Se puede refutar la existencia de Dios
pero no la del diablo.
No verás mejores tomates en mucho tiempo.
Ven, Marta, muérdelos,
como si fueran manzanas.
Y después de cada mordisco
añade una pizca de sal.
Si el jugo se desliza por tu cuello
y mancha de rojo tu escote,
inclínate sobre el lavabo.
Desde allí podrás ver a tu marido,
parado en mitad del sembrado:
una de sus ideas más amargas se le encara
y extiende sus brazos como un espantapájaros. –
Versión de Jordi Doce