Una semana antes de la toma de posesión de Fox, recibí una llamada de su secretaria particular para invitarme a una comida con creadores e intelectuales en la ciudad de Oaxaca, el 2 de diciembre, "a las dos de la tarde en punto". El banquete estaría presidido por el propio Fox, "en un afán por estrechar sus lazos con la comunidad artística y cultural de México", y, durante el mismo, Sari Bermúdez, la flamante directora del CNCA, expondría su programa de cultura y daría a conocer algunos nombramientos importantes. Agradecí la invitación y pedí dos días para confirmar mi asistencia. Ajeno al mundo de la política y apartidista como soy, celebré, sin embargo, la caída del PRI, el meritorio triunfo de Fox y el ejercicio real de la democracia en México; así que decidí viajar a Oaxaca.
Cuando confirmé mi asistencia, la secretaria me informó que no cubrían gastos de hospedaje ni de avión, sólo el banquete y un autobús que saldría a Oaxaca el mismo día 2 a las ocho de la mañana. Me puse de acuerdo con Aurelio Asiain, quien también decidió asistir, y al cuarto para las ocho nos presentamos en una oficina de "Logoterapia", ubicada en la calle Séneca, en la colonia Polanco. Una secretaria nos ofreció café, nos buscó inútilmente en la lista de "confirmados" y nos registró a lápiz y con errores (Aurelio, siempre tan orientalista, resultó el señor "Sian" y yo, simpatizante de los gansos y aficionado al pathé, el señor "Igancio"). En el grupo de "creadores e intelectuales" sólo pudimos identificar al director de orquesta y compositor Sergio Cárdenas, quien nos comentó que a él y a los demás colegas los habían citado a las siete de la mañana en punto, hora desde la que esperaban el autobús. En lugar suyo llegaban solamente camiones de la basura, que Sian, Cárdenas y yo anunciamos por turnos como nuestro digno y ansiado vehículo de transporte. Tiempo largo tuvimos también para explorar el centro de Logoterapia y leer el folleto que da la bienvenida a una institución contra el sufrimiento físico, mental y espiritual. A las nueve de la mañana me pareció claro y consecuente que nos hubieran citado en una institución contra el sufrimiento, ubicada además en la calle que rinde honores a un filósofo estoico. A las diez, estoicos y todo, el hambre nos lanzó al Oxxo de la esquina, donde providencialmente fuimos salvados de los chiclosos lonchibones por un carrito de macizas y masudas tortas de tamal. Fue a las las diez y media, creo, cuando habló el chofer. Contestó la secre y secreteó al encargado la información que se encargó él de divulgar: que ya venía, desde Coapa, que no nos preocupáramos porque lo conocía muy bien desde la infancia y manejaba rete rápido. A las once con doce minutos y trece segundos, incrédulos en más de un sentido, cruzamos con nuestras maletas Avenida Masaryk para abordar el mismo autobús que… muchos kilómetros después… cerca de las cinco de la tarde, nos depositó a dos cuadras de Santo Domingo, magna sede del convite.
En la explanada había un gendarme que frenó nuestra ya larga trayectoria (no cultural sino kilométrica): "No pueden pasar. Además, pa'qué, si la comida ya terminó".
Veinte minutos más de espera nos doraron bajo el sol de Oaxaca, al cabo de los cuales recibimos la orden de acercarnos a la reja de acceso. Esa última aduana me puso nervioso, pues un guardia pasaba lista de "confirmados", y a mí tanto las listas de asistencia como las confirmaciones me potencian y actualizan traumas. Ahora bien: no entiendo por qué yo sí la libré y mi amigo, el señor Sian, no; el hecho es que me despedí de él mientras oía a lo lejos su argumento irrebatible y vano: "Entonces, ¿para qué me hacen venir hasta acá?" No pude reprimir una carcajada, como tampoco dejar de pedir auxilio para el señor Sian, literalmente tras las rejas. Llegó él cuando saludaba yo a Eduardo Lizalde y Arturo Rivera. Nos enteramos de que la comida no había comenzado, de que Fox ya venía en camino, y vimos que una buena porción de la concurrencia iba cayendo presa de una borrachera de mezcal. En el preciso momento en que imploraba yo unas bebidas, llegó Fox, quien dijo que tenía primero la palabra el gobernador de Oaxaca; cayó una lluvia de aplausos, bastante intempestiva, y el señor gobernador dijo, en efecto, unas palabras: pocas y poco memorables. Enseguida, el presidente Fox dijo otras, igualmente. Bueno, no: pocas y un poco más memorables. Que Oaxaca era en un estado muy hermoso, pero que ya tenía que irse a Monterrey. Que lucharía sobre todo por los marginados, etc. Luego retomó Fox el micrófono para pedir disculpas por no mencionar a los intelectuales, creadores, artistas, que lo acompañábamos; que no había sido nada personal. Cedió la palabra a Sari Bermúdez. Nada de programas de cultura ni nombramientos altos ni diálogo con los comensales; la afable comunicóloga informó: "El primer nombramiento de cultura es para Oaxaca: la directora de Culturas Populares es Griselda… Griselda…" …y le pasaron un acordeón para que mencionara el apellido, Galicia, que particularizaba notoriamente a esa Griselda. Más aplausos. Fin de la fiesta.
Fox probó mole, estrechó manos, besó mejillas y partió, seguido por Sari y su séquito, mientras los invitados sin anfitrión aprovechábamos para beber, por fin, unos tragos y comer mariscos, arroz y pollo en mole negro… frío. Pensé en Pessoa, en: "¿Por qué, si pedí callos a la portuguesa,/ me los trajeron fríos?"… Apurado el mole frío, comenzó la dispersión intelectual. No la divagación alegre: la huida. Cada quien desamarró el chal oaxaqueño de su silla, se cubrió con él para protegerse del frío y se fue. Era tiempo de rescatar equipaje del autobús estacionado a diez cuadras, buscar hotel otras tantas a pata, rematar el día en el zócalo con amigos y mezcales escépticos.
¿Por qué un día después de entrar con pie derecho en Los Pinos apretujó innecesaria e irrespetuosamente su agenda Fox? La mejor interpretación sólo puede emprenderla un ausente visionario: "Por lo pronto creo que es un acierto el hecho de que Sari Bermúdez haya sido elegida para el Conaculta, y creo que estos encuentros como el de Oaxaca van a ser de mucha importancia" (José Luis Cuevas, La Jornada, 8/XII/ 2000).
fue un poeta, narrador, ensayista, crítico musical y ajedrecista mexicano.