El pasado viernes 29 de junio, Doug Ford tomó posesión como primer ministro de Ontario, la provincia más poblada de Canadá. El 7 de junio, los conservadores ganaron con amplia ventaja: obtuvieron 76 de los 124 escaños en juego, con lo que formaron gobierno mayoritario con Ford al mando. La fama de Doug Ford ha rebasado las fronteras canadienses por dos razones. La primera es ser hermano de Rob Ford, el finado exalcalde de Toronto conocido por sus múltiples esperpentos (pipas de crack, litros de vodka, frases racistas, entre otras perlas). La segunda radica en que algunos medios lo han llamado “el Trump canadiense”. En realidad su comportamiento, aunque no puede catalogarse como intachable, es más recatado que el del hermano. Y, si bien tiene algunas semejanzas en biografía, enemigos y visiones políticas con el inquilino de la Casa Blanca, dista de ser su clon.
El triunfo de Ford ha sido descrito por ciertas voces como el resultado de un viento político que sopla desde Estados Unidos. Pensar que Doug Ford venció por la influencia de Donald Trump es un ejercicio simplista. Los hermanos Ford (y sus ideas) ya existían antes de que Trump decidiera convertirse en político. La victoria de Doug Ford se explica también por elementos específicos de la política en Ontario. Además, los conservadores a nivel federal no han sacado la matraca para celebrar. Tienen razones para ser discretos.
Douglas Robert Ford tiene 53 años de edad y es propietario de Deco Labels, una firma de impresión. Fue concejal en la alcaldía de Toronto de diciembre de 2010 a septiembre de 2014. En esta última fecha, Rob Ford tuvo que abandonar su campaña de reelección como alcalde de la metrópoli canadiense por problemas de salud. El hermano lo remplazó, como candidato independiente, y quedó en segundo lugar frente al conservador John Tory. Doug Ford no cuenta con una hoja de escándalos tan extensa como Rob (quien falleció en marzo de 2016). Sin embargo, el diario The Globe and Mail publicó que vendió drogas en la adolescencia, y también tuvo problemas por conflictos de interés en sus años como concejal.
En marzo de este año, Doug Ford dio la sorpresa al ganar la jefatura del Partido Conservador de Ontario, luego de que su anterior líder renunciara por un escándalo sexual. La agrupación tenía lustros alejada de los controles del gobierno. Ford aprovechó la situación con sus numerosas promesas y con el apoyo heredado de su hermano Rob, que era un desastre en cuanto a comportamientos, pero gozaba del empuje de miles de seguidores.
Después llegó la campaña para las elecciones provinciales. Doug Ford no inventó el agua caliente, simplemente retomó la receta con la que su hermano había llegado a la alcaldía de Toronto: reducción de la burocracia y de los programas sociales, apoyo a la “working class”, lenguaje directo y odio a las élites políticas.
Doug Ford anunció varios compromisos. Por ejemplo, bajar el precio actual de la gasolina (10 centavos por litro), eliminar el impuesto provincial para quienes ganen el salario mínimo y reducirlo en un 20% para los contribuyentes que perciban entre 43 mil y 86 mil dólares canadienses anuales, disminuir las tarifas de electricidad en un 12%, invertir 5 mil millones de dólares en el metro de Toronto, condonar impuestos a grandes empresas, eliminar los contenidos de educación sexual en las escuelas provinciales y, last but not least, ofrecer a los ciudadanos 24 cervezas por 24 dólares en los supermercados. ¿Cómo lo conseguirá? Es un misterio. Su programa electoral omitió incluir cualquier información detallada al respecto.
Hay varias semejanzas con Trump, es cierto, y pueden sumarse otras más. Doug Ford señaló en campaña que, pese a su corta experiencia política, sus años como empresario le han dado los conocimientos para administrar con destreza las finanzas públicas. Desconfía de la prensa (mejor dicho, de la prensa que es crítica con él) y, de igual forma, critica el elitismo de los políticos tradicionales: “Beben champaña con sus meñiques levantados”, afirmó alguna vez.
“Doug Ford suena como Donald Trump, y eso se debe a que es como él”, manifestó Kathleen Wynne, la primera ministra de Ontario que perdió la reelección ante Ford. Similitudes hay, por supuesto, pero –una vez más– no es una calca. Ford evita el lenguaje xenófobo. Después de todo, 22% de los canadienses nacieron en otro país, y dispararse en el pie nunca ha sido una opción para el conservador. Tampoco ha evocado que los males de su provincia tengan que ver con el exterior. Ford sabe muy bien que el nivel de concatenación de la economía de Canadá con la de Estados Unidos es una ventaja y no una traba.
Los conservadores encabezaban las encuestas durante la primera mitad de la campaña. Después, el Nuevo Partido Democrático (agrupación de centro-izquierda) fue subiendo hasta conseguir un empate técnico. Al final, los conservadores de Ford triunfaron con holgura, haciendo pedazos los números de los sondeos. Los liberales gobernaron la provincia de Ontario los últimos 15 años. Al desgaste “natural” con los ciudadanos se sumaban casos de despilfarro del dinero público y un aumento de 100% de las tarifas eléctricas en diez años. Ford capitalizó el hartazgo –a diferencia del NPD- gracias a sus costales de promesas y al poder de la denominada “Nación Ford”, barrios del cinturón metropolitano de Toronto donde su hermano siempre encontró apoyo.
¿Se abre un nuevo frente para Justin Trudeau? Doug Ford ha dicho que, como lo prometió en campaña, sacará a Ontario de la tasa nacional de emisiones de dióxido de carbono, iniciativa de Trudeau. Ford también podría poner en riesgo la idea de un federalismo fuerte, apreciado sobremanera por el primer ministro canadiense. También la victoria de los conservadores ha dejado muy tocados a los liberales de esta provincia.
Sin embargo, existe la posibilidad de que el triunfo de Doug Ford no sea necesariamente una jaqueca permanente para Trudeau. Incluso le podría ser favorable en las elecciones federales de 2019. De entrada, Ford ha manifestado su completo respaldo al gobierno de Trudeau en los choques comerciales y diplomáticos que ha tenido con la administración Trump. Doug Ford y Justin Trudeau enfrentan a un enemigo común: Estados Unidos recibe el 72% de las exportaciones canadienses y Ontario es la provincia que tiene mayores nexos comerciales con el país vecino. El segundo punto es que, como lo señala la analista Chantal Hébert, no fue una sorpresa que los conservadores federales hayan mostrado frialdad con Doug Ford durante la campaña. Para ellos, la figura de Ford polariza demasiado y podría quitarle reflectores a otros prominentes conservadores. Trudeau podría salir beneficiado de esos jaloneos internos.
(Oaxaca, 1977) es doctor en ciencia política por la Universidad de Montreal. Colabora en medios impresos de España y América Latina.