Debido a una restricción contractual, no pudimos publicar en línea el cuento de Lorrie Moore que aparece en nuestro número de junio. Aquí, algunos comentarios sobre el proceso de traducción.
– La redacción
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Algunas notas sobre la traducción del cuento Referential de Lorrie Moore.1
Mi más reciente rencuentro con Signs and symbols de Vladimir Nabokov fue en voz de Mary Gaitskill, y por ello recuerdo con claridad detalles que el cuento omite: la ropa gris de los inmigrantes rusos, la escalera de madera en la que el marido espera resignado a su esposa y el ambiente de austeridad anímica y desesperanza. Suelo ver Nabokovs donde no los hay, pero al leer Referential, me fue evidente, desde la primera mermelada, que ahí había Nabokov encerrado.
Referential es ya en sí una traducción –horizontal, si se quiere– de Signs and Symbols. Lorrie Moore lo llama “homenaje”, pero bastan un par de lecturas para saber que es mucho más. En ambos cuentos, el personaje principal sufre de una suerte de esquizofrenia (descrita como “manía referencial” por Nabokov) que lo hace encontrar referencias ocultas a su personalidad en el mundo que le rodea, donde los libros hablan de su vida y la naturaleza le esconde mensajes. La madre en el cuento de Moore se pregunta si no comparte la manía del hijo y, después de haber saltado durante semanas entre un cuento y otro, entendí (quizá contagiada del mismo mal) que Referencial no lo es sólo de forma intertextual sino meta-literaria. Moore pareciera por instantes saltar la barrera y mirar discretamente al lector a los ojos, recordándole que detrás del texto está siempre ella.
Cuando Umberto Eco terminó El nombre de la rosa, en un gesto de novelista neófito y entusiasta de la traducción, envió a sus traductores copias anotadas de su novela, llenas de paréntesis aclaratorios: aquí hay una alusión que quizá le escapará, acá otra que funciona sólo en italiano, etc. En Referential, como en las copias anotadas de Eco, los paréntesis de Moore están en su sentido del humor, en su sintaxis tropezona y el cuidadoso emplazamiento de algunas frases de Nabokov.
Referencial es un cuento excelente y conmovedor; el homenaje a Signos y símbolos lo enriquece justamente porque las dos historias tratan de referencias y obsesiones, la prosa de Lorrie Moore es, con o sin guiños a Nabokov, compleja y llena de metáforas y tropos casi imposibles de traducir. La estructura del cuento, como el universo de sus personajes, está delicadamente compuesta de mensajes a descifrar: un esfuerzo lector que pocos realizarán; una evidencia que nos hace preguntarnos si Moore (a diferencia de Perec o Calvino y sus diagramas faro) quiere que se descubra su tras bambalinas o si –peor aún– tales códigos y referencias existen realmente. En una simbiosis involuntaria, esta traducción se fue transformando en una edición crítica “de buró” que, como las referencias ocultas de Moore, no será aparente para casi nadie.
Desde el principio y hasta la última versión marqué en azul las frases tomadas directamente de Nabokov para evitar que se alteraran en alguna corrección. Corría ese riesgo: las frases correctas pero secas de la traductora de Nabokov, languidecen ante la prosa carismática de Moore.
Durante años Lydia Davis se negó a traducir Madame Bovary: lo había leído en su juventud, traducido al inglés, y no le interesó particularmente. Cuando por fin aceptó, consultó las veinte versiones de Madame Bovary en inglés y se dio cuenta de que estaban llenas de errores, torpezas e invenciones. Comprendió que aquello tan poco remarcable que había leído de joven no era realmente Flaubert. Lamentablemente, la versión española de Signs and Symbols no es realmente Nabokov.
Aún así, decidí respetar el proceso de Moore y enlazar a Nabokov desde su –única– traducción al español, así como intentar traspasar al español las brillantes rarezas y excentricidades sintácticas de Lorrie Moore. En la introducción a su Madame Bovary, Davis explica cómo y por qué decidió preservar los “fallos” de Flaubert que otros traductores habían corregido. Lo hizo “a petición” de sus editores, preocupados de que pudiera tomarse como un descuido de su parte. Las rarezas en Referencial son mías (o, espero, de Lorrie Moore), la revisión de este cuento (por parte de Letras Libres y de un cuarteto de amigos generosos) ha sido todo menos descuidada.
Cuando hablo sobre mis experiencias con la traducción (con un fervor y celo que rozan la obsesión con el texto original), los traductores profesionales me miran con una mezcla de ternura, solidaridad y condescendencia. No me pretendo traductora, no podría, no sabría cómo traducir bien sin dedicarle a cuatro páginas un mes. Traduzco como artista visual y cada traducción (para mí un acto casi plástico que no dista mucho de la edición y montaje de video) se inserta en el conjunto de mi trabajo como una obra más. De haber sido escritora lo habría sido traduciendo: la traducción, tan parecida a la construcción poética, es mi género literario preferido.
1 (Mi traducción) de una frase que Lorrie Moore usa en el cuento Dance in America y que, a lo largo de los años, he tomado prestada para más de un proyecto.
Ejerce la polivalencia diletante, vive entre México y París y, cuando no le queda otro remedio, trabaja como artista.