Beatriz Moisset, CC BY-SA 3.0 , via Wikimedia Commons

La complicada verdad del “sexismo botánico”

En las redes sociales se ha hecho viral la idea de que las alergias en ciudades estadounidenses han empeorado por el predominio de árboles masculinos. ¿Hay algo de cierto en ella?
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Durante el verano, vi en TikTok el video de una mujer llamada Ellie Botoman. Botoman utilizó el popular sonido de un anuncio de Nike de mediados de la década de los 2000, en el que LeBron James decía: “Oh, lord”. Los usuarios de TikToklo usan a menudo para contar historias reveladoras, y en el video del que hablo suena mientras Botoman sostiene una taza en su bonito departamento. El texto que se muestra en el video dice: “Cuando te das cuenta de que las alergias/asma en Estados Unidos han empeorado [porque] los paisajistas y urbanistas pensaron que los árboles masculinos eran más fáciles de mantener”. El clímax del video es Botoman compartiendo su descubrimiento: “Estás estornudando y congestionado todo el día [por] el sexismo botánico”.

Poco después, Sarah Taber, científica especializada en cultivos, escribió un hilo en Twitter en el que explicaba por qué la teoría del sexismo botánico es falsa. Eso también se hizo viral. En la introducción del hilo escribió: “Esta idea de que los árboles masculinos son una estafa capitalista llegó a TikTok de la mano de un estafador llamado Tim Ogren”. (El primer nombre de Ogren en realidad es Thomas, y a menudo se hace llamar Tom). “Difundir esta desinformación es hacerle a él publicidad gratuita”. La mención de Ogren como el centro de la teoría me llevó a revisar las noticias de la última década y media sobre el fenómeno. Todas las que encontré lo incluyen como fuente principal o citan sus artículos de opinión en Scientific American o el New York Times.

El TikTokde Botoman ha sido la propagación viral más reciente del concepto: ha sido compartido más de 26 mil veces y ha tenido 465 mil “me gusta”. Los usuarios expresaron sus opiniones en los comentarios: “Patreearchy“, escribió un usuario. “Los hombres literalmente arruinan todo”, dijo alguien más. Algunos lanzaron teorías complementarias que creían que explicaban mejor el fenómeno: “Los árboles femeninos producen fruta y los capitalistas no quieren que comamos gratis”, dijeron. Y con la llegada de las alergias de otoño, parece que la idea vuelve a rondar.

Pero la idea del sexismo botánico ha estado presente, al menos, desde mediados de los años ochenta, y aparece cíclicamente cada primavera o verano, junto a la temporada de alergias. “Las plantas masculinas han sido populares porque no producen frutos ni vainas de semillas, pero son responsables de la mayor parte del polen en el aire”, escribió un periodista de NPRen un artículo de 2006 que, naturalmente citaba a Ogren.

El sexismo botánico es una de esas ideas tentadoras que afirman que algo que vemos todos los días –los árboles de nuestros jardines– podría tener una historia mucho más profunda si lo miramos más de cerca. Igualmente intrigante es la idea de que Ogren, creador de este concepto, podría ser una especie de estafador, como afirma Taber. ¿A quién no le gusta una buena estafa a la antigua? (Y en particular: ¿ha habido alguna otra estafa relacionada con el polen de los árboles?) ¿Hasta qué punto podemos culpar al “sexismo botánico” de nuestras alergias? La respuesta es, como era de esperarse, más complicada de lo que cualquier TikToko hilo de tuitspuede explicar adecuadamente.

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Empecemos por desglosar las principales afirmaciones del sexismo botánico. Las explicaciones comunes de la teoría –como el TikTok de Botoman– se centran en el exceso de árboles masculinos como causa de este problema. En el artículo de NPR de 2006 sobre esta idea, Robert Siegel repite como un loro este argumento: “La razón por la que hay tanto polen en el aire es que hay muchas plantas y árboles masculinos en lugar de femeninos” ¿Es eso cierto?”, le pregunta a Ogren, quien responde: “Así es, Robert. En los paisajes urbanos, prácticamente no hay diversidad sexual. Hay una gran preponderancia de árboles y arbustos masculinos y una escasez de femeninos”. Al hablar de esta supuesta  proliferación de árboles “masculinos”, Ogren y los periodistas suelen incluir un detalle como prueba de la teoría: que en el Anuario de Agricultura del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) de 1949, ¡el propio gobierno!, recomendó plantar únicamente árboles masculinos. “Este consejo fue dado a los lectores: ‘Cuando se utiliza para las plantaciones de la calle, solo los árboles masculinos deben ser seleccionados, para evitar la molestia de las semillas’, escribió Ogden en un artículo de Scientific American.

Más adelante en ese artículo, Ogren dice que para detener lo que él llama la “epidemia de alergias”, recomienda plantar árboles femeninos, que “atrapan y eliminan grandes cantidades de polen del aire”. Las comunidades locales también podrían adoptar normativas sobre el polen, y así evitar plantar de árboles con mucho polen. Para determinar el grado de polinicidad, él mismo ofrece OPALS, la escala de clasificación de polen que creó en el año 2000.

En el hilo que hizo para desmentirlo, Taber considera a Ogren un estafador desde el primer tuit. “Difundir esta desinformación es hacer publicidad gratuita para él”, dice. No está de acuerdo con un principio clave de la idea del sexismo botánico: “En la mayoría de las especies no hay ‘árboles masculinos y femeninos’. Es imposible plantar solo árboles masculinos”, escribe. Esto es cierto: mientras algunos árboles son dioicos, lo que significa que hay individuos masculinos y femeninos, la gran mayoría no lo son. Un silvicultor de la Escuela de Silvicultura de Georgia University estimó que, en todo el mundo, solo 5% de los árboles son dioicos; el resto son monoicos, cosexuales o polígamos, lo que significa que el mismo árbol puede tener órganos reproductores masculinos y femeninos.

Además, no hay una gran conspiración para plantar solo árboles masculinos, dice Taber. Me envió un enlace al Anuario del USDA de 1949. De hecho, aunque el relato de Ogren pone las palabras del Departamento de Agricultura como una recomendación amplia para preferir árboles machos en general, la realidad es que el pasaje se refiere específicamente a los álamos. La siguiente frase describe cómo esas semillas obstruyen las alcantarillas y los desagües, y que, en general, los álamos tienen una madera débil y hay que evitar plantarlos en cualquier calle, para que una tormenta fuerte no se lleve por delante un árbol.

En cuanto a si la plantación de árboles femeninos podría ayudar, Taber responde con un rotundo no. “El polen es tan barato que los árboles pueden permitirse fabricar más. Un montón más”, escribe. Así es como las plantas polinizan: liberan muchísimo polen, con la esperanza de que al menos una parte encuentre su camino hacia el lugar adecuado. La esperanza de controlar el polen, o de hacerlo desaparecer por completo, es “vender a los hipocondríacos ricos una sensación de control”, me dijo. “Es aprovecharse de sus miedos”.

Las afirmaciones de Taber y Ogren parecen diametralmente opuestas, y cada una de ellas cree firmemente que la otra está equivocada. (Si alguna vez han visto el meme de los dos Hombre Araña señalándose entre sí, entenderán cómo me sentí después de hablar con ellos). Para tener una visión externa de todo esto, hablé con Rita Sousa Silva, una ecóloga urbana de la Universidad de Quebec en Montreal, que ha estudiado las alergias polen de los árboles y destacó algunos matices que faltan tanto en la teoría central de Ogren como en el hilo de Taber.

En primer lugar, consideremos la afirmación de que los árboles masculinos son más numerosos que los femeninos en el paisaje urbano. Por desgracia, hay muy pocos datos sólidos al respecto, y los que he podido encontrar proceden de Ogren, a quien se le pagó por hacer una evaluación de alergias en varias ciudades canadienses. En su momento, los medios de comunicación locales publicaron algunas noticias al respecto; por ejemplo, el urbanista encargado de Vancouver dice que 30% de los árboles plantados por la ciudad eran masculinos. Sin embargo, eso sólo incluye los árboles plantados por la ciudad; los propietarios individuales también plantan árboles, y muchos árboles son anteriores a las ciudades modernas.

Lo que afirma Taber es cierto, dice Sousa Silva, pero los árboles que se plantan en las zonas urbanas son una pequeña submuestra de lo que existe en la naturaleza, por lo que existe la posibilidad de que haya más árboles machos en las ciudades. Incluso los árboles dioicos pueden cultivarse para que carezcan de cualidades “femeninas”, como dejar caer semillas y frutos no comestibles. Tanto los planificadores como los propietarios pueden tener preferencias por los árboles en función de estas cualidades, pero eso no lo convierte en sexismo. “Uno elige arces porque quiere hojas rojas en invierno, o elige árboles frutales porque quiere bayas o manzanas, no porque esté eligiendo un árbol femenino o masculino”, dice.

Sousa Silva también toma una postura intermedia sobre si la selección de árboles podría afectar a las alergias. “En teoría, [los árboles femeninos] eliminarían al menos parte del polen del aire”, dice Sousa Silva, pero, como señaló Taber, los árboles polinizados por el viento liberan grandes cantidades de polen, y eso no se puede evitar. ¿La solución, entonces, es plantar plantas de “baja alergenicidad”, según la escala OPALS de Ogren? Una mayor diversidad de plantas puede ayudar, dice Sousa Silva, pero expresó algunas reservas sobre la escala OPALS. Al intentar utilizar la escala en su propio trabajo, a Sousa Silva le llamó la atención su poco claro sistema de clasificación, que, según ella, no tiene “ningún fundamento científico”: no existe un sistema internamente coherente para ponderar los diversos factores que Ogren dice incorporar. Respecto de algunas plantas que ella conoce bien, dice no estar de acuerdo con las clasificaciones de OPALS que Ogren les otorga. Para determinar realmente la alergenicidad, le gustaría tener más datos sobre el entorno local: ¿Cuál es la prevalencia de la planta? ¿Las personas que se encuentran en su entorno directo, realmente son alérgicas a ella?

Desafortunadamente, esa información también es difícil de conseguir. Generar datos detallados sobre el paisaje vegetal urbano es una tarea enorme para cualquier comunidad. Además, cada persona es, por supuesto, alérgica a cosas diferentes. Incluso estas pruebas individuales de alergenicidad pueden ser defectuosas. Por lo general, las pruebas de alergia se basan en pinchazos en la piel: se pincha a una persona con el extracto de un posible alérgeno, y si su piel desarrolla una reacción, se considera que es alérgica. Pero como las empresas médicas solo fabrican determinadas muestras para las pruebas, una persona que viva en Estados Unidos y se someta a una prueba de, por ejemplo, alergia al abedul, probablemente será sometida a una prueba con un extracto de Suecia, porque es allí donde se desarrollaron las muestras, dice Sousa Silva. Esa muestra puede ser muy diferente a la del abedul de su jardín.

Ogden no se equivoca al afirmar que las alergias estacionales parecen estar empeorando. Sin embargo, el principal culpable es probablemente el cambio climático, que hace que las plantas liberen más polen durante temporadas más largas. Y aunque plantar más variedades femeninas podría reducir la cantidad total de polen en el aire, no es precisamente práctico eliminar todas las variedades masculinas y sustituirlas por femeninas. Según Sousa Silva, podríamos centrarnos en plantar ciertas variedades de árboles, especialmente los polinizados por insectos, que liberan mucho menos polen que los árboles que dependen de la polinización por el viento. Para ello será necesario que los ecologistas urbanos, los expertos en salud pública, los alergólogos y otros profesionales unan sus conocimientos. “Se necesita un equipo con diferentes conocimientos”, dice. “No hay una bala de plata”.

Tal vez si ponemos mayor atención a los árboles que plantamos, podamos evitar que la temporada de alergias sea aún peor. Y de hecho, durante años, Ogren dio entrevistas sobre esta idea sin llamarla sexismo botánico. Asimismo, el uso del concepto ha evolucionado con el tiempo. La primera mención del término que pude encontrar fue en un artículo delGlobe and Mail de 2011,en el que Ogren aparentemente dice que la gente debería practicar el “sexismo botánico”, eligiendo solo plantas femeninas para evitar las alergias. Sin embargo, a mediados de la década de 2010, parece que Ogren y los que cubren su trabajo han pasado a utilizar la frase para referirse a los prejuicios contra las plantas “femeninas”.

Este giro me fascinó. Parece que el nombre evocador del fenómeno impulsa en gran medida su popularidad. Le pregunté a Ogren sobre el término y si cree que representa el sexismo. Me cuenta una historia sobre su mujer: hace años, cuando se casaron, ella tenía unas alergias terribles. Ogren leyó un libro sobre enfermedades psicosomáticas y se convenció de que su mujer tenía que animarse a superarlo. Con el tiempo, mientras enseñaba en una prisión, descubrió que incluso los “tipos rudos” tenían alergias y descubrió el error de sus métodos. “Cuando era joven, había mucho más sexismo”, dice. “Me creí ese libro sobre los síntomas psicosomáticos. Toda la actitud al respecto era sexista”. Y por eso, cuando descubrió este posible desequilibrio de la representación de los árboles, parece que estaba deseoso de llamarlo sexismo también.

Y claramente la idea ha pegado. En este momento cultural, en que el sexismo parece estar en todas partes y las teorías de conspiración sobre los que están en el poder corren como la pólvora, no es de extrañar que el concepto tenga cierto atractivo para las masas. “Si tienes menos de 45 años, tu vida ya es un fastidio”, dice Taber. “Todo el mundo está tratando de entender por qué todo está tan mal, y esta historia sobre el sexismo botánico aprovecha eso perfectamente”.

Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de SlateNew America, y Arizona State University.

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es una periodista independiente que escribe sobre ciencia, tecnología y naturaleza.


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