Ahora vendrán, ya han venido, los ministros, secretarios, sub-secretarios, delegados de gobierno, jefes de negociado y demás peldaños del escalafón repartiendo el dinero de los presupuestos como si la reparación corriera de sus bolsillos. Ahora vendrán, ya han venido, las compulsiones del censor, los escamoteos, las cifras maquilladas y el pinchazo de la anestesia. Ahora vendrán, ya han venido, los portavoces, periodistas sumisos, fontaneros fantasmas y correveidiles profesionales achicando las cámaras y aplicando un barniz amable sobre las imágenes y los datos. Ahora vendrán, ya han venido, las comisiones de expertos y los expertos a comisión. Ahora vendrán, ya han venido, los presentadores horteras, las galas televisivas, las colectas, el “Galicia somos todos”, el sentimentalismo de cartón piedra y la lentejuela absurdamente festiva. Ahora vendrán, ya han venido, el juego de recriminaciones, censuras y reprobaciones teatrales. Ahora vendrán, ya hemos venido, los comentaristas con nuestras palabras a juego, el coro que jalea, reprueba y comenta desde la segura barrera de una columna.
Pero no hay mérito en hacer lo que uno siempre hace, en cumplir con el deber que tiene asignado incluso en momentos de crisis. El mérito está, ha estado más que nunca estas semanas, en esa sociedad civil que no esperó otro remedio que su propia iniciativa, que fue fiel a su vigor latente y se lanzó a las playas, a los puertos, al mar a fin de plantarle cara a la marea negra que anegó la costa gallega. El mérito, la voluntad de lucha, la esperanza, la lección de coraje y entereza ante la adversidad. El terco escepticismo que despierta esa abstracción inabarcable que es la humanidad se disuelve por momentos ante las imágenes de los pescadores y marisqueros que salieron en sus barcos a recoger el fuel casi con sus propias manos, de los cientos de voluntarios venidos de cualquier lugar a colaborar con paciencia y humildad en las tareas de limpieza, de los hombres y mujeres que no se resignaron a la insultante dictadura del hecho consumado. Contemplamos esta foto, una de tantas que podríamos haber escogido, y rendimos tributo al coraje y la tenacidad de una sociedad civil que ha dado una vez más lo mejor de sí. Pero el tributo no puede hacernos olvidar que su coraje ha sido y es el de los abandonados, el de los dejados a su suerte por los gobiernos y las instituciones, el de los que descubren que siguen estando en primera línea de fuego. Inclinémonos ahora ante los que estaban, sí. Pero no nos olvidemos luego de pedir responsabilidades a los que no estaban, ni siquiera para estar en la foto. ~
(Gijón, 1967) es poeta, crítico y traductor. Ha publicado recientemente 'Perros en la playa' (La Oficina, 2011).