Una vez más un piquete de activistas acelerados agravia a la UNAM privatizando sus edificios. Una vez más la UNAM se encuentra inerme, pues por su propia naturaleza no tiene una violencia que oponer a quienes la emplean contra su intrínseco pacifismo.
Hace bien el rector José Narro al declarar que “no habrá diálogo de ninguna naturaleza mientras tengan tomadas nuestras instalaciones”. Exigir diálogo sobre el poder de facto que deriva de un secuestro ya anula todo lo dialogable: anula la igualdad de los interlocutores. En una universidad, el diálogo es previo a las situaciones de fuerza; en ella el diálogo no es una opción: es su naturaleza y su método. Si se descarta el diálogo para evitar situaciones de fuerza, ¿cómo resolverlas si condicionan el diálogo? El diálogo como posible atenuante del hecho de fuerza nace torcido: legitima la primacía de la fuerza sobre la libertad del diálogo. El único valor de un “diálogo” así, ante encapuchados armados, es el puro pacto, no lo dialogable. Se trata de subyugar al interlocutor, no de escucharlo.
Anima también que no pocos jóvenes estudiantes hayan enfrentado a los violentos y les hayan expresado su repudio. Lo prudente, sin embargo, es no provocarlos. Además es inútil: detrás de sus trapos y anteojos oscuros, nuestros dizque “anarquistas” son la encarnación del autoritarismo.
¿Quiénes son? Algunos de vieja prosapia, como el Colectivo Conciencia y Libertad lidereado por el “El Mosh” y sus privatizadores en 1999-2000. O la Asamblea Universitaria Académica (AUA), de los mismos tiempos y costumbres. Otros parecen más recientes como la “Brigada Negra Anarquista” (franquicia de una matriz española). Su estrepitoso manifiesto es el predecible batiburrillo: avemarías al activismo Malatesta, bolo alimenticio Bakunin, coros infantiles Montessori. Denuncian al “maldito sistema capitalista” y a “las miserias de la filosofía” y declaran que su misión es “atacar al Estado, al ejército, la policía, la iglesia, la escuela, la cárcel, el manicomio, por ser instituciones de control, dominación y muerte”. Atacar a la escuela, tal cual. ¿Para qué? Pues para coadyuvar a “la insurrección popular”.
En este sentido es interesante que los ideólogos del actual “movimiento magisterial” y adalides de la “insurrección popular” se enfaden con los vándalos. Hasta un periódico combativo (que es como un oasis en el desierto de la información) que suele denostar “la criminalización de la protesta social” y aplaudir el apoderamiento ultra de los edificios de la UNAM, ha criticado las “acciones de fuerza” que han dañado a la UNAM (bueno, una vez: cuando “interrumpieron rectorados progresistas”, es decir, cuando Falcón y Castro Bustos zarandearon a Pablo González Casanova. Las muchas otras veces no importó parar a la UNAM porque no eran rectores progresistas.)
El abogado de la “participación social” John Ackerman, investigador de la UNAM, no duda de las “buenas intenciones” de los “chavos”, pero sostiene que la toma de la rectoría “distrae atención de la necesaria unión entre estudiantes y maestros democráticos en defensa de derechos constitucionales”. Los pingos encapuchados –¿quién lo habría dicho?– obedecen a “intereses oscuros”. Aunque no tan oscuros para impedir la conjetura: el mismo ideólogo se pregunta en otro tuit si “será mera coincidencia utilización ocupación #RectoriaUNAM para deslegitimar valioso movimiento magisterial que se expande por todo el país”.
Total, que en México ni siquiera los anarquistas son independientes.
Mientras los ideólogos “conscientes” y “críticos” denuncian a quien sea que esté titiriteando a los anarquistas, se impone apoyar a nuestra Universidad y al rector. Un ingrediente de la impunidad de los violentos surge de otro secuestro paralelo: el de la noción de “autonomía”. Cien o veinte bobos pueden pisotear la autonomía de la UNAM y emplearla para sus fines privados, a sabiendas de que nadie va a denunciarlos por violarla. “Violar la autonomía”, paradójicamente, es algo que sólo se ulula cuando la fuerza pública le regresa la autonomía a su verdadera y única propietaria.
22 de abril
Extritas:
Hay quienes en cambio han manifestado su apoyo a los encapuchados. Un grupo de activos profesores de la UACM (lidereados por el líder sindical Claudio Albertani) considera que “sus demandas son justas” y que el movimiento encapuchado “se inserta en un gran movimiento nacional en defensa de la educación pública, gratuita y democrática que incluye a estudiantes, padres de familia y maestros de varios estados.”
Otros habitantes de la recién-liberada-del-yugo-neoliberal UACM han llevado su apoyo al grado de unirse a los encapuchados en su trinchera.
Otros apoyos han venido de “asambleas” de estudiantes por aquí y por allá. Por ejemplo el de la Asamblea de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM que es muy sentido y que se puede ver aquí
(Me gusta mucho la parte en que la compañera que aparentemente se llama Good dice “Los estudiantes nos oponemos a toda acción policiaca dentro de las inmediaciones de la universidad”.)
Y el último apoyo, el de hoy 24 de abril: otro grupo de encapuchados se apoderó de la rectoría de la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa. Exigen que el Tribunal Universitario de la UNAM se expulse a sí mismo y que los compañeros que avientan bombas molotovs a los otros compañeros sean desexpulsados.
24 de abril
(Publicado previamente en el periódico El Universal)
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.