En Gorbachov. Vida y época (Debate), el historiador estadounidense William Taubman, profesor emérito de ciencias políticas en el Amherst College, y ganador del Pulitzer en 2004 por su biografía de Krushchev, presenta a un líder político valiente y decidido, a veces demasiado idealista y temperamental, pero comprometido con la causa de la democracia hasta el final: “A pesar de sus errores y su fracaso en lograr todos sus nobles propósitos, fue, en efecto, a fin de cuentas, un héroe dentro de una tragedia, y solo por eso merece nuestra comprensión y admiración.”
En su biografía traza un perfil de Gorbachov desde sus inicios. Hay un interesante equilibrio: era el ejemplo del hombre soviético perfecto, premiado de joven con una medalla del trabajo por Stalin, lector de Lenin y Marx, y al mismo tiempo fue siempre escéptico con el sistema, era un crítico, tenía ideas reformistas.
Si miras su infancia, vio con sus propios ojos lo que ocurría en el campo soviético. Sabe que no hay un cielo en la tierra. Vio cómo arrestaban a sus abuelos durante la colectivización del campo. Así que creo que de joven ya sabe que las cosas están muy mal. Y entonces llega a la Universidad de Moscú en los años cincuenta. Uno pensaría que, como todavía estaba vivo Stalin, no habría nada que ver, que solo habría adoctrinamiento, pero obviamente esa no era la realidad. Había profesores que se habían formado antes de 1917, o durante los años veinte, cuando hubo una breve etapa de apertura y liberalismo. Podía percibir eso en los profesores y más en los estudiantes, pero especialmente en su amigo Zdeněk Mlynář, que no es todavía el ideólogo jefe de la Primavera de Praga pero ya es un comunista idealista que sabe que las cosas no están siendo como deberían. Cuando deja la universidad, Gorbachov no es un disidente, pero si un escéptico, alguien que duda. Me encanta la historia en la que él y Zdeněk ven una película estalinista sobre la colectivización y Gorbachov le dice que las cosas no son así, que la gente que aparece ahí está obligada a actuar. Está todo ahí. También influye su mujer, Raisa, que según él es una “maximalista”.
Pero cuando empieza a escalar puestos, en Stávropol, su región natal, se presenta ante sus jefes como “el nuevo hombre soviético”. Representa casi el producto más mejorado del comunismo, porque es honesto, incorruptible, formado y educado. Casi todos los rusos que mi mujer y yo entrevistamos en Stávropol nos decían que su primera impresión de él fue que era un erudito. Nos hablaban de lo maravillosamente bien que trataba a su mujer. Así que no es sorprendente que, teniendo en cuenta todo esto, gente como Andrópov [que presidió la URSS de 1982 a 1984] lo viera como el futuro, especialmente porque el propio Andrópov tenía un respeto especial por la gente educada, más formada que él. Andrópov, como jefe de la policía secreta, la KGB, conocía la realidad del sistema, y no estaba preparado él mismo para pensar en embarcarse en un cambio radical (aunque no sabía que Gorbachov tampoco lo estaba). Así que hay una lógica detrás.
Por supuesto hay que añadir la situación en Moscú entre 1978 y 1985, cuando espera en el Politburó. ¿Quiénes son sus compañeros? Son ancianos, enriquecidos, y no hay nadie como él, que es joven, vigoroso, inteligente, formado. Así que hay casi una especie de inevitabilidad en su ascenso y nombramiento como líder, a pesar de que luego fue él quien cavó la tumba del sistema.
Durante toda su vida tuvo problemas de conciencia. Ascendió en el partido comunista, acató las reglas, pero en pocas ocasiones estuvo realmente de acuerdo con la línea del partido.
Podría decirse que fue una especie de disidente, pero hay que tener cuidado con las palabras. Cuando describe su reacción a la invasión de Checoslovaquia en 1968, no admite inmediatamente que era algo erróneo, ni dice que espera algo parecido en la Unión Soviética. Creo que no quiere admitir que de algún modo está ocultando sus opiniones reales, porque eso parecería dar la razón a sus críticos cuando dicen que siempre quiso cambiar el sistema pero nunca lo admitió. No sabemos exactamente las proporciones de creencia verdadera y disidencia secreta. Pero creo que fue una combinación de ambas posturas. Incluso hoy todavía dice admirar a Lenin. Esto es mucho después de que se convirtiera, de hecho, en un socialdemócrata occidental y europeo. Es el problema de las biografías. Tienes que basarte en buena medida en tu personaje, si está vivo, o en sus escritos.
Ha hablado de que había una inevitabilidad en su ascenso. Todos a su alrededor eran muy ancianos, y sus antecesores (Andrópov, Chernenko) mueren a los pocos meses del cargo. En el libro habla de que Gorbachov pertenecía a la “generación de los sesenta”.
Él dice que es uno de los “niños del vigésimo congreso del partido”. En Rusia se habla de “la gente de los sesenta”. Era uno de ellos. Crece en un clima en el que hay una denuncia de Stalin. Cuando le nombran agitador propagandístico, del Komsomol, va a las provincias a hablar del discurso secreto de Kruschev en el que denuncia los crímenes de Stalin, y le sorprende que mucha gente lo niegue o lamente que se diga.
Está en consonancia con el ala reformista, pero no encaja con la gente que no quiere cambios, por cualquier razón.
Es autor de una biografía de Kruschev, que ganó un Premio Pulitzer en 2004. Hay aspectos en común entre los dos personajes. Ambos son críticos con el culto a la personalidad, presiden periodos de apertura, salvando las distancias entre ambos.
Me atraen los reformistas. Los tipos buenos. Hay algo inspirador en su intento. Sus fallos son deprimentes. Hay algo trágico cuando sus esperanzas se ven truncadas. Cuando decidí escribir sobre Gorbachov, después de Kruschev, no pensé en que una de las razones era esa, mi interés por los reformistas. Simplemente pensé: es un líder importante que toma el legado de Kruschev y lo quiere proseguir, y nadie ha escrito una biografía completa sobre él.
Gorbachev era un líder culto, un intelectual. Sabía de música, literatura, poesía, le gustaban los debates abstractos sobre ideas. Pero también era un gran estratega y un político muy hábil. ¿Cómo se combinan esas dos facetas?
Creo que muchos de los intelectuales soviéticos de la época habrían dicho, antes de empezar a respetarlo, que no era exactamente un intelectual. Eran muy mordaces cuando lo describían, decían que no era más que un campesino. Su acento ruso, con un acento sureño, también era motivo de mofa. En vez de pronunciar “ga”, pronuncia “ja”. Incluso hoy, cuando hablo con gente sobre él, me dicen que no era un intelectual de verdad, que simplemente se consideraba a sí mismo un intelectual. Pero es una cuestión de esnobismo. A juzgar por sus círculos, era un intelectual de verdad, muy por encima de los demás. En retrospectiva, creo que eso fue una ventaja y a la vez una desventaja. Porque una de las cosas que más le gustaba hacer era discutir y debatir sobre grandes ideas, con Felipe González, por ejemplo, con quien tenía una excelente relación.
En la Unión Soviética, de todas formas, la figura del intelectual era mucho más respetada que en otros lugares. La intelligentsia es un concepto muy amplio, pero creo que convertirse en un miembro de ella partiendo de un origen campesino es bastante importante. Eso también explica su respeto por los intelectuales y también su enfado hacia ellos cuando comienzan a criticarle durante la apertura y la glásnost.
Gorbachov quería reformar el sistema, pero el sistema tenía muchas maneras de autoprotegerse. En el libro cuenta cómo comienza a descubrir que hay información, datos, especialmente sobre defensa, que ni siquiera el líder del país consigue. Hay un secretismo intencionado pero otro fruto de la irresponsabilidad y la corrupción.
