La maternidad siempre ha estado asociada a la felicidad. Lo que se nos escapa muchas veces es que también puede ser una pesadilla. Un tabú que muchas escritoras están empezando a romper, como es el caso de la escritora mexicana Brenda Navarro con su primer libro: Casas vacías (Sexto Piso). En él, contrapone la historia de una mujer a la que le han robado el hijo con la de la mujer que lo roba para criarlo como propio.
Es un juego literario que funciona no solo para romper con el tabú sobre la maternidad, sino que también le sirve a la escritora mexicana para hablar del mundo de la mujer desde vacíos, soledades, desigualdades sociales, cuidado, dolor, culpa, amor y violencia. Sobre todo violencia.
Casas vacías como metáfora de vidas vacías.
Sí. Vidas vacías que pasan a un país que se está quedando vacío, y que luego pasa una familia y, por último, a la corporalización del vacío. Un vacío que sienten todos los personajes, no únicamente las dos voces principales.
Todas las personas que aparecen en el libro tienen carencias.
Sí. Fíjate que lo nombras como vacío. Normalmente lo nombramos como desapariciones, pero me gusta vacío porque creo que le da la corporalidad a los personajes, que poco a poco se van vaciando.
Esas dos voces principales que nombrabas antes son a través de las que estructuras la novela. Dos vidas que se entienden mejor en la contraposición, que se dan sentido.
Cuando la empecé a escribir, la tenía planeada totalmente así. Empezaba por la primera voz, dejaba ver de qué iba a tratar el sufrimiento, y después me iba a la segunda voz para desarrollar esa idea con otras circunstancias. Creo que es un paralelismo, que siempre están manejando el mismo sentimiento. Lo que cambia son las circunstancias y el niño.
¿Por qué este doble juego?
Yo he contado que cuando le pasé el primer borrador a Yuri Herrera, y él me dijo que estaba muy bien, pero que sentía que las dos eran la misma mujer. Eso me ayudó a definir la voz, el tono… pero en el fondo quería que las dos voces pudieran ser cualquier mujer y que cualquier mujer se pudiera ver representada con ambas. Para eso, necesitaban hacer una mujer de 360º juntando las circunstancias de las dos, que fueran casi siamesas.
Una mujer que también completas desde los otros personajes adyacentes. La abuela, la hija, etc.
Todo parte de la idea de que si hablas de una vida, puedes conocer al mundo. Por las carencias o por las cosas que está viviendo. Mi idea era hablar de lo que está viviendo una mujer a día de hoy en México, sin importar si es de clase media o baja; las violaciones de los derechos que te atraviesan son las mismas.
El hilo conductor de todos los personajes y la novela es la violencia.
Sí. Creo que en mi cuestionamiento, cuando empecé a escribirla, trataba de discernir qué estaba pasando en México. Como lectora estaba tratando de llegar a esto que he contextualizado como Brenda: que México es un perfecto ejemplo de un estado feminicida. Cómo la violencia, desde lo más mínimo hasta lo estructural, acaba matando a las mujeres. Creo que está pensado para que las mujeres no puedan ejercer sus derechos, lo que me parecía interesante cuestionar.
Desde una lectura europea, eres muy explícita en cuanto a la violencia contra las mujeres. Y cómo, su forma de revelarse contra ella, es únicamente callarse o no poner una cerveza.
Hay estas violencias que describo, pero hay otras que dejo abiertas. Por ejemplo, el feminicidio también pasa en España. Aquí también están matando mujeres. En mi novela el asesinato de una mujer se produce en España. Creo que desde Europa se debería mirar hacia México no cómo para ayudar, sino para ver qué cosas puede mejorar para no llegar a ese estado de descomposición social.
Una violencia que es de ida y de vuelta. En tu novela la línea entre víctimas y victimarias se difumina.
Me parece que tenemos que empezar a combatir el buenismo. Si hablamos desde un discurso de victimización como mujeres, lo que nos estamos quitando es el poder de sobrevivir todos los días. En el momento que aceptemos que hombres y mujeres tienen actos de supervivencia que son violentos, me parece que ahí, justamente ahí, podremos empezar a encontrar respuestas que no tenemos. Cuando decimos que tenemos que ser buenos, lo que hacemos es reprimirnos. Y esto solo trae una explosión terrible. Como creo que está pasando ahora en Europa.
Esta reflexión la llevas a cabo en el libro. En él, todas las madres ejercen violencia sobre sus hijos. Rompes así ese tabú.
Por ejemplo, en el terreno de las mujeres, tenemos que aceptar que nosotras también ejercemos la violencia. Aunque no lo queramos, estamos ejerciendo una violencia hacia los hijos. El orden al final es violencia, aunque te lleve a mejores cosas. Cuando nosotras aceptemos que somos violentas, podremos empezar a gestionar esto. Igual con los hombres. Si aceptamos la monstruosidad, también podemos aceptar que construimos cosas bellas. Yo creo que este tipo de discursos hasta hace poco no se hacían públicamente. Afortunadamente, hay un boom de literatura que está cuestionando esto.
Toda la novela son reflexiones y monólogos que tienen las protagonistas. ¿Por qué hacer una novela así?
No creo que haya sido una decisión consciente. Cuando se la presenté a colegas me preguntaron que había mucha violencia. Esto me hizo preguntarme cuánta violencia tenía yo normalizada que, aunque me parecía dura, no eran en los extremos que me decían. Eso me hizo cuestionarme cuánta violencia tenía yo interiorizada de México y qué tanta otra que me parecía brutal no he mencionado y que se está normalizando. Es lo que yo veía cuando vivía allí.
Una violencia que se canaliza en locura.
Sí. Esto es así porque a día de hoy en México estamos todos al límite. Nos sostenemos porque hemos encontrado la forma en la que gestionamos. Creo que necesitamos empezar a cuestionarnos cosas, que hay que hacer algo al respecto. Pero el Estado no nos está ayudando mucho a ello.
Carlos Madrid es periodista.