“Soy un campo de batalla”, se describió Franz Kafka. En esa guerra civil de su alma, las mujeres desempeñaron un papel extrañamente equívoco: fueron objetos de pasión, reverencia y deseo y, al mismo tiempo, objetos de temor del que se espera la distensión y el mismo peligro del que era preciso apartarse huyendo. Siempre que tiene lo que más codicia, el miedo y el deseo libran en el alma de Kafka una batalla indecisa, excepcionalmente enconada.
Las mujeres de Kafka constituyen, como muchas veces sucede, un capítulo dramático y decisivo de su vida.
Empecemos con la familia. La casa de Kafka está llena de mujeres. Tres hermanas y su madre. La madre, mujer apacible, provenía de una familia donde abunda la gente instruida, soñadora, extravagante. Kafka opinaba que su carácter descendía más de esa rama familiar que de la de su padre. Sin embargo, la figura materna aparece siempre débil y diluida, incapaz de hacer contrapeso, o suavizar siquiera, la voluntad imperiosa del padre. El padre llena el cuadro familiar, atrás, pequeñas y no muy relevantes, madre y hermanas. Franz fue buen hermano y amigo de sus hermanas, sobre todo de la menor, Ottla, cuyo trato intenso, confianza y cariño fueron una especie de oasis.
Fuera de la casa paterna, las novias y las amantes se alzan siempre como figuras tormentosas, seres peligrosos que atraen y desgarran.
En 1912, cuando Kafka tiene ya 29 años, aparece en su vida Felice Bauer, su noviazgo con ella es una agonía desesperante, un ir y venir desgarrador y grotesco. Pero de este querer y no querer romper su aislamiento y su soledad, de este comprometerse y no comprometerse nacerán su novela El proceso y otras obras maestras, como La condena. Veamos el otro proceso de Kafka: el de sus compromisos y rupturas con Felice.
En enero de 1914 se compromete con Felice. En julio, para gran escándalo de todos, rompe el compromiso. En la tradición judía, un compromiso es un enlace muy serio, romperlo es imperdonable. Puedes divorciarte con cierta facilidad, pero no puedes romper un compromiso. En enero de 1915, primer reencuentro con Felice. Reanudan su trato. En julio de 1917, segundo compromiso con Felice. En diciembre, segunda ruptura del compromiso.
¿Qué le sucedía a Kafka? ¿Por qué dos veces se compromete, se acerca al matrimonio y dos veces, ya muy cerca de su consumación, rompe?
Kafka establecía una separación entre vida y literatura, y sentía, o creía sentir, que los compromisos de la vida –en especial casarse y, como él decía, fundar una familia– amenazaban su trabajo de escritor. Poco antes de uno de estos compromisos, Kafka escribe una carta donde es elocuente en cuanto a su vacilación.
Más adelante, en 1919, se comprometerá con otra mujer, Julie Wohryzek y también romperá ese compromiso meses más tarde.
Qué vergüenza. Pero la intromisión del padre que provocó su ruptura inspirará su célebre Carta al padre, otra obra maestra. ~
(Ciudad de México, 1942) es un escritor, articulista, dramaturgo y académico, autor de algunas de las páginas más luminosas de la literatura mexicana.