SXSW 2013 en seis películas

Un recorrido del último festival de South by Southwest a través de las mejores cintas que estuvieron en cartelera. 
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South By Southwest es un festival como pocos. Su afán terco por combinar música/cine/interactivo en un solo evento lo convierte en un fiel reflejo del consumo de medios actual, donde las personas concentran estas tres actividades en un mismo aparato haciendo las líneas divisorias un poco difusas. El resultado nos obliga a priorizar entre distintos eventos, donde uno pasa más tiempo formado para ver cosas que viendo cosas. Éste año la sección de cine celebró su 20 aniversario con una selección particularmente fuerte, llena de cuidados estrenos comerciales, algunas cintas sobresalientes del pasado festival de Sundance y lo más importante, una serie de exclusivas que más que en otros años, sobresalieron por su calidad.

Aquí algunos comentarios sobre seis cintas. 

Upstream Color

Fueron casi diez años de ausencia por parte del ingeniero convertido en realizador Shane Carruth entre Primer, su ópera prima, y su nueva entrega. Durante esos años su modesto debut sobre un complejísimo e hiperreal viaje en el tiempo se convirtió en un autentico suceso de culto. No es mucha la gente que se preguntaba en qué estaba trabajando Carruth, pero la que sí, esperaba el resultado con ansias.  Upstream Color de cierto modo consagra a Carruth como un genuino autor de la más formal de la ciencia ficción. Se trata de su propia versión de Invasion of the Body Snatchers, iniciando con una especie de secuestro y extorsión, y terminando con un finísimo giro románico. No sólo eso, sino que nos muestra el organismo ficticio mejor desarrollado que el cine ha visto desde el xenomorfo en Alien de Ridley Scott. Y mientras Primer era obtusa y críptica, Upstream Color es casi lírica. Carruth pinta un escenario minucioso sin casi usar diálogos. El resultado es una cinta como pocas, que muestra que Carruth es un narrador de extrañas virtudes.

Evil Dead

SXSW fue el foro perfecto para la premier del remake del clásico de Sam Raimi Evil Dead. El gran teatro Paramount, con capacidad para unos 1,200 asistentes, se llena del tipo de aficionado que de inmediato se deja cautivar por la cantidad de víscera y sangre que el debutante uruguayo Fede Álvarez arroja a la pantalla. Su cinta está cargada de buenas intenciones: todo el gore lo realiza con efectos prácticos, con nada de sangre digital. Intenta hacer guiños a la trilogía original, pero también traer algo nuevo a la historia. Y balancea el peculiar estilo de Raimi mientras procura imprimir el propio. El resultado es sumamente disparejo, y Álvarez no logra balancear perfectamente todas estas buenas intenciones. No le ayuda nada que su selección de actores es francamente pobre y que el escenario de los jóvenes atrapados en una cabaña en el bosque es autoparódico prácticamente desde Evil Dead 2. Si bien la cinta original es recordada por la cantidad de sangre que desbordaba, es memorable por estar cargada de ingenio. Y no hay nada de ingenio aquí.

Much Ado About Nothing

Much Ado About Nothing, la nueva película de Joss Whedon, nos hace extrañar una época en la que los proyectos de vanidad se sentían menos vanidosos. En donde la única manera en la qué podías filmar una película en tu casa con tus amigos era con una cámara digital que a la hora de reventarla a 35mm se veía como algo de Lars Von Trier. El problema con este ejercicio de Whedon, haciéndose una limpia después de dirigir una de las películas más exitosas de la historia, es que es una película de verdad fea. Fea de ver. Filmada en un artificioso blanco y negro y con repetidas disolvencias a blanco con todo y efecto de audio, uno no puede evitar sentir que está viendo una porno soft-core en Cinema Golden Choice a la media noche. Solo que aquí nadie se quita la ropa. Es fácil darse cuenta que sus actores la están pasando muy bien en esta efímera reinterpretación de Shakespeare (Amy Acker como Beatrice y Alexis Denisof como Benedick están particularmente bien). Pero son egoístas en su diversión, pues nunca se comparte con el espectador.

Prince Avalanche

La carrera de David Gordon Green ha tomado rumbos extraños. Se inició como una especie de discípulo de Terrence Malick, con poemas del gótico americano como George Washington y All The Real Girls (Malick incluso le produjo una cinta), para después madurar en una especie de discípulo de Judd Apatow con películas como Pineapple Express y The Sitter. Su Prince Avalanche es un muy exitoso intento de encontrar un punto medio. Paul Rudd y Emile Hirsch son cuñados encargados de pintar las líneas de una carretera en Texas, rodeados de un bosque que acaba de ser víctima de un terrible incendio. El escenario es fantasmagórico y brinda a la historia un aire de dignidad y seriedad, mientras que la relación entre los personajes es genuinamente graciosa: Rudd es una especie de Ignatius J. Reilly pero pulcro y esbelto, mientras que Hirsch es un adolescente superficial y tonto. La dinámica entre los dos es tan graciosa como genuina. El resultado es frágil y precioso, posiblemente el mayor logro hasta ahora de su autor.

Before Midnight

La magia de la ahora trilogía que nos han dado Richard Linklater, Ethan Hawke y Julie Delpy es dejarnos crecer con un par de personajes, desde sus esperanzadores 23 años, pasando por sus más cínicos 33 y ahora dejándonos en sus cuarentas. La menor sinopsis podría ser un spoiler para los seguidores de la saga, así que bastará con decir que se trata de un encuentro más en el que los años juegan un papel importante. Hawke y Delpy a estas alturas habitan sus papeles, haciendo de Before Midnight una reunión con viejos amigos. De la trilogía tal vez podría ser la menos buena, todo culpa de una comida con amigos griegos cerca del inicio. Pero si Linklater decidiera que es el último capítulo de su historia, sería un final más que digno.

The East

Para la noche de clausura el festival eligió la segunda cinta de la actriz Britt Marling y el director Zal Batmanglij, una mancuerna que había hecho mucho ruido el año antes con su Sound of My Voice. Aquella película era un bonito misterio sobre la líder de un culto encerrada en los confines de un sótano, lleno de intrigantes dudas y difíciles respuestas. The East al principio parece una extensión (con mejor presupuesto cortesía de Ridley Scott) de su debut, sustituyendo el culto por una organización de eco-terroristas, infiltrada por una trabajadora de una empresa de seguridad privada. Pero conforme avanza se tropieza en una serie de lugares comunes y uno no puede evitar sentir que está mirando un rutinario thriller noventero. Si para algo sirve la película es para consagrar a Marling como un verdadero talento. La actriz ilumina cada cuadro en el que está y genera interés hasta en la escena más trivial. 

 

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