjetable con el que aparece Zaid? Sin duda sobran los temas y dilemas a cuenta de aquella crítica menos condicionada de la que hablé al inicio. Por ejemplo y sólo por adelantar uno entre los obvios: tan pendiente ayer de las taras del saber universitario en el poder, en dónde está aquel escepticismo inquisitivo de Zaid, ahora de frente al ejercicio errático por parte de una oficialidad no libresca. Vistas así las cosas, junto al ideal suscrito por él del empresario celosamente independiente agente histórico según Jacques Ellul de la leyenda anarquista “Ni Dieu ni Maître” nuestros entrepreneurs reales pero sexenales han resultado más que incómodos.
Ahora bien, quizá me equivoco al reclamar todavía aquel ánimo con el que Zaid hoy atareado con cierta disertación erudita sobre el progreso alentó las horas de Plural y Vuelta… Sin embargo, no creo equivocarme si aún me pregunto: ¿en dónde está esa crítica de Zaid de la que hablas? –
(ciudad de México, 1963) es poeta, ensayista y editor. Actualmente es editor-in-chief de la revista bilingüe Literal: Latin American Voices.