Sí, había un secretismo deliberado y otro incontrolable. El propio Gorbachov habla de que, antes de convertirse en líder, había partes del presupuesto de la unión que ni siquiera conocía, que solo conocía un pequeño círculo. Pero como demuestra el caso de Chernóbil, había cosas que incluso la cúpula desconocía. Los científicos decidieron no decir determinadas cosas. Todo el sistema estaba basado, en varios niveles, en simulaciones y excusas. Había objetivos de producción industrial, y recompensas para quienes sobrepasaban esos objetivos, para quienes producían un superávit. Una de las cosas que hacían muchos trabajadores industriales, entonces, era elegir deliberadamente un objetivo modesto para entonces sobrepasarlo. Esto pasaba en todos los niveles. La corrupción estaba incrustada en el propio sistema. Esto frustraba incluso a los líderes. No todo era secretismo deliberado sino que la gente se protegía a sí misma.
Una de las consecuencias de la apertura, de la glásnost, es que se comenzaron a utilizar las nuevas libertades para atacar las políticas y reformas de la perestroika. Quienes se oponían a la apertura se aprovechaban de ella para criticarla. El propio Gorbachov pensaba que esto era una prueba de que la democratización estaban funcionando, pero no parecía muy consciente de cómo se podía pervertir.
Al principio pensaba que iba a conseguir lo que quería: que la ciudadanía participara en la política, que se revelaran crímenes y errores que debían salir a la luz, en particular de Stalin, que iba a proporcionar una sensación inmediata de que se estaba produciendo un cambio, cuando los cambios económicos eran mínimos. Pensaba que la apertura le iba a hacer más popular. Pero el potencial de la glásnost de permitir críticas a él era algo en lo que no pensó mucho. Pero tenía que confrontarlo. Lo explico en el capítulo sobre Nina Andréieva, que escribió un artículo muy crítico y publicitado contra él. Él responde: Es simplemente la glásnost. Pero pronto se da cuenta de que no es solo glásnost, es una campaña orquestada contra él y sus políticas.
Parece que la perestroika y la glásnost se le hacen grandes. Son reformas demasiado ambiciosas.
Una de las cosas que digo en el libro es que realmente es él el responsable, que nadie más lo habría hecho. Había otra gente en el sistema, en puestos importantes, pero nadie dispuesto. Solo hay tres personas que se mantienen a su lado hasta el final: Shevardnadze, Yakovlev y Medvédiev. Pero pudieron permanecer ahí porque Gorbachov los nombró y los quería a su lado. Era él. Es un caso clásico en la historia, de los que hay pocos. Una sola persona tiene un impacto decisivo, y ese impacto decisivo es un reflejo de su carácter único. Creo que Putin es un ejemplo de lo contrario. Muchos otros líderes rusos habrían adoptado las políticas de Putin, no es para nada único; es único en su crueldad, su brutalidad, su inteligencia, pero nada más. Brézhnev es otro ejemplo de líder que hizo lo que otros habrían hecho. No hizo más que presidir el statu quo.
Por otra parte, una de las cosas fascinantes de la Unión Soviética es que hay varias figuras únicas. Lenin: sin Lenin no hay una toma bolchevique del poder, porque los demás estaban en contra de tomar el poder. Stalin, porque sin Stalin no habría habido brutalidad y sangre, y probablemente no se habría producido una purga tan amplia como la del Terror. Kruschev, porque sin él probablemente no se hubiera producido una denuncia de Stalin, quizá exceptuando Beria, que habría denunciado a Stalin por otras razones, para ganarse una reputación. Y, claro, Gorbachov. Hay cinco líderes principales de la Unión Soviética. Cuatro de ellos tienen un impacto único, y ese impacto único es consecuencia de su acción única. Brézhnev es la excepción. La paradoja de todo esto es que la Unión Soviética es un país cuya ideología de gobierno insiste en que los líderes individuales no cuentan.
