Jorge Volpi, en su calidad de jurado del premio fil 2012, en la página Boomerang de la que es colaborador con el blog titulado sobriamente “Blog de Jorge Volpi”, acaba de publicar un post para reafirmar su decisión. Desde el olimpo literario en que habita sentencia que la crítica al otorgamiento del premio fil a Bryce no le hará mella a su figura de clásico. Es cierto: la posteridad literaria está más allá de los premios. Lo curioso es que se trata de una frase bumerang, pues la pronuncia uno de los autores más premiados y peor tratados por la crítica, cruel aduana de la inmortalidad literaria, de los que se tenga memoria. También dice que todo es producto del resentimiento de falsos autores que no pasarán el exigente listón del tiempo. Es cierto: la posteridad literaria está íntegramente reservada a la generación del Crack.
Pero hablar en futurible no es lo que se discute hoy. Lo que se discute en este bajo mundo sublunar es si a un autor que ha robado textos debe concedérsele el mayor premio literario de Latinoamérica. No estamos discutiendo del vértigo de las influencias, de la recreación literaria de temas ajenos, como hace el propio Volpi con la obra de teatro Copenhague de Michael Frayn en su meritoria novela En busca de Klingsor, ni de nada parecido. Estamos hablando de firmar con nombre y apellidos textos escritos íntegramente por otros autores, de manera sistemática, por lustros. Y con una sentencia judicial en firme, ratificada en primera instancia, para una parte de estos plagios. Tampoco se trata de discutir la moral de los autores, que Volpi confunde cándidamente con firmar desplegados por las buenas causas, sino con algo que atañe al trabajo del escritor. A su moral autoral. Un refrán lo resume: sostenerla y no enmendarla.
Pero lo verdaderamente interesante de su post es que en un arrebato colérico, raro en él, confronta a Fernando Escalante Gonzalbo por acusarlo de plagio en su libro México. Lo que todo ciudadano quisiera (no) saber de su patria, en coautoría con Denise Dresser. Tiene razón Volpi en que todo el libro, cada línea, es obra suya y de su coautora. Faltaba más. Jon Stewart en su libro America habla de la historia de su país y Dresser y Volpi del nuestro. Pero adoptaron un modelo de libro por el que no pidieron permiso al creador original. En el libro sólo aparece una mención a Stewart en los agradecimientos, cuando en buena lid del copyright, debió aparecer desde la portada, como explica sobradamente Escalante en su contrarréplica. Es interesantísima esa genuina rabia con que Volpi defiende la originalidad de su obra: la misma que, imagino, debieron de sentir los autores plagiados de manera burda y literal por el ya clásico Bryce Echenique.
P.D. Dije “raro en él” porque Volpi suele aludir con rodeos y sin nombres. Así “quienes se promocionan como herederos de Paz” quiere decir, obviamente, Letras Libres. Como el único que ha seguido este tema en Letras Libres soy yo, le contesto que nunca me he “promocionado” como heredero de Octavio Paz. No trabajé en Vuelta y a Paz lo traté solo dos veces en mi vida. Su influjo, como digo en la antología para jóvenes que preparé de su obra, fue (y es) el más sano: de simple agradecido lector.
(Imagen)
(ciudad de México, 1969) ensayista.