Cuando se contrata a un gran despacho de abogados, es normal que un jurista famoso atienda el asunto y se lo pase a un socio muy capaz, auxiliado por jóvenes pasantes. Delegar es un riesgo, pero se elimina con supervisión: primero del socio responsable y luego del principal. Sin embargo, la mala suerte puede jugar malas pasadas. El supervisor se ausenta más de lo que tenía previsto. Al pasante le da un ataque de aprendiz de brujo, y se toma libertades ineptas. El jurista famoso se distrae por un problema urgente. El plazo de presentación llega al límite. Y, finalmente, el tribunal recibe lo que produjo un aprendiz.
El Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua (Siglo XXI, 2010) tuvo esa mala suerte. Es una obra de aprendices no supervisados. No es creíble que su Comisión de Lexicografía y el pleno de la Academia hayan aprobado registros como este:
hot dog. loc. sust. supran. coloq. Panecillo alargado y caliente con una salchicha cocida en medio y, normalmente, acompañado con mostaza, salsa espesa de jitomate y otros ingredientes: “¿Cuánto cuestan los hot dogs, amigo?”. [Se pronuncia jót dóg].
Las marcas abreviadas indican: locución sustantiva, supranacional, coloquial. El segundo término quiere decir: “Mexicanismo supranacional. Compartido con otro u otros países hispanoamericanos.” Extrañamente, no se marcan los mexicanismos usados en España ni los que dan la vuelta al mundo y pasan a otras lenguas como hot dog. Quizá para evitar exaltaciones patrioteras, tampoco se advierte al lector que la influencia de México en los Estados Unidos logró imponer el gusto por la cocina mexicana, el nombre de nuestro exquisito hot dog y hasta la pronunciación mexicana: jót dóg.
Victoriano Salado Álvarez entró a la Academia en 1923 con un discurso sobre la influencia del español de México en el inglés de los Estados Unidos. (“Méjico peregrino. Mejicanismos supervivientes en el inglés de Norteamérica”, hay edición facsímil de la primera publicada en 1924 por el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía en Editorial Innovación, 1984). Comenta, por ejemplo: barbecue, canyon, mustang (de mesteño), quirt (de cuarta), rodeo, stampede. No vivió para ver que en los Estados Unidos circulan hoy mexicanismos todavía más peregrinos, como hot dog y muchos otros señalados por la Academia:
aerobics. m. pl. Conjunto de ejercicios gimnásticos que se realizan con acompañamiento musical.
cash. m. Dinero en efectivo: “¿Tienes cash?, no me alcanza para el camión”. [Se pronuncia kásh].
catsup. f. supran. coloq. Salsa de jitomate. [Se pronuncia kátsup].
electroshock. m. supran. Electrochoque, tratamiento en ciertos trastornos psiquiátricos que consiste en aplicar descargas eléctricas en el cerebro. [Se pronuncia elektroshók].
motel. m. supran. Establecimiento en el que se alquilan habitaciones a parejas para tener relaciones sexuales: “En esta avenida construyeron varios moteles que tienen mucha demanda”.
old-fashioned. m. Bebida elaborada con whisky, gotas de angostura, azúcar granulada y una rebanada de naranja. [Se pronuncia óld fáshon].
pritt®. m. Lápiz adhesivo para pegar papel, tela o materiales similares: “Necesito pritt para pegar estas hojas en mi cuaderno”. [Se pronuncia prít].
splenda®. m. supran. Edulcorante artificial que se obtiene de la sucralosa derivada del azúcar: “¿Tendrá splenda para mi café?”. [Se pronuncia esplénda].
traveller. ˜ (check). loc. sust. supran. Cheque de viajero: “Necesito cinco travellers”. [Se pronuncia trábeler chék].
En las entradas anteriores (y en muchas otras) hay descuidos. En aerobics, falta la pronunciación y la frase de ejemplo. En cash, faltan las marcas supran. coloq. En catsup, falta la frase de ejemplo. Además, no se informa que la salsa es espesa, como en hot dog. Otra incongruencia es que la definición de hot dog no usa el “mexicanismo” catsup, prefiere “salsa espesa de jitomate”.
A lo cual hay que sumar las definiciones peregrinas. Los ejercicios aeróbicos no se caracterizan por el acompañamiento musical, sino por aumentar la capacidad del sistema cardiorrespiratorio. Lo característico de un motel es que se puede llegar en automóvil hasta la habitación. Si la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles se entera de lo que dice la Academia, puede exigir que rectifique. También hay frases peregrinas como ejemplos de uso. Pedir cheques de viajero diciendo: “Necesito cinco travellers” dejaría al cajero con cara de What? (si la Academia me permite este otro “mexicanismo”). Se trata de una frase absurda, inventada por alguien que no ha comprado cheques de viajero, ni sabe lo que son.
Pero lo más peregrino de todo es incluir hot dog, aerobics, cash, etcétera, en un Diccionario de mexicanismos. El Diccionario de la lengua española de la Real Academia incluye miles de mexicanismos, aunque ninguno de los anteriores. Define mexicanismo como un “Vocablo, giro o modo de hablar propio de los mexicanos”. Los marca con la abreviatura Méx. ¿Pedirá la Academia Mexicana que el Diccionario de la lengua española incluya hot dog, aerobics, cash, etcétera, como mexicanismos? Sería patriótico:
hot dog. (Del inglés hot dog) Méx. m. Panecillo…
Entre las muchas faltas de criterio que exhibe esta obra, la mayor es confundir un diccionario de mexicanismos (que se limita a lo “propio de los mexicanos”) con un diccionario de la lengua española hablada en México (que incluye todo: mexicanismos y no mexicanismos). La confusión es todavía más obvia en “mexicanismos” como estos:
abreviar. tr. supran. Acortar, aminorar: “Abrevien sus respuestas en el examen”.
abusivo, va. adj. supran. Referido a alguien, que abusa de la confianza, bondad o ingenuidad de los demás: “Eres un abusivo con tu hermanito”.
alfombrar. tr. supran. Cubrir el suelo de una habitación con alfombra.
Si se comparan estas entradas (y muchas otras) con las que incluye la Real Academia, resulta que ambos diccionarios usan la misma palabra para referirse a lo mismo. Y el madrileño las presenta sin marca nacional, para indicar que son propias del español general, no de tal o cual país. ¿Con fundamento en qué la Mexicana las considera mexicanismos? A menos que pretenda que cualquier vocablo usado en México, por ese mero hecho, queda expropiado como “propio de los mexicanos”: deja de pertenecer al español general. Pero si pidiera a la Real Academia que marcara abreviar como mexicanismo, provocaría asombro y risa.
El asombro y la risa serían mayores, si lo pidiera con la petulancia con que el Diccionario de mexicanismos se alaba en boca propia: “Es una obra realizada bajo la normativa y práctica de la más estricta lexicografía diferencial o contrastiva.” No detalla las normas y prácticas tan estrictas que siguió, pero viendo los resultados y viendo que “contiene aproximadamente 11,400 voces y 18,700 acepciones”, aunque empezó “a mediados de 2007” (y aunque, según la directora, una afortunada experiencia “entre los años 2005 y 2006” “me permitió hacerme una primera idea de qué se consideraba un mexicanismo”), es de suponerse que “la más estricta” es un modo de hablar propio de los mexicanos para jactarse de producir al aventón (loc. adv. coloq. Sin cuidado, sin esmero: “Hizo la tarea al aventón y le pusieron siete de calificación”), al ahi se va (loc. adv. coloq. De manera descuidada: “Ése hace todo al ahi se va”).
La “Advertencia preliminar” del primer tomo de las Memorias de la Academia Mexicana (1876) no fue tan petulante. Dijo que estas se proponen “recopilar, paso a paso, trabajos que puedan ser útiles a los futuros académicos y a cuantos quieran aprovecharlos”. Pero el Diccionario de mexicanismos las ignora olímpicamente. Las Memorias no están entre sus fuentes, aunque la Academia, desde sus primeras reuniones (según cuenta en ese mismo tomo Joaquín García Icazbalceta) se propuso crear un Diccionario de provincialismos de México, y recoger observaciones sobre “las diferencias que se notan entre la lengua hablada o escrita en México y la pura castellana”.
Tampoco figura entre sus fuentes el Vocabulario de mexicanismos del mismo Icazbalceta, quizá para evitar comparaciones incómodas. Hay un lamentable descenso del siglo xix al xxi, como puede verse por ejemplo en
Apiñonado, da. adj. De color parecido al del piñón: dícese por lo común de las personas ligeramente morenas.
“El cutis de Aurora no era de ese blanco de alabastro, que es tan raro en los climas tropicales, sino de ese color que los pisaverdes llaman apiñonado.” (Payno, Fistol, tom. I, cap. 3)
apiñonado, da. adj. Referido al color de la piel, ligeramente bronceada: “En Acapulco quedé apiñonada por el sol”. || 2. Referido a alguien, que posee la piel de un color levemente moreno, sin llegar a prieto: “Me gusta mucho tu tono apiñonado”.
El Vocabulario publicado en 1899 explica el origen del mexicanismo (el color del piñón) y lo ilustra con una cita de la novela El fistol del diablo (México, 1859) de Manuel Payno, que le sirve además para situar el uso en su contexto (los pisaverdes: los jóvenes que hacen gala de estar a la última moda). El Diccionario de 2010 no explica el origen, no documenta el uso y afirma que la palabra tiene dos acepciones distintas, con ejemplos que no lo confirman (ambos se refieren al color de la piel de alguien). Y así en miles de casos. No aprovecha ni mejora los trabajos precedentes. Parte de cero, como los sexenios que inventaban el país cada seis años, bajo un nuevo sol presidencial.
Confirmando esta actitud, el Diccionario de mexicanismos dice de sí mismo en el prólogo que “Es, hasta donde la Academia tiene noticia, el primer intento por recoger el léxico cotidiano del español actual, hablado y escrito, de México”. Para exhibir tal ignorancia, hay que tener pocas noticias. ~
(Letras Libres México, abril 2011)
(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.