La relación entre Gorbachov y Yeltsin es muy complicada. Se odiaban y humillaban el uno al otro. Dice que Gorbachov no comprendía el atractivo de Yeltsin e incluso insinúa que posteriormente consigue vencer porque es un populista que sabe cómo moverse en un entorno democrático y mediático.
Gorbachov era brillante operando en el viejo sistema, y transformándolo en un nuevo sistema más democrático, pero no era tan bueno operando en el nuevo sistema que él mismo creó. Yeltsin era mucho mejor en eso. Hay muchas cosas sobre Yeltsin que Gorbachov no supo ver, incluyendo lo poderoso que se había convertido. Hay un momento, en 1990, en el que Gorbachov dice algo como: no puedo entender lo exitoso que es, hace una estupidez tras otra pero sigue conservando su popularidad. Y entonces dice algo como: tienes que comportarte como un zar, y yo no puedo hacer eso. Yeltsin sí podía. Es otra paradoja. Al comportarse como un zar, un líder fuerte, Yeltsin consolida su poder en una democracia.
En el libro expone las dudas de Gorbachov sobre la democracia. Y se pregunta: “¿Podía el mismo pueblo al que se le había negado la libertad durante tanto tiempo manejarla de manera responsable?”
Hay un patrón que confirma que la población rusa no está preparada para la democracia. Por supuesto, la democracia terminó desacreditándose a sí misma. Muchas cosas fueron mal durante Gorbachov, y hubo mucho caos bajo el liderazgo de Yeltsin. Es muy fácil para los rusos llegar a la conclusión de que la democracia produce desastres. En ruso hay un concepto, “derʹmó”, que significa “mierda”, y los rusos hacen un juego de palabras con democracia: “derʹmócracia”. Se podría decir que los rusos estaban especialmente preparados para interpretar y esperar lo peor de la democracia. Es algo que está pasando en Occidente, la gente está desencantada con la democracia. Pero en los países occidentales, supuestamente, aguanta más y es más fuerte donde más tiempo ha estado establecida.
Gorbachov no era muy querido en la Unión Soviética durante su mandato, pero en el extranjero era casi un héroe. Tenía una relación muy buena con Thatcher y Reagan, especialmente con este último. ¿De qué manera sus relaciones personales con líderes occidentales influyeron en el fin de la Guerra Fría?
Se puede hacer una lista de las razones objetivas del fin de la Guerra Fría: la destrucción mutua asegurada, los problemas internos tanto de EEUU como de la URSS como consecuencia de un gasto demasiado elevado para financiar la confrontación… Pero esto no es suficiente para explicar cómo termina. Como digo en el libro, cuando lees las transcripciones de las reuniones entre Gorbachov y Reagan, las negociaciones en Ginebra por ejemplo, hay pocos acuerdos, y sin embargo ambos afirman que ha habido avances. Creo que es porque ambos pensaban que al otro le gustaría avanzar hacia la abolición de las armas nucleares. Compartían ese deseo, y no había mucha gente que lo deseara en ninguno de los gobiernos.
Creo que Reagan y Gorbachov se gustaban personalmente. Se veían reflejados el uno en el otro. Incluso los matrimonios de ambos se parecían. Creo que eso ayudó a que pudieran trabajar juntos. Como dijo Margaret Thatcher cuando conoció a Gorbachov: “Me gusta. Creo que podemos trabajar juntos”. Lo personal tuvo mucho que ver.
Cuando Reagan abandona la presidencia, Gorbachov asume que la buena relación continuará con Bush, pero no fue algo inmediato. Si Bush hubiera estado solo, habría continuado, pero está rodeado de asesores de línea dura como Dick Cheney, que le avisan de que tenga cuidado, que quizá no es más que un comunista sonriente. Así que con Bush todo se ralentiza, pero poco a poco se recupera la relación.
Había razones objetivas que explican el fin de la Guerra Fría, hay también afinidades personales, acuerdos como la abolición de las armas nucleares… todo esto combinado. Cuando me preguntan quién debería llevarse el mérito de acabar con la Guerra Fría, si Gorbachov o Reagan, yo suelo decir lo siguiente. Imagina que Reagan muere en el intento de asesinato de 1981. Gorbachov entonces tiene que negociar con Bush. Creo que en ese caso la Guerra Fría habría terminado de todas maneras, aunque quizá no tan rápido. Ahora démosle la vuelta. Imagina que Gorbachov es asesinado, y Reagan tiene que negociar con uno de los soviéticos de línea dura. No habría habido acuerdo. Por eso creo que la clave del final de la Guerra Fría es Gorbachov, no Reagan.
reía que había un progreso natural cuando se reunía con líderes extranjeros, pero cuando lidiaba con problemas domésticos veía un odio y una falta de respeto. En la URSS las críticas tenían que ver con que estaba dando demasiadas concesiones a Occidente, y que lo hacía para ganarse su respeto. Creo que había ese tipo de dinámica.
Tenía muy buena relación con líderes occidentales pero no con líderes de Europa del Este, como Ceaușescu o Honecker. Cuenta en el libro que no le preocupaba o importaba demasiado Europa oriental.
Su posición con respecto a Europa del Este es desconcertante. Es cierto que no le gustaba ni confiaba en Honecker, Ceaușescu, o Zhivkov, de Bulgaria, la vieja guardia comunista. Le gustaba el líder comunista polaco, Jaruzelski, y Kádár, en Hungría. Pero creo que al principio ignoró Europa del Este, en parte porque su interés estaba en la propia Unión Soviética y en Occidente. No hay que descartar tampoco que simplemente lo que pasaba es que no le gustaban estos tipos, no se podía conseguir nada hablando con ellos, con Honecker, Ceaușescu, Zhivkov. Su esperanza era que si las reformas avanzaban en la Unión Soviética, los líderes reformistas en Europa del Este ganarían fuerza, habría un efecto contagio. Cuando los países de Europa del Este comenzaron a separarse de la Unión Soviética, Gorbachov no estaba preparado y no quería usar la fuerza para prevenirlo, y ni siquiera lo estaban los políticos soviéticos de línea dura. Esperaba que fuera parte del mismo proceso que estaba cambiando la Unión Soviética, y que tarde o temprano esos países se convertirían o bien en comunistas liberales o regímenes mixtos, pero no pensaba que fuera un desastre perder los exsatélites de la URSS. Muchos rusos están muy enfadados porque perdieron un imperio. Pero Gorbachov no quería conservar un imperio, no creía en el imperio.
Tampoco parecía muy preocupado por conservar su poder.
Le interesaba el poder si le permitía promover sus cambios. No le interesaba el poder en sí mismo, per se. En el primer capítulo del libro, en la introducción, cito a Dimitri Furman: dice que Gorbachov es “el único político de la historia de Rusia que, teniendo todo el poder en sus manos, optó voluntariamente por limitarlo y hasta se arriesgó a perderlo en nombre de ciertos valores y principios éticos.” A veces pregunto a rusos si hay algún otro líder que encaje mínimamente con esa descripción. El único en el que pueden pensar es en el zar Alejandro II, que liberó a los siervos, que arriesgó su poder en el nombre de un principio moral. Creo que no es una comparación totalmente exacta. Gorbachov llegó a un sistema en el que el poder estaba concentrado en la cima, se lo quitó y permitió que innumerables problemas surgieran y explotaran. Permitió a sí mismo que lo retaran y criticaran. Es realmente extraordinario.
¿Cree que debería haber luchado más por conservar su poder para promover las reformas de la perestroika?
El ejemplo alternativo es China, donde el partido comunista conservó el poder para hacer reformas económicas. Hay dos problemas con eso en la Unión Soviética. Uno es que Gorbachov no quería conservar el control, creía en la democracia por la democracia. A Deng Xiaoping, en cambio, no le importaba la democracia. El otro es que no está claro que, a juzgar por su historia, Rusia hubiera sido capaz de llevar a cabo esas reformas de ninguna manera. La revolución rusa tuvo lugar en 1917, la china en 1949. Los campesinos chinos recordaban cómo trabajar y hacer funcionar el campo, sin colectivizaciones, pero el campo soviético no.
¿Qué modelo quería Gorbachov para la URSS? ¿Era un socialdemócrata?
Al final creo que se convirtió en un socialdemócrata, pero al principio era alguien que creía, como los checos en 1968, en un “comunismo con rostro humano”. Mucha gente dice que eso es imposible, un oxímoron, porque cuando intentas reformar el comunismo deja de funcionar. Gorbachov tenía una visión de futuro, pero no una estrategia muy clara de cómo llegar ahí. Era un táctico y estratega brillante, especialmente bajo el sistema viejo, pero la pregunta es: ¿Quién sabe cómo cambiar un país, su economía, su política exterior, en tan poco tiempo? Y especialmente este país. Creo que es justo decir que, desde el principio, el proyecto de reforma estaba destinado a fracasar. Pero ¿esto qué significa? ¿Debemos condenarlo porque intentó hacer algo tan difícil? ¿O deberíamos admirarlo por simplemente intentarlo, esperando que funcione y que en el futuro alguien pueda seguir su ejemplo y lo considere inspirador? Creo que fue heroico por intentarlo, pero que el desenlace fue trágico, especialmente por intentarlo en este país. Pero ¿qué otra opción tenía?
En el final del libro hace una comparación entre Gorbachov y Putin: “La Unión Soviética se desintegró cuando Gorbachov debilitó al Estado en un intento de fortalecer al individuo. Putin fortaleció al Estado ruso por la vía de recortar las libertades individuales.”
No soy optimista con el futuro de la democracia en Rusia. La clave está en la clase media, que está creciendo, y desea libertades que no tiene ahora. Sabemos que es así porque salen a protestar cada vez que tienen ocasión. Si crece y se hace más influyente, o si Putin muere o cede su cargo, se podría decir que, en algún momento en el futuro, Rusia tendrá una mayor población proclive al cambio, e intentará de nuevo democratizarse. Hay esperanza, pero el poder del pasado, sus tradiciones, y cómo están arraigadas en la gente, y la habilidad que tiene el régimen autoritario para resistir, son muy fuertes. La mayor debilidad del régimen de Putin es la sucesión. ¿Quién le sustituirá cuando se vaya? Creo que si Putin se va querrá hacer como Deng Xiaoping, elegir un sucesor y convertirse en una especie de anciano estadista influyente que controla que su legado continúa. Pero no hay muchos motivos para ser optimista.
Masha Gessen dice que la nueva generación que ha vivido solo bajo Putin no sufre de los problemas de generaciones anteriores, que vivieron bajo las restricciones de la Unión Soviética.
Ella piensa que Rusia sigue siendo un Estado totalitario, y se centra mucho en cómo piensa la gente. Es cierto que hay muchos rusos, especialmente en las ciudades, que salieron protestar en 2011 y 2012, cuando las elecciones parecían amañadas, y cuando Putin y Medvédev decidieron si tenían el derecho de determinar el futuro de Rusia. Salió mucha gente a la calle, y solo se echaron atrás cuando resultó obvio que podían ser arrestados. Es más, cuando Gorbachov dio a la gente una oportunidad en 1985, muchos que parecían complacientes reivindicaron y presionaron en favor de los cambios. Surgió la sociedad civil de un día para otro: grupos de discusión, prensa libre. Así que, hay que asumir que está ahí esa gente, y que tarde o temprano le tocará su turno.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).