La conciencia está de este lado
Me intriga –aunque no me sorprende– que por decir “el ITESM patenta, tiene 100 mil alumnos, la mitad tiene becas o crédito, es nacional, su movilidad internacional es elevada, tiene programas de educación continua, otorga 11 mil títulos al año y el 67% de sus maestros son de carrera, porcentaje muy superior al de la UNAM”, se me haya contestado: pues si tanto te gusta vete a trabajar ahí. Es la típica respuesta mexicana. En México decir “París es muy bonito” obliga a “¿y por qué no te largas pallá?”
Es extraño que si una institución educativa privada reporta números positivos se interprete como un agravio a una institución educativa pública. Es decir, que el discurso sobre la necesidad imperante de educación en México vea en el ITESM –o para el caso en otras instituciones de educación superior privadas (IESP)– una desviación de esa necesidad. ¿Por qué?
Las razones parecen ser dos: porque es una IESP que cobra colegiaturas a quienes pueden pagarlas y, por tanto, es “neoliberal” y “derechista”; porque sus egresados carecen del grado de “concientización” que tienen los de las instituciones públicas.
Se entendería que una IESP defiende el modelo neoliberal y, peor aún, lo induce a sus estudiantes que, de este modo, quedan infectados para siempre: un sistema podrido que se clona en sus replicantes. La idea es que el estudiante de la IESP será movido por el afán de lucro, y que su educación lo prepara sobre todo para explotar a su prójimo. Las universidades públicas, en cambio, se oponen a ese modelo y concientizan a sus estudiantes para usar su educación con un sentido humanístico y al servicio de los demás. Es lindo, pero un poco simple; una especie de franciscanismo académico.
Apenas ayer lunes el rector de la UNAM, Dr. José Narro, dijo que en las IESP
se presta más interés y apoyo al tema de la ganancia. Se establece casi una igualdad entre lo que se acumula como capital, como bienes materiales, y el valor de cada cual como persona: tener para parecer. Eso es un gravísimo error. Las universidades, sobre todo las públicas, tenemos la responsabilidad de enseñar a los jóvenes que, más allá de la ciencia o de la técnica que dominen, deben sentir afecto, cercanía, contacto y preparación en las áreas humanistas, y viceversa.
Pero entonces ¿por qué si la UNAM se opone a la “ganancia” la convierte en impulsora del interés de sus académicos y empleados? ¿No es eso cometer el mismo “gravísimo error”? Porque si usted quiere ascender en la UNAM lo hará porque puede ser usted “consciente”, pero también porque le interesa ganar más, y se someterá durante años a una serie de pruebas, evaluaciones y concursos con objeto de ascender en el escalafón y posiblemente ser más “consciente”, pero seguramente también para ganar más dinero. Llegar a titular y merecer estímulos y hasta llegar a emérito implica que va a usted a acumular capital para adquirir bienes materiales.
¿Quiere esto decir que la UNAM ha caído en el gravísimo error (privado y neoliberal) de creer que acumular capital y bienes materiales equivale al valor de la persona? ¿O se referirá sólo a los académicos, que aún pueden ser salvados de ese engaño, puesto que, como hemos visto, los administradores siempre recibirán más capital y bienes materiales que los académicos? ¿O habrá que suponer que los administradores sacrifican heróicamente su deseo de ser “conscientes” y se condenan a sí mismos a acumular capital y bