Foto: cortesía de editorial Almadía.

Entrevista a Bibiana Camacho: “La realidad siempre influye, pero intento pasarla por el filtro de la ficción.” 

La escritora mexicana habla acerca de Jaulas vacías (Almadía, 2019), su tercer libro de relatos.
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Los cuentos de Bibiana Camacho (Ciudad de México, 1974) reflejan los temores que anidan en las relaciones. En Jaulas vacías (Almadía, 2019), su tercer libro de relatos, unas hermanas discuten por la herencia de sus padres, una pareja se separa porque no puede tener hijos, madre e hija prefieren esconderse en un cuarto para no molestar a su misterioso inquilino y una anciana enferma atormenta a su cuidadora. La fantasía irrumpe en el día a día de los protagonistas en forma de voces, animales o fantasmas, pero la realidad, como un terremoto o la sirena de una ambulancia, termina imponiéndose.

En Jaulas vacías, la mayoría de los relatos están contados desde el punto de vista de los personajes femeninos. ¿Cómo los describirías?
Es inevitable que no hable desde mi perspectiva como mujer. Mis personajes siempre están en situaciones límite y tienen que lidiar con ellas. Experimentan angustias, miedos y soledad. Pero no son víctimas ni heroínas, simplemente viven el conflicto.

Mientras leía tu libro pensaba en lo umheimlich, el concepto que desarrolla Freud para referirse a aquello que antes era familiar y de repente se vuelve perturbador. ¿Clasificarías tus cuentos como siniestros?
Me encanta el término y esperaría que esté plasmado en mis cuentos. Creo que lo siniestro siempre está pululando en el ambiente. Un ejemplo son las llamadas “familias modelo”, donde puertas afuera todos se quieren y hacen las cosas socialmente aceptadas, como ir a comer todos juntos los domingos. Pero si le rascas tantito salen los secretos de la familia: el tío homosexual, que todo mundo sabe que lo es pero nadie lo dice, o la tía que se fugó con el novio. A mí lo que me interesa es que lo siniestro salga a la superficie como pequeños hongos. No quiero que se quede oculto.

Varias de las historias ocurren en el interior de casas o departamentos que dejan de ser espacios de refugio para convertirse en lugares que provocan angustia. ¿Cuál es el propósito de este cambio?
Al cerrar la puerta se puede ser quien en verdad se es sin temor a que los demás lo vean. Me atrae que mis historias tomen lugar en espacios cerrados porque representan un encierro psicológico. Varios de mis personajes ven a través de la mirilla, pero no quieren salir porque saben que afuera hay algo desconocido y no saben cómo lidiar con ello. Entonces, el encierro detona lo que traen escondido y le revela al lector algo más sobre ellos.

Me parece que en tu obra podemos identificar dos símbolos, el de la insomne y el del huésped. ¿De dónde nace el interés en estos estados de alerta y de intrusión?
La insomne y la sonámbula son dos personajes que me gustan mucho. No solo representan la incapacidad de dormir, sino la posibilidad de ver la realidad de otras maneras. Estos personajes ven cosas que se supone que no están, pero al final sí. Y deciden callar porque temen que no les crean.

Mientras que el intruso y el huésped son figuras masculinas que llegan a magnificar el caos, en vez de ayudar. Pienso que su origen está en “El huésped”, de Amparo Dávila, uno de mis cuentos favoritos. Cuando conocí a Amparo, hace cinco años, le pregunté qué o quién era el huésped y me respondió que se trataba de su esposo. En su cuento, el huésped es el espíritu del marido que atormenta a la mujer. Creo que este relato ha influido en mi obra a nivel inconsciente para crear personajes que invaden los espacios y las vidas de las mujeres.

Los personajes de tus relatos se enfrentan a la soledad y a la falta de comunicación, a pesar de que están acompañados.
Me parece que la razón por la que existe esta falta de comunicación es porque no hay empatía, y no me refiero solo al terreno de la ficción. Como no me interesa ponerme en los zapatos del otro, es imposible comunicarme. En este libro, tanto los personajes masculinos como los femeninos enfrentan problemas para comunicarse. Por ejemplo, algunos personajes femeninos se quedan encerrados en su mundo y parecería que no les interesa lo que otros sienten. De tal manera que se terminan aislando.

A diferencia de Lobo, donde el miedo es la sensación que impera, en los relatos de Jaulas vacías es la soledad. ¿Qué tenías en mente al reunirlos en un mismo volumen?
Yo soy muy miedosa y la escritura me permite poner en metáfora algo que muchas veces siento. Hubo cuatro versiones del libro, pero no tenía una idea general que agrupara a los cuentos. A lo largo del proceso de agregar y quitar relatos, me di cuenta que había algunos con ciertos elementos que funcionaban juntos. Al final, quedaron los que se conectaban mejor.

La desaparición es un tema que ya habías tratado en Lobo y lo retomas en este libro, específicamente en “¿Qué estás soñando?”. ¿Cuál ha sido la experiencia de volver a este tema?
Es un tema que no me ha dejado y desgraciadamente no nos abandona como sociedad. Me conmueve mucho lo que pasa con la gente que se queda y espera volver a ver a quienes han desaparecido. Es devastador pensar cómo seguir una vida veinte, treinta o cincuenta años con ese vacío que dejó alguien. Se trata de una ausencia presente. Cuando alguien muere, sabes que cumplió el ciclo vital, pero cuando no sabes si ha muerto o no, se vuelve difícil el duelo y seguir adelante.

El cuento que le da nombre al libro es sobre la situación de los niños migrantes en la frontera. Y en otro cuento también tratas la crisis ambiental. ¿Qué tanto influyen los temas de actualidad en tus historias?
Hay temas que leo en el periódico o en las noticias y no me los puedo quitar de la cabeza. En La sonámbula hay dos o tres relatos que salieron de la nota roja. La realidad siempre influye, pero intento pasarla a través del filtro de la ficción. No creo que la literatura tenga una obligación social, solo que es inevitable reflejar lo que ocurre en el momento.

 

 

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estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana, es editora y swiftie.


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