Gerald Brenan
Cosas de España. Ensayos, artículos y crítica literaria
Edición y traducción de Carlos Pranger
Madrid, Fórcola, 2019, 320 pp.
Sospecho que con el tiempo la obra del escritor Gerald Brenan (1897-1987) no dejará de crecer, especialmente cuando se edite su voluminosa correspondencia. Ahí se descubrirán sobre todo las ricas facetas de un lector de curiosidad enorme y diversa asistida por una voluntad comparatista y una inteligencia aguda. ¿Por qué ese rescate no se ha hecho ya en su lengua, salvo la correspondencia con Ralph Partridge, Best of friends (1986)? El mundo editorial está más pendiente de poner los ojos en blanco ante la primera y genial novela (ya un clásico antes de ser leída) de un adolescente que en estos tesoros evidentes. La juventud tiene muchas virtudes, sin duda, pero salvo excepciones no le asiste el saber, que es lento, ni la experiencia, que exige años y contratiempos. Y Brenan cada vez es más viejo. Sin embargo, si uno lee Al sur de Granada, Memoria personal, La faz de España o El laberinto español, puede disfrutar de una prosa excelente, tan exacta como la de un naturalista, sugerente como la de un poeta y con la capacidad reflexiva de un pensador atrevido y firme: la firmeza de haber rumiado lo que dice, no de quien enarbola alguna autoridad. Este británico, que se afincó en el sur de España en plena juventud huyendo de las rarezas del grupo de Bloomsbury, siempre será nuestro contemporáneo.
Este volumen titulado Cosas de España no existe en inglés, aunque sus textos fueron publicados en diversas revistas inglesas, sobre todo en Horizon, dirigida por su amigo Cyril Connolly. Sus textos han sido recogidos, traducidos y prologados por Carlos Pranger, hijo de Lynda Nicholson, cercana amiga de la vejez de Brenan. Algunos de ellos sirvieron para una elaboración más extensa o son tomados parcialmente en otros textos, y los más evidentes en este sentido, los dedicados a la vida y la poesía de Juan de la Cruz, fueron escritos a petición de Connolly en 1947, y volcados posteriormente casi en su totalidad en su libro sobre el poeta y místico. El lector encontrará aquí artículos y ensayos sobre temas y autores diversos: Juan de la Cruz, Cervantes, Galdós, la mística española, aspectos de la historia de España y los españoles, la novela española en la inmediata posguerra, el novelista José María Gironella en relación a la República y la guerra, una visita a la Fiesta del Rocío, la pinacoteca del Prado, Picasso, Pedro Antonio de Alarcón y Guadix, Lorca, la España islámica, Raymond Carr y la historia de España, el inevitable Franco, Arturo Barea, y, cerrando, unas páginas muy hermosas sobre su descubrimiento de Málaga. No tiene sentido aquí examinar el significado de estos trabajos de manera rigurosa, y me limitaré a mostrar algunas de sus singularidades.
A Brenan le interesó mucho nuestro siglo XIX, donde situó el origen de la guerra civil de 1936-1939. En “La escena española” hace una descripción política, geográfica y social de España. Nos recuerda que desde 1832 a 1931 España fue una monarquía constitucional inspirada en la británica, pero cuyo modelo no funcionó. Fue un siglo trufado de golpes de Estado y levantamientos populares, hasta 1875; pero lo que vino inmediatamente después fue una suerte de parálisis social (con un poder alterno mecánico) y sin iniciativa empresarial. Entrado el siglo XX, el auge del nacionalismo catalán fue paralelo al crecimiento de la industria y en las clases medias surgió un espíritu crítico contra el gobierno, algo que en el mundo obrero se vehiculó desde el auge de los sindicatos. En cuanto a la Iglesia, desde comienzos del XIX se había visto desposeída de su poder moral y económico por los liberales, dejando de apoyarse en las clases populares para buscarlo en la clase gobernante, lo que agravó la hostilidad de las clases trabajadoras. Cuando Azaña afirmó en 1931 que España había dejado de ser creyente, apuntaba a una realidad si no completa, sí mayoritaria. Brenan señala que uno de los problemas con que se encontró la República fue el de los grandes latifundios, que enfrentó a socialistas y liberales. Las profundas reformas que se llevaron a cabo se hicieron en un contexto de enorme crisis económica mundial. Los sucesivos gobiernos lo primero que hacían era acabar con las leyes promulgadas por el anterior, en vez de analizar las causas del desempleo (sin subsidio) que aumentaba hambrunas sin cuento. Los mineros de Asturias se levantaron en armas en 1934, temerosos, dice Brenan, de que “el partido católico planeara instaurar un régimen clerical-fascista de inspiración austriaca” (hoy sabemos que hubo más razones). La rebelión fue aplastada con un coste inmenso, y ahí, señala Brenan, está el inmediato origen de la guerra. Al nuevo gobierno formado por republicanos liberales no quisieron sumarse los socialistas, que veían negadas sus propuestas de reformas. El alto desempleo fue paralelo a huelgas y revueltas. El 17 de julio del 36 el ejército y la policía habían iniciado una rebelión golpista. Este trabajo de síntesis es de 1946, y señala bien claro lo que ya se sabía y que muchos ocultaron de manera interesada: que los comunistas eran muy pocos a comienzos de la guerra; pero desde entonces el partido comunista ruso comenzó a extenderse y se convirtió en la fuerza central del bando republicano. Franco no se había alzado contra el gobierno legítimo para defender a España del comunismo, aunque el curso de la guerra cambiara este signo en alguna medida. Brenan también incide en el asunto de la no entrada de España en la Segunda Guerra Mundial, que Franco supeditó a que Hitler le entregara el Marruecos francés y el oeste de Argelia, a lo que el alemán se negó. La ayuda de Franco a los nazis fue sin embargo variada, como es sabido. La situación de España en el momento en que escribió este artículo era la siguiente, según Brenan: “Franco lo que quiere es permanecer en el poder. Lo hace jugando a enfrentar a los dos bandos monárquicos y soltando por medio de su servicio de propaganda que él es la única alternativa al comunismo. Cree que si bien no cuenta con la simpatía de americanos y británicos, no emprenderán acción alguna que interrumpa el comercio con España.” Bien visto, porque así sería.
No comento nada respecto a los dos extensos textos sobre Juan de la Cruz porque son conocidos por todos los lectores del libro publicado en 1972. Me chocó leer en “Cervantes: novelista y filósofo” la afirmación de que Don Quijote es “la novela psicológica por antonomasia”. Brenan propone que el protagonista “es la proyección de una parte anulada del propio Cervantes; esto es, de sus nobles intenciones, y el fracaso vital”. De aquí que la ironía sea a su vez autoironía en la dureza que emplea contra su héroe (idea de Salvador de Madariaga). Por otro lado, analiza la dimensión de la fantasía, el deseo y el sueño en sus principales personajes, señalando cómo Cervantes no priva a don Quijote de la voz del sentido común. La psicología penetra a través del humor y la ironía, mostrando con el absurdo una tendencia “oriental” al doble sentido, a la ambigüedad. Es valioso que llame la atención sobre “la ausencia de cualquier atisbo de creencia en el pecado original”. Lejos de percibir la limitación de la razón y las virtudes humanas, Cervantes es un “liberal natural”. Piensa Brenan en la influencia de Erasmo (asunto estudiado exhaustivamente por Marcel Bataillon en su libro de 1937). Ese liberalismo, entre otros aspectos formales presentes en su obra, lo hace moderno. Algo más: cree el gran hispanista que El Quijote supone las “continuas victorias de las palabras sobre los hechos”, pero no en el sentido barroco sino en cuanto que su libro es una respuesta autónoma de realidad; al fin y al cabo, afirmo por mi cuenta, se trata de un libro surgido como respuesta a otros. Por último, ¿cuál es la aportación filosófica de Cervantes? Afirma Brenan que, junto con Descartes, Cervantes “desencadenó una reacción en cadena de la duda”. Desde aquí se podría decir: Don Quijote o las dificultades de fundamentar la fe. Al perder su fe en los ideales de la caballería, el héroe muere. ¿Desengaño barroco? No queda claro.
Brenan siempre tiene reflexiones de interés, muchas dichas al paso, como esta al referirse a las novedades literarias de la posguerra, y pensando en Carmen Laforet y en su novela Nada: “La Guerra Civil hizo más por la liberación de las jóvenes españolas que los cincuenta años de paz anteriores. Les brindó la experiencia de la parte de la vida que es dolorosa y sórdida a una edad en la que a sus madres y abuelas apenas se les había permitido salir de la vista de sus padres.” No está pensando en las campesinas y en las clases trabajadoras sino en mujeres ilustradas de clase media, como Laforet o Elena Quiroga. En poesía Brenan solía despistarse mucho, y aquí afirma que Canto personal, de Leopoldo Panero, es “el libro de poesía más importante que ha aparecido en España desde el Romancero gitano”. Lo más valioso del volumen es esa facilidad y gusto por la semblanza, por la descripción sintética de lo histórico, ambiental, geográfico. Brenan fue un fino observador de los cambios que se fueron originando en España desde la posguerra, y afirma en un texto de 1967, tras valorar positivamente el auge económico, que cualquier Estado corporativo o autoritario tiene que enfrentarse a “cómo arraigar su sistema en el consentimiento popular. Las elecciones, si son genuinas, abren el camino a la democracia parlamentaria; la libertad de enseñanza en las universidades lleva a la crítica del régimen. Sin embargo, sin el debate y las críticas en libertad, el régimen se osificará”. Brenan dedica un valioso artículo a Arturo Barea, a quien conoció en 1943, cuando el inglés ya había publicado El laberinto español. Desde entonces fueron amigos. Lo retrata así: “En apariencia era un hombre bajo y moreno, con una cara delgada y algo gastada, en absoluto del tipo de intelectual español, sino que más bien parecía un mecánico. Un tipo de hombre con el que uno se encontraría en cualquier cafetería o bar de Madrid.” Admiró su capacidad para las imágenes, sonidos y olores, basada en una observación minuciosa y casi dolorosa. La memoria y capacidad de observación de Gerald Brenan fueron menos dolorosas que las del realismo español, y están siempre informadas por una filosófica confianza no exenta nunca de cordialidad. Un escritor, en definitiva, al que siempre hay que volver si queremos algo auténtico. ~
(Marbella, 1956) es poeta, crítico literario y director de Cuadernos hispanoamericanos. Su libro más reciente es Octavio Paz. Un camino de convergencias (Fórcola, 2020)