Hamburgo ha sido en los últimos años cuna de dos peculiares movimientos. Aunque su concepto y modo de entender la literatura es distinto, y en cierta forma opuesto, el origen de lo que se conoce como Macht (“Poder”) y Hamburger Dogma (“Dogma de Hamburgo”) es el mismo: jóvenes inconformes con el actual estado de la literatura, el mercado y la concentración del poder intelectual. Ambos grupos ofrecen una visión literaria alternativa que da frescura a las actuales estructuras del mundo editorial (léase lo mercantil), los códigos de complicidad entre agencias y editoriales, autores y mercado, arte y academia.
Desde 1993, varios escritores underground, a los que se han ido sumando numerosos jóvenes, y que en 2000 terminaron por agruparse en lo que hoy se conoce como Macht, iniciaron una serie de inusuales lecturas poéticas, tertulias literarias y musicales, y se consagraron además a la elaboración de cortos y documentales; más tarde, sus miembros lograron patrocinar un evento mensual (al que asisten un promedio de trescientos invitados), fundar una revista y, finalmente, a través del grupo editorial Groenewold-Verlage, editar en febrero de 2002 un libro con sus mejores relatos, muchos de ellos escritos bajo la filosofía de leerse en público, rescatando la figura del cuentacuentos.
Macht explica Tina Ubel, una de sus fundadoras busca “formas de literatura viva, independiente del mercado tradicional: queremos llenar el hueco entre lo establecido y lo underground“. El nombre Poder responde al hecho, evidente, dice Ubel, de que lo que “nos hacía falta era precisamente eso, poder para cambiar el estado de las cosas”. En Alemania, explica, está muy extendida la idea de que la literatura que no lastima o no aburre no es arte. Macht quiere unir esa brecha entre la supuesta alta cultura y el entretenimiento. “En Alemania tuvimos una generación llamada Autorenfilmer que hizo películas terriblemente serias y aburridas; nadie las fue a ver. Tuvimos una generación llamada Sunrkamp, de escritores con un estilo artificialmente intelectual, académico y mortalmente aburrido; por supuesto, nadie compró sus libros. Pero, por eso mismo, se entendió estúpidamente que aquello respondía a alta cultura. Esta gente normalmente vive en circuitos intelectuales cerrados, de premios literarios y subvenciones artísticas. En estos círculos se entiende que si tus libros se venden se pierde reputación, porque, para ellos, ¡si a la gente le gusta lo que haces, significa que lo que haces no tiene nivel artístico alguno!”.
Los planteamientos de Dogma (1999), por otra parte, más cercanos a los principios básicos del periodismo escrito (algunos de los cuales, paradójicamente, requerirían hoy un verdadero análisis de su sentido), ofrecen una visión literaria innovadora que, cuando menos, sirve como experimento creativo. Sus postulados son simples y rigurosos a la vez: 1. los adjetivos deben ser evitados; 2. los sentimientos no deben ser nombrados, sino representados; 3. las metáforas están prohibidas; 4. es obligatorio escribir en presente; 5. una frase no debe tener más de quince palabras; 6. está prohibido cambiar la perspectiva; 7. el narrador omnisciente ha muerto; 8. todo texto que se adscribe a los postulados de Dogma debe ser reconocido por el autor como tal.
En una carta dirigida a los críticos alemanes, Dogma fue expresamente cuidadoso de justificar cada uno de sus ocho postulados, previendo la crítica que caería sobre ellos, y ofrecía a la vez ciertos matices para cada uno. Del primer postulado decían, por ejemplo, que se diferenciaba entre adjetivos definitorios y adjetivos calificativos (son éstos los que habría que evitar), o del séptimo que el autor no podía estar nunca por encima del texto. En sus explicaciones, sus miembros añadían: “quien no interprete estos postulados como limitaciones, sino como exigencias para el descubrimiento, llegará a otro tipo de lenguaje… Cuando a una metáfora débil, una expresión verbal estúpida, un adjetivo soso se le prohíbe existir, se alcanzan formas de expresión frescas y potentes, sin trucos”. Ésa, de acuerdo a Dogma, es la esperanza que subyace en el experimento.
La convergencia entre Macht y Dogma se materializó en el libro Macht, en el que se incluyeron cuentos dogmáticos. La antología, además de original, tiene relatos extraordinarios y conmovedores. En un panorama literario tan desangelado como el español, es refrescante saber que, más allá de las fronteras, hay quienes dan salida a proyectos diferentes. ~
Periodista y escritor, autor de la novela "La vida frágil de Annette Blanche", y del libro de relatos "Alguien se lo tiene que decir".