He estado leyendo Studies in the Psychology of Sex con que Havelock Ellis (1859-1939) fundó a fines del XIX y principios del XX la sexología moderna (es mucho lo que le debe Freud, y no sólo como sexólogo). Es una lectura fascinante y divertida que lo mismo se atarea con la ciencia disponible entonces que con las letras, el arte, la antropología y el folklore del abundante mundo.
Voy en el cuarto volumen, Sexual Selection in Man (1927), dedicado al papel de los sentidos en la actividad sexual. Entre ellos, el dedicado al olfato, al odor aphrodisiacus y otras emanaciones corporales resulta especialmente simpático.
Traduzco velozmente algunos párrafos sobre las axilas, horriblemente llamadas también sobacos, para ilustración del pueblo, edificación del científico y enaltecimiento de la raza humana en general. (La obra está disponible en Project Gutenberg, en línea, y se descarga gratis al kindle.)
Cuatro partes de la mujer, dice el Árabe, deben perfumarse: la boca, las axilas, la nariz y las pudenda.
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Sir H. Johnston señala que el olor distintivo está en las axilas, y más aún en hombres que en mujeres. Pruner Bey dice que en hombres es “rancio y amoniacal; es el olor del macho cabrío." El olor axilar cambia de una tribu a otra en África. Castellani dice que la negra del Congo tiene apenas un delicado "goût de noisette”, muy agradable, mientras que las mujeres monbuttu, según Parker, tienen un fuerte aroma a gorgonzola.
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Para los poetas romanos, como Marcial, un olor personal es casi siempre poco placentero, aunque no son escasas las alusiones a los olores como estimulantes del deseo. Por ejemplo Ovidio que, en su Ars amandi (Libro III), considera recordarle a las damas que deben lavarse para no llevar “una cabra en las axilas” (ne trux caper iret in alas).
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Si bien algunos poetas europeos han insinuado que la axila es un centro de atracción sexual, es entre orientales que hallaremos la idea expresada de manera más directa y elocuente. En La transmigración de Yo-Chou, drama chino publicado por Le Mercure de France (8, 1901), encontramos a un joven médico que se dirige de este modo a su prometida:
Alcanzo la velluda cima del monte Chou
pero aún estoy lejos de tu aromada axila.
¡Deberé llegar al cielo
antes de que la brisa me traiga
el perfume de ese nido embalsamado!
El poeta, al parecer, se ha dejado llevar por un entusiasmo poco habitual, incluso en China, tanto así que su futura suegra, luego de manifestar admiración por el poema, señala: “¿Quién hubiera dicho la cantidad de cosas hermosas que hay en la axila de mi hija?”.
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Aubert de Lyons dice que el olor de las axilas aumenta durante la menstruación, y lo describe “acidulado” y con “un carácter de cloroformo”. Por su parte, Galopin señala que algunas axilas femeninas huelen a borregos en celo mientras que otras, en contacto con el aire, poseen una fragancia de ámbar gris o violeta. Las mujeres de piel oscura –según Gould y Pyle— exhalan un olor a ácido prúsico, y las blancas más bien a almizcle.
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Féré narra el caso de un conocido suyo de 60 años con quien solía ir a cazar, de buena salud personal y familiar. Acostumbraba coquetear con las campesinas (sin importar su edad) que andaban sin mangas por los caminos hasta lograr, de manera sorprendente, que le permitiesen meter la mano a sus axilas. Hecho eso, se iba muy satisfecho, llevándose la mano a las narices con evidente placer (Féré, L’instinct sexuel, 1902).
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El olor de la axila femenina, dice un botanista amigo mío, es el de la leguminosa llamada alholva o fenogreco (trigonella foenum-graecum). Es de notarse que la alholva contiene cumarina, que es lo que otorga su fragancia a la alfalfa recién cortada y a otras plantas similares.
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Huysmans, que en sus novelas tanto insiste en los olores humanos y los de la perfumería, y con tanta exactitud, ha dedicado uno de sus Croquis Parisiens(1880) –el que lleva por título “Le Gousset”[1]— a los múltiples aromas de la axila femenina. Escribe:
He seguido esta fragancia por el campo, siguiendo a unas piscadoras bajo el sol brillante. Excesiva y terrible, me picaba las narices como una botella abierta de alkali; me atrapaba, irritándome las mucosas nasales con un recio olor en el que había un sabor a pato silvestre cocinado con aceitunas y un sutil acento de echalotes. Bien visto, no era una emanación vil ni repugnante; se unía, como algo anticipado, a los formidables olores del paisaje; un toque que se mezclaba con el grito en celo de los humanos y de las bestias y los bosques.
Luego se refiere al perfume de los brazos de las mujeres en un salón de baile:
Había un aroma a valeriana con algo de amoniaco, a orina clorinada, brutalmente acentuado a veces, incluso con una leve esencia de ácido prúsico, una apenas fragancia de duraznos maduros.
Estas “cajas de especias”, sigue diciendo Huysmans, son más seductoras cuando su perfume es filtrado por la ropa:
El atractivo del bálsamo de sus brazos es así menos insolente, menos cínico que en el salón de baile, donde están más desnudos y donde más fácilmente saca de su jaula al animal que hay en el hombre. Múltiple, como el color del cabello, el olor de la axila es infinitamente divisible. Su espectro cubre todo el teclado de los aromas[2], hasta alcanzar los aires obstinados de las lilas y el saúco, y a veces evocando el dulce perfume que deja el cigarrillo en los dedos. Audaz –y a veces fatigante– en la morena y en la negra, filosa y feroz en la pelirroja, la axila es embriagante en las rubias, como ciertos vinos dulces.
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Hasta ahí Havelock Ellis. Si hubiera vivido unos años más seguramente habría incorporado al capítulo estos versos de mi poema preferido de André Breton (“L’Union libre”), con los que me despido, nariz en alto:
Ma femme aux aisselles de martre et de fênes
De nuit de la Saint-Jean
De troène et de nid de scalares…
¿Habrá entre los amigos de este blog quien pueda hacer crecer la antología? Por ejemplo… ¿con López Velarde?
[1]Gousset (ménsula) en argot, es axila. Se parece a la “bisagra” mexicana, encantadora metáfora popular.
[2]El lector recordará el piano de aromas que toca Des Esseintes en Á rébours, la célebre novela realista-socialista de Huysmans.
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.