José Luis Martínez

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LITERATURA

Curador de las letras mexicanas

Pocas lenguas, de miles que se hablan, han llegado a tener literatura. Es un milagro que aparezca la conciencia literaria y se proponga producir obras perdurables. También es un milagro que aparezca la conciencia histórica de la producción acumulada. Esta segunda conciencia literaria, esta conversación, análisis, recuento, de lo que se ha hecho, abre horizontes de lo que se puede hacer. Así surgen las literaturas conscientes de su propio devenir.
     Toda la obra de José Luis Martínez es un servicio al desarrollo de esta conciencia en México. Su principal trabajo puramente histórico, sobre Hernán Cortés, ha sido un esfuerzo por superar el trauma de la Conquista, que todavía deforma la conciencia mexicana. Pero, ante todo, ha sido el historiador de la emancipación literaria de México. Nadie ha leído tan completamente la literatura mexicana desde la Independencia, empezando por reunirla físicamente en su casa. Ninguna biblioteca pública o privada tiene una colección como la suya. Hace años, por ejemplo, se puso a leer toda la novela cristera (que nadie había leído, y que puede considerarse una prolongación de la novela de la Revolución), para añadir tres páginas, después de meses de lectura, a La literatura mexicana del siglo XX, cuya primera parte escribió.
     Cuando nadie creía en la importancia de historiar la literatura de México independientemente, subestimada como floja, aburrida, decimonónica, estudió sus obras, su nacionalismo y la constitución de nuestra república literaria, que ya no era, ni quería seguir siendo, un virreinato literario. Hay cierto paralelismo en esta empresa con los trabajos de Ángel María Garibay y Miguel León-Portilla para la literatura indígena, de Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte para las letras novohispanas, de Vicente T. Mendoza y Margit Frenk para la canción popular. Como José Luis Martínez, dedicaron esfuerzos menéndezpelayescos a campos literarios declarados inexistentes o de poco interés, hasta que ellos demostraron lo contrario.
     Estos esfuerzos son un lujo y una buena suerte de pocas literaturas. Favorecen el desarrollo sostenido y consciente, aunque no lo aseguran. Las obras inmortales, de los clásicos griegos o el Siglo de Oro español, nos hacen olvidar que las literaturas son mortales, y que hasta grandes literaturas han venido a menos, con resurgimientos posteriores o muertes definitivas. Nadie sabe cómo empiezan y terminan los milagros: nada los garantiza. Pero la buena suerte que ha tenido la literatura mexicana desde hace poco más de un siglo le debe mucho a la conciencia histórica de su propio devenir que le han dado los grandes ciudadanos de nuestra república literaria, desde Ignacio Manuel Altamirano hasta José Luis Martínez.
     Es un historiador que se ha ocupado de leerla, documentarla, historiarla, editarla, con un sentido de responsabilidad poco común; con un cuidado en la prosa y en el dato que es elocuente por sí mismo. No sólo hay que contar la historia: hay que cuidarla, con la esperanza de que siga el milagro. –

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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