Desde hace diez años, cuando se inició la transición, en este país han muerto asesinadas 118 mil 541 personas. Sólo durante 2009 se cometieron más de 16 mil asesinatos y se espera que la cifra sea el doble al cerrar el 2010. Son cifras espeluznantes que, en efecto delatan una honda fractura en el sistema económico y social.
La violencia –informa un artículo del New York Times del domingo, que parafraseo aquí– ha llevado a la gente a organizar su vida en respuesta a esas cifras: desde aumentar la altura de las bardas de sus casas y rodearlas con alambre de púas hasta contratar los servicios de compañías privadas dedicadas a la seguridad. Pero el miedo es el mismo entre los ricos y los pobres de este país. Y tanto los ricos como los pobres lamentan que la cantidad de asesinatos no sea un asunto que merezca ni la atención ni la acción del gobierno.
Las cifras citadas son de un grupo no gubernamental de observadores de derechos humanos que analiza sólo expedientes policiacos. Hay algunas fuentes de la oposición que sostienen que las cifras son mayores. La divulgación de los estudios ha irritado al gobierno, que ha optado por escamotearlos y ocultarlos.
Las causas de esta lenta masacre son variadas y complejas. La economía se encoge, el desempleo aumenta, los programas contra la pobreza no han tenido resultados satisfactorios, el resentimiento social es enorme, la policía es ineficiente y está mal pagada, se corrompe fácilmente y no es raro que sus miembros se dediquen al crimen o lo protejan. Además, este país está inundado de armas ilegales que son de muy fácil adquisición, desde pistolas hasta armas de alto poder. El 90% de los asesinatos quedan impunes. De acuerdo con el diario neoyorquino, los estudiosos proponen que otro factor de violencia es la ineptitud del gobierno de este país. El sistema judicial se ha politizado y los jueces se subordinan al interés del gobierno.
Las posibilidades de morir asesinado en este país aumentan cada año. Los 16 mil asesinatos que hubo en 2009 son 200% más que los que hubo en Irak en el mismo periodo. Su capital es la más peligrosa del mundo: hay 200 asesinatos por cada 100 mil habitantes. Cifra pasmosa frente a otras ciudades del continente: en Bogotá la medición es 22.7 y en Sao Paulo es 14. Es interesante que en Bogotá y Sao Paulo el asesinato haya descendido notablemente en los últimos años (15% en Colombia entre 2003 y 2006; 50% en Sao Paulo entre 2001 y 2007), mientras que en este país ha aumentado un 67% entre 1999 y 2005.
Este país es Venezuela.
Desde que se inició el combate al crimen organizado en México, a fines de 2006, ha habido 27 mil asesinatos y 43 mil 792 en Venezuela. ¿Cómo pudo aumentar en un 67% el número de asesinatos desde que comenzó la “revolución bolivariana”? Es extraño, pues es un país cuyo compañero presidente “refundó la república” hace 10 años, sostiene que la violencia criminal es el resultado del modelo económico neoliberal y dice que su política tienen como principal objeto acortar la brecha entre pobres y ricos.
Según la Wikipedia (“List of countries by intentional homicide rate”) las mediciones más recientes señalan que hay más homicidios en 14 países del mundo que en México (12 de esos países están al sur del Suchiate). Y no, no propongo que esto atenúe nuestra cotidiana tragedia: consuelo de tontos. Se trata de agregarle perspectiva. Nadie dice que el de Venezuela sea “un estado fallido”. Otra diferencia es que en México la prensa no recibe presión del gobierno para esquivar el tema, mientras que Human Rights Watch y Reporteros sin Fronteras afirman que la libertad de expresión en Venezuela está coartada por el gobierno (véase “Hugo Chávez” en la Wikipedia, pero en la versión en inglés; la española es muy bolivariana).
(Este texto apareció publicado en El Universal)