Ayer BuzzFeed publicó de manera íntegra un reporte, no confirmado, sobre los acercamientos de Putin, el Kremlin y la inteligencia rusa hacia Trump y su equipo. El reporte también detallaba otros acercamientos, más íntimos, que incluían la suite presidencial del Ritz-Carlton en Moscú y unas golden showers.
La decisión de BuzzFeed fue cuestionada por diversos medios (acá, acá y acá pueden leerse algunas críticas) y mientras el debate sobre la ética periodística y las noticias falsas volvía a encenderse, Trump llegaba a su primera conferencia como presidente electo.
Hay varias perlas de esta conferencia, pero la que me interesa rescatar es el “veto” que Trump impuso a Jim Acosta, corresponsal senior de CNN en la Casa Blanca. Montado en la rabia por el reporte de BuzzFeed, Trump aprovechó para acusar a CNN de generar noticias falsas y no permitió que el corresponsal hiciera su pregunta.
No destaco este momento por el “veto” mismo (¿a estas alturas alguien se sorprende de que Trump –candidato, presidente electo o presidente–, tenga esos desplantes?) sino por la reacción del resto de la prensa. Más de 300 reporteros y corresponsales presenciaron ese acto hostil y vergonzante, y aun así al final de los infructuosos esfuerzos de Acosta por hacer sus preguntas solo se escucharon aplausos.
No sé si los aplausos fueron hechos por parte de la prensa o solo son atribuibles a una muy escandalosa porra de Trump, pero fue tan llamativo como preocupante que tras presenciar la agresión verbal y censura contra Acosta la prensa siguiera con la conferencia. Se hicieron otras cinco o seis preguntas, pero ninguna retomó en voz alta la pregunta que quería hacer Acosta y tampoco nadie dijo que los medios no tolerarían esa clase de amedrentamiento. La prensa tuvo la oportunidad de demostrar a Trump que no sería fácil de intimidar, pero solo hubo silencio y Trump seguramente tomó nota de ello.
Es politóloga, periodista y editora. Todas las opiniones son a título personal.