La superación personal y el civismo, para emplear las palabras usadas hoy y las usadas ayer por los educadores, siempre han sido materia eficiente para la buena literatura y de la gran filosofía. No de otra cosa se dió cuenta Pablo Boullosa, según me imagino, al escribir un libro en el cual pusiera todo lo que sabe y todo cuanto ha aprendido sobre Platón y Aristóteles al servicio del lector común para prevenirlo contra la distracción de las baratijas motivacionales o el asedio de las profecías instantáneas.
Dilemas clásicos para mexicanos y otros supervivientes (Taurus, 2011), tomo “izquierdo” que será completado por un “tomo derecho” en vez de la sucesión de un volumen primero y de un volumen segundo, pretende explicar desde el principio lo que es o debe ser un ciudadano educado, tal cual lo hubieran pensado los ilustres pensadores de la Escuela, cuyas figuras pintadas por Rafael Sanzio, son el ícono que ampara a Boullosa en este ameno ejercicio de filosofía callejera.
No es filósofo de formación Boullosa, como sí lo es Fervando Savater, uno de los maestros contemporáneos de la divulgación ética a quien nuestro autor tanto le debe, al grado que se ha distanciado de él por razones acaso relacionadas con el ateísmo savateriano. Tampoco es Boullosa exactamente un apologista cristiano (aunque se asuma católico) como C.S. Lewis, con quien comparte la vena humorística y la comunicación con el diablo, sino un periodista mexicano con experiencia notoria en la televisión cultural y un hombre de libros que ha tomado la vereda solitaria del educador libre, asistemático, del mayeúta. Boullosa es lo que antes se hubiera llamado un incitador. Platón y Aristóteles, pero también sus continuadores durante el siglo XX, según él y nada equivocadamente, Sartre y Camus, son clásicos porque no son nuevos. Nuevo, leemos en Dilemas clásico es, sin lugar a dudas, el twitter: queda por saber si será moderno el mensaje de 140 carácteres. Por modernidad entiende Boullosa lo que sus maestros atenienses (porque su libro ratifica que entra a esa escuela cualquiera que abra los Diálogos o la Ética nicomaquea). Es decir, moderno es aquello que habiendo sucedido en la ciudad, nunca se olvidará por su importancia en la educación de los ciudadanos.
Para repensarla, desde la humildad significativa explícita en escribir bien para divulgar mejor, Boullosa sugiere irse a los tópicos y pone el ejemplo. No le teme a las simplificaciones y esta minihistoria de la filosofía saca provecho del conflicto entre el idealismo platónico y el realismo aristotélico, eternamente elucidados por Rafael en el dedo del maestro apuntando al cielo y en la enigmática mano abierta del discípulo. Concuerda Boullosa, leído en neurociencias, con la probabilidad de que tengamos un hemisferio cerebral platónico y otro aristotélico, el derecho correspondería al discípulo de Sócrates, el segundo, al discípulo de Platón. Que quizá seamos sólo el habítaculo en movimiento donde se dirime la eterna controversia: “ Así que puede afirmarse que, de ser cierta esta generalización, todos tendríamos nuestro Platón interno, que nos empuja a llevar una vida más divertida, intensa y libre; y nuestro Aristóteles interno, que nos empuja a ser cuidadosos, a pensar bien las cosas, a planear el futuro.”
No le gusta mucho Platón al autor de Dilemas clásicos y en su clasificación, deliberadamente escolar, prefiere a Aristóteles. Para ilustrar esas dicotomías, Boullosa recurre a los procedimientos gráficos, a las viñetas, a la ilustración fotográfica que pretende hacer un manual parecido a cualquier otro libro empeñado en atrapar a quien teme la filosofía a secas porque no ha tenido la fortuna de encontrarse a un buen incitador liberal. Porque Boullosa lo es: individualista, teme al Estado educador, repudia la expulsión platónica de los poetas, desprecia la adoración del totalitarismo en que fuimos educados no pocos jóvenes durante los años setenta del siglo pasado, le ve mucho mérito a la meritocracia, deplora el populismo del rector de la UNAM, detecta que muchos preparatorianos mexicanos siguen leyendo, por instrucciones de sus maestros el marxismo más retrógrado y repudia a tal grado la negativa de los maestros sindicalizados a evaluarse que somete a una “prueba desenlace” de su invención a los mismísimos filósofos atenienses. Tampoco teme evaluar como educadores a Jesús y a Sócrates.
La democracia mexicana es horrible, sostiene Boullosa porque permite que se mate impunemente y porque educa poco y educa mal. Esto es un hospicio. No propone Boullosa, en este verdadero libro de autoayuda, recetas ni panaceas: sólo asume que, estando la sabiduría reservada a muy pocos, conocer, en cambio, está al alcance de muchísimos. Incluso si fueran muy pocos los lectores de Dilemas clásicos, basta con la aparición de alguien que consideré seriamente si es platónico o si es aristotélico, para que la tentativa prospere. Sólo el conocimiento es interesante, concluye Boullosa y se refiere al conocimiento que los sabios Platón y Aristóteles deseaban para su ciudad. Asegura Boullosa que México vive en la Edad Media, la cual interpreta tradicionalmente como el mundo de las tinieblas y le gustaría que México renaciera leyendo a los griegos. Cree platónicamente nuestro autor que un Renacimiento es cosa de que una o dos generaciones lean los libros indicados. Esa creencia podrá ser ingenua pero la han compartido grandes y eficaces educadores, como lo fueron Alain o Vasconcelos.
es editor de Letras Libres. En 2020, El Colegio Nacional publicó sus Ensayos reunidos 1984-1998 y las Ediciones de la Universidad Diego Portales, Ateos, esnobs y otras ruinas, en Santiago de Chile