Ser estudioso de la literatura debe ser un tormento. Ocurre que la lectura puede ser uno de los actos más placenteros y edificantes o una verdadera tortura y pérdida de tiempo. Los que leemos por placer, solemos evitar la tortura. Si en la página diez una novela no me atrae, la dejo. Pero el estudioso ha de leer todo lo que corresponda a su área de especialidad. Lo bueno y lo malo. Alguna vez estuve con un académico versado en literatura mexicana. Me mostró su amplísima biblioteca. Le fui preguntando por varios títulos que yo no había leído, y en cada uno me fue respondiendo cosas como: “Muy aburrido” o “Muy malo” o “Es una porquería” o acaso un mero “No te lo recomiendo”. Le hice ver que era especialista en algo que no disfrutaba.
Ahora tengo dos años en los que sólo estoy leyendo literatura rusa. No es una losa en la espalda como la del mexicanista, porque leer rusos es apostarle al caballo ganador. La piedra en el zapato ha sido Gorki. En especial su libro más popular: La madre. Caramba. Casi cuatrocientas páginas que se pueden reducir en dos proclamas comunistas. Como gran revelación, un protagonista afirma: “¡Camaradas! Dicen que hay en la tierra toda clase de pueblos: judíos y alemanes, franceses, ingleses, tártaros. Pero yo creo que no es verdad. Sólo hay dos razas, dos pueblos irreconciliables: ricos y pobres”.
Está muy mal dicho, con falacias y politiquería. Dostoyevski también habla de esa infranqueable división entre ricos y pobres de manera magistral, artística, convincente, sincera y hasta amorosa en Memorias de la casa muerta; pero Dostoyevski era un artista. De hecho, aunque va implícita, él no hace la diferencia entre ricos y pobres, sino entre los bien nacidos y los demás. El escenario de Dostoyevski es la prisión en Siberia, donde unos y otros comen sopa con cucarachas. El de Gorki es ese mundo en el que el pobre odia la pobreza porque no tiene dinero.
Gorki fue un escritor admirado intermitentemente por Chéjov, Tolstói y sus contemporáneos. Quizá La madre sea su peor obra. Por eso sin duda fue la más famosa, porque en literatura no hay que ser un artista para tener éxito. Así ocurre también hoy, y es lo natural. Con tan pocos lectores en el mundo, un libro sólo puede tener éxito si atrae a los iletrados.
Chéjov le escribía cartas en las que le pedía atender más lo esencial y no decorar sus frases huecas con tanto adjetivo, no distraer con palabras grandilocuentes. Gorki era de esos que no sabría crear terror en una escena de terror, y por eso salpicaría la narración con adjetivos como: espeluznante, sangriento, horroroso, mortal, atroz, sombrío y demás. De hecho, en el arranque de La madre nos quiere mostrar un ambiente opresivo, y ya en la primera página tenemos: estridente, ahumado, tristón, grises, fangosa, viscosos, roncas, pesado, sombrías, repelentes, negruzcas, ennegrecidas, húmedos, hambrientas, forzados, sórdida.
Más adelante vienen los discursos. “Y hoy, en este claro día del primero de mayo, los obreros fraternizan… viven hoy con un corazón solo. Porque todos los corazones tienen conciencia del poderío del pueblo trabajador, porque la amistad los aproxima y cada cual está dispuesto a sacrificar la vida luchando por el bien de todos, por la libertad y la justicia para todos.”
En la novela hay buenos y malos, los buenos sufren y los malos no tienen corazón.
Allá en mis años mejores intenté leer La madre, pero no pude pasar de las cincuenta páginas. Recuerdo que era una innoble edición de los Editores Mexicanos Unidos. No faltó quien me dijera que la novela no me había gustado porque era yo “un regio”. Ahora tengo una bonita edición en pasta dura. La novela sigue siendo igual de mala, pero ahora sí tuve la disciplina de terminarla.
Mi mala opinión sobre esta novela nada tiene que ver con temas políticos sino literarios. Aunque debo decir que no fue la literatura, sino la política y la historia las que inflaron el libro y luego lo volvieron superfluo, pues su fuerza se sustenta en la prédica, no en la prosa, y su prédica se oxidó. Sobre todo, se oxidaron los pobres. Por eso La madre es uno de los libros más abundantes y baratos en el comercio de segunda mano, mayormente en ediciones chafas con portadas antiestéticas.
No se sabe si Gorki murió de muerte natural o envenenado. Lo que sí se conoce es que llegó al final de sus días sospechando que tenía más talento del que mostró.
(Monterrey, 1961) es escritor. Fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy.