Mirando con un ojo bien abierto

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Hace dos meses vi el documental Stanley Kubrick, una vida en imágenes. Muchos de ustedes habrán visto este documento total de la vida y obra de un artista del siglo xx. Aquellos que no lo han visto deben verlo. Narrado por Tom Cruise y con innúmeras entrevistas con familiares y amigos, este documental es uno de los mejor hechos a una gran figura del cine —viva o muerta.
     Pero no vengo a hablar de esta biografía en cine y en el cine. Quiero hablar del último filme de Kubrick, su obra maestra Eyes Wide Shut —título que se puede traducir como "Mirando con los ojos bien cerrados". Esta película, previo a su estreno mundial en Londres y Nueva York, recibió una publicidad que resultó no un cañonazo sino un tiro por la culata. Los anuncios por todas partes, ilustrados con vistas de las partes privadas de sus protagonistas, Nicole Kidman y Tom Cruise (casados en la vida como en el filme), parecían prometer una función de porno suave en cada escena, y contaban además con la presencia de otras mujeres más o menos en pelotas —que resultó para muchos un bulo decepcionante. Había, como premio al mirón futuro, una orgía central que se vio en la pantalla, funcionando tan terminal como una antiorgía. O si quieren una orgía metafísica —es decir, un espeso misterio amoral.
     La trama en realidad (o en la irrealidad del cine) trata de una sola pareja: ella es bella y amorosa, una buena madre que es fiel a su marido, un médico con dinero y fama local (si algo puede ser meramente local en Nueva York), pero es  también un hombre noble y serio y dedicado por entero al bienestar de sus pacientes y sus parientes —inclusive en articulo mortis. Todo le va bien, muy bien a esta pareja ideal hasta que su esposa le hace una confesión íntima, en paños menores, que se vuelve una revelación mayor. Ella siempre le fue fiel, lo saben los dos. Pero hubo una ocasión en que vio pasar a un bello oficial de marina y por un momento de tentación pensó fugarse con ese desconocido. La fuga pasional (porque ella le cuenta a su marido lo que fue una pasión teórica que duró apenas unos minutos imaginarios) el marido la transforma en una serie de imaginaciones eróticas fabricadas por él mismo, en las que ve a su mujer fornicando indecente como nunca lo había hecho con él mismo en su cama.
     No hubo infidelidad, pero la visión se convierte en una pesadilla despierto, recurrente, mientras él transita por la ciudad. Al fin se encuentra voluntariamente en una orgía, que es una misa negra con encapuchados, efectivamente todos vestidos de negro, que le orquestan un juicio final falso. La revelación del coven viene de los caballeros cubiertos y mujeres totalmente desnudas excepto por las máscaras ubicuas. Es la madrugada de los falsos magos y el regalo es el sacrificio ofrecido (es en verdad una ofrenda amoral) por una mujer a la que ha salvado antes en la noche pero que ahora no reconoce en su desnudez —ya que como todos, un detalle freudiano, lleva una máscara dorada. El aquelarre culmina no con los coitos tal vez dramatizados para beneficio del médico mirón sino con una amenaza real. Todo musicalizado con semitonos sombríos cortesía de Gyorgy Ligeti, el autor de Le Grand Macabre.
     Eyes Wide Shut está basada en una novelita de Arthur Schnitzler titulada Traumnovelle. Una posible traducción del título podría ser "Novela sueño", pero se traduciría mejor si se la llama "La novela del sueño" y, en efecto, la película comienza como un sueño erótico, para terminar siendo una pesadilla imaginada pero recurrente: esos momentos funcionan como una suerte de flashback más masoquista que sádico. Esa es la característica mental del protagonista masculino que sufre los ataques imaginados de un adulterio que nunca ocurrió —y toda Eyes Wide Shut es más anafrodisiaca que erotizante.
     Esa es una posible lectura de la novella. Pero hay que recordar que Arthur Schnitzler era, además de médico de la alta sociedad de Viena, un admirador de su contemporáneo también judío Sigmund Freud, al que se adelantó en su tesis de que el erotismo no es más que una enfermedad mental. Curiosa variación del erotista para un vienés que era un médico reconocido y un mujeriego conocido —además de un autor de gran éxito, como lo prueban las diversas versiones de su obra entre musical y misógina que ofrece múltiples variaciones de un tema erótico. Titulada Reigen, es más conocida por la orquestación visual que le dio Max Ophüls en su versión de La ronde, película francesa —que como todo el cine gálico de entonces jugaba al sí es no es erotizante. En La ronde hay un encadenado de juguetes escénicos entonces llamado "cine atrevido".
     Y ahora sigue y prosigue la trama de La ronde —que es un tiovivo amoroso en que una prostituta conoce a un soldado que a su vez conoce a una criadita que a su vez conoce a su señor que a su vez conoce a una mujer casada que a su vez conoce al marido que a su vez conoce a una modistilla que a su vez conoce a un poeta que a su vez conoce a una actriz que a su vez conoce a un oficial que conoce a la prostituta que a su vez conoce al soldado que a su vez—, pero es la noche de ronda, noche redonda. El prefijo del amor que une a todos los personajes podría ser la sífilis y una versión actual enlazaría a todos los personajes con el incurable virus del sida. Conocer es en un sentido figurado cohabitar, es decir fornicar. Pero todo en realidad es la lista de Schnitzler. –

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