Mi ciudad natal queda a tres zonas horarias y por lo menos dos vuelos de distancia, por lo que no la visito con la frecuencia que quisiera. Cuando me siento nostálgica abro Google Maps. En la esquina inferior derecha hay un pequeño ícono de figura humana en color amarillo y cuando lo pongo sobre el barrio en donde crecí me muestra las fotos que el auto de Street View de Google captó cuando pasó por ese rumbo entre 2014 y 2015. Después de un rápido vistazo a los cachivaches que están en el jardín de casa de mis padres, puedo cliquear por los sitios que solía frecuentar: las casas de mis amigos, restaurantes, mi preparatoria, el sótano de la iglesia donde mis amigos tocaban pop punk. En ocasiones reconozco un auto o, si Google ha pasado por cierto punto más de una vez, veo cómo ha crecido un árbol durante la última década.
Yo pensaba que utilizar Street View de esta forma era mi pequeño secreto, pero no soy la única persona sentimental que viaja por el tiempo y el espacio utilizando Google. Una usuaria de Twitter recientemente publicó que su familia no tuvo oportunidad de despedirse de su abuelo cuando murió, hace algunos años, pero que cuando visitó su granja mediante Street View lo vio ahí sentado, al final del camino. Muchas personas respondieron con sus propias historias de haber encontrado antiguas imágenes en Street View de sus amadas abuelas, ya fallecidas, reclinadas en sus jardines delanteros, y sus abuelos subiéndose a sus camionetas.
Quienes participaron en ese hilo de Twitter fueron solo las últimas personas en compartir sus serendipias en Street View. Hace cinco años, Matthew J.X. Malady escribió sobre cómo Street View captó a su madre, para entonces fallecida, caminando hacia la puerta de entrada de su casa, cargando la compra. En The New Yorker describe la extraña confluencia de emociones que sintió: “alegría”, “una profunda tristeza”, “tristeza y desolación, curiosidad y asombro, y creo que todos los demás sentimientos entre esa gama”. Recientemente, en una plática que sostuve con él, Malady me comentó que, pese a no ser religioso, haber visto a su madre fue para él un momento espiritual. “Casi fue como decirle ‘mamá, si estás cerca enciende y apaga la luz’”, afirmó. “Cuando suceden cosas de este tipo, uno piensa ‘esto no es otra cosa que un milagro. Así tenía que suceder’”.
¿Y quién de nosotros no ha pensado que una extraña coincidencia tiene un significado? Hace unos días soñé con un viejo amigo con quien no había hablado por años, y al despertar recibí un correo electrónico de él. Sabía que era imposible que hubiéramos hecho alguna conexión psíquica, pero no pude evitar sentir que había una fuerza que explicara ambos acontecimientos mundanos. Todo es un truco que juega la mente: en muchas otras ocasiones he soñado a algún amigo sin que al día siguiente reciba un correo electrónico de él, sin embargo, no le atribuyo algún significado especial en esos casos. El cerebro humano está preparado para encontrar patrones y conexiones entre las cosas, y el mío inventó un vínculo entre el sueño y ese mensaje de correo electrónico. Además, ciertos rasgos de personalidad, como tener una gran necesidad de control (¡aquí me tienen!) o cierta predisposición al pensamiento mágico, están asociados con una mayor propensión a encontrar coincidencias, y también hay evidencias de que, en general, es más posible hacerlo cuando se experimentan emociones extremas, como tristeza y ansiedad o gran felicidad.
Por otro lado, también es cierto que es muy poco probable encontrar a alguien conocido en Street View. Google ha mapeado la mayor parte del mundo, si acaso, una sola vez desde su introducción en 2007. Las zonas urbanas de rápido desarrollo pasan por más actualizaciones: University Street, cerca de Stanford, a unos kilómetros de la oficina de Google en California, ha pasado por 16 actualizaciones, mientras que el auto de Street View solo ha pasado una vez por Beaverlick, Kentucky, en mayo de 2018. Existe una probabilidad infinitesimal de que un ser amado esté en el lugar preciso en el momento en que alguien conduciendo un auto de Street View pasa por el lugar y toma una foto. “Si tienes un vínculo estrecho con una persona, tienes la sensación de conocer todas las imágenes que existen de esa persona”, dice Malady, así que puede sentirse raro descubrir que un extraño en un auto con una cámara captó una imagen que ha existido durante semanas o años sin tu conocimiento, que estuvo a la vista de cualquier persona con una conexión a Internet. Intercambié algunos mensajes con la usuaria de Twitter @sanitykillsx, quien encontró a su difunto abuelo sentado enfrente de su casa justo en el momento en que el auto de Street View de Google pasó por el pueblo de Las Aguilillas, Jalisco, México, en septiembre de 2013. “Resulta sorprendente verlo de nuevo una y otra vez y compartir su imagen con mi familia”, me comentó. “Es un tanto gracioso verlo en un lugar donde todos pueden verlo y que algunas personas no sepan quién es. Eso es lo bello de todo esto”.
Conforme Google visite y regrese a los barrios, estas extrañas coincidencias se harán más probables. (Street View cuenta con una lista de sus próximos destinos, por si usted desea saber si puede llegar a captar a alguien que conoce y ama.) Cuando Malady escribió sobre su encuentro con su madre en Street View, en 2015, también pensó que era el único que visitaba su viejo vecindario por Google Maps, pero le sorprendió el número de lectores que le escribieron después de haber publicado su artículo, diciendo que también habían encontrado a algún ser querido mientras daban un paseo virtual por su ciudad natal. Ahora bien, puede suceder que las personas hagan este descubrimiento cuando sus seres queridos están con vida, con lo que Street View se convierte en una forma de volver a ver las cosas como eran. Hace cuatro años, Thomas Wayman vio por primera vez la foto de sus dos perros jugando en un parque cerca de su casa en Conway, Carolina del Sur. Ambos murieron posteriormente, por lo que él visita con frecuencia la escena. “Desde que murieron lloro cada vez que la veo”, confesó. Según Wayman, la foto inicial se tomó en 2012 y Google no la ha actualizado.
Cuando esas actualizaciones llegan, nuevas fotografías remplazan las fotos de las coincidencias. (Afortunadamente, Google mantiene las imágenes anteriores –antes de saberlo, Malady hizo capturas de pantalla de las tomas en donde aparecía su madre–). Aunque aún no le ha sucedido a ninguna de las personas con las que he hablado, sé que yo podría interpretar el reemplazo de una foto de un ser amado como otro tipo de “señal”, que vendría acompañada de una nueva oleada de emociones y reflexiones. ¿Qué significa que internet haya puesto nueva información encima de tus preciados recuerdos?
Le pregunté a Malady si había vuelto a visitar el sitio para ver si su madre seguía apareciendo en las imágenes y me respondió que, aunque mira las capturas de pantallas que hizo de Street View, no ha ido a buscarla en Google Maps. “Sabiendo cómo soy y cómo pienso, creo que en realidad no he vuelto a visitar el sitio porque no deseo ver otra imagen en ese lugar”, reconoce. “No es mera casualidad que no lo haya hecho”.
Mientras hablaba con Malady, recordé un lugar de Street View que he evitado visitar por un motivo específico. No se trata de un sitio amado, sino de uno que era significativo para mí y que ya no existe. Hace algunos años vivía en un suburbio de California, junto a una pequeña granja que estaba a cargo de un amable hombre al que llamábamos Papá Ramírez. En primavera invitaba a nuestro perro a correr por sus maizales para ahuyentar a los cuervos; en el verano yo admiraba sus enormes girasoles y le compraba cajas de tomates cuando volvía a la casa desde el trabajo. Después de que me mudé supe que unos desarrolladores habían comprado los terrenos y planeaban construir un complejo habitacional de 670 viviendas. Regresé a ese barrio el año pasado, pero me negué a pasar por la vieja granja. Me imaginaba que mientras no viera esos horribles condominios la granja seguiría existiendo, aunque fuera en mi mente.
Me ganó la curiosidad y di un clic sobre lo que había sido la granja, que ahora es un sitio caótico repleto de conos color naranja y avisos de “videovigilancia” alrededor de la zona de construcción. Sin embargo, encontré fotos en Google de 2011 que muestran aquella granja que amaba: sus letreros escritos a mano, una pareja acercándose a la tienda de la granja, una persona trabajando en los surcos del frente, en donde cultivaban zanahorias. Siento gratitud con Google por los recuerdos y a la vez considero irónico que la compañía haya contribuido a la desaparición de esta granja de una forma distante pero no por eso insignificante: a medida que más trabajadores especialistas en tecnología llegan a la zona de la Bahía, son más quienes ven mi antiguo vecindario como un sitio con el equilibrio adecuado entre distancia al trabajo y precios de vivienda.
Malady también mantiene sus reservas acerca del gigante tecnológico, pero afirma que Street View ha representado para él una fuerza de positividad. “Esto es algo que realmente ha mejorado mi vida y la ha hecho más interesante”, admite, a pesar de que suscitó sentimientos fuertes después del fallecimiento de su madre. “No cambiaría eso por nada, y me pone contento pensar que otras personas pueden vivir esa misma experiencia.”
Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de Slate, New America, y Arizona State University.
es una periodista independiente que escribe sobre ciencia, tecnología y naturaleza.