Buñuel joven. Retrato (sin firma) de Dalí

Buñuel y la aventura surrealista/ I

Creo en la resolución futura de los dos estados en apariencia tan contradictorios que son el sueño y la realidad; creo en una nueva realidad absoluta; o, digamos, en una superrealidad.
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Para visitar la exposición Surrealismo/Vasos Comunicantes (instalada, con obras de artistas europeos, americanos, mexicanos y otros, en una sala del Museo Nacional de Arte) hay que pasar por una doble puerta que a la vez es una pantalla sobre la cual fluyen las imágenes de la película Un perro andaluz. Esa obra inicial de Luis Buñuel y Dalí tiene algunas puertas emblemáticas, principalmente una apenas entreabierta, ¿o entrecerrada?, que atrapa a una mano pululante de enconadas hormigas, y otra que desde una habitación citadina se abre a un inesperado paisaje de  playa soleada en el que los conflictivos amantes se reencuentran en el deseo realizado y luego están como victimados por la calcinante primavera.

Esa puerta/pantalla por la que pasa Un perro andaluz, esa bella idea/puente de la exposición, es obra del calandeño Javier Espada, cineasta y director del Centro Buñuel de Calanda (Aragón, España), que además ha llegado a México con un filme de cuatro minutos titulado Al filo de la vida, en el cual, con el ritmo brioso y reiterativo de los tambores de Calanda tocados por los calendeños, parpadean, en una sístole-y-diástole de luz y oscuridad, algunas de las imágenes emblemáticas del cine buñueliano.

Puertas abiertas ¿a qué?

En una delirante y lúcida narración autobiográfica: la Aurelia de Gérardde Nerval, hay unas precursoras líneas acerca de las puertas de entrada al mundo de los sueños y del subconsciente en las que, con sólo cambiar dos palabras al texto, se prevé tanto al surrealismo y sus puertas entreabiertas al paisaje de la actividad onirica, como al cine y las puertas/cortinas de entrada a una sala oscura en que se desata el flujo de las imágenes:

“El sueño [o el cine] es una segunda vida. Los primeros instantes de un sueño [o de un filme] son la imagen de la muerte; una morosidad difusa apresa nuestro pensamiento y no podemos determinar el instante en que el yo, bajo otra forma, prosigue el afán de la existencia. Es un subterráneo penumbroso que se ilumina poco a poco y del cual surgen de la oscuridad y la noche las pálidas figuras que habitan los limbos”.

Entonces se trata de puertas. Puertas abiertas o entreabiertas al mundo diurno y al mundo nocturno, al espacio real o al espacio mental de la razón o al del otro pensamiento, el del subconsciente. Puertas sobre las cuales André Breton, fundador con sus amigos de una nueva aventura de la condición humana, escribió en 1924 su Primer Manifiesto del Surrealismo, en el que decía (y aún hoy dice): “Creo en la resolución futura de los dos estados en apariencia tan contradictorios que son el sueño y la realidad; creo en una nueva realidad absoluta; o, digamos, en una superrealidad”.

Al parecer, la palabra y la preconcepción del surrealismo nacen de un filósofo y tres poetas: Thomas Carlyle había titulado “Supernaturalismo natural” un capítulo de su Sartor Resartus. El ya citado Gérard de Nerval, había escrito en la dedicatoria de sus Hijas del fuego la palabra surnaturalisme (supernaturalismo). En los comienzos del siglo XX un ensayo de Guillaume Apollinaire  había propuesto ya la palabra surréalisme(superrealismo). Y en 1918 una presurrealista teoría de la imagen sería anunciada, y exigida, por Pierre Reverdy:

“La imagen es una creación pura del pensamiento. No debe nacer de una comparación, sino de la proximidad de dos realidades distantes entre ellas. Cuanto más lejanas y precisas sean esas dos realidades, la imagen será más fuerte, más vibrante de emoción y poesía”.

Puede decirse que en estas proposiciones (que, como en la metáfora de los vasos comunicantes, comunican paralelos niveles: el de una realidad racionalmente pensada y el del pensamiento subconciente) está toda la prefiguración del arte y la poesía surrealistas. Esas ideas arraigarán en una moral contraria a los convencionales valores morales de la civilización occidental y pregonarán el intento de fundar una nueva realidad aliada al deseo y a los poderes oníricos.

-Continuará

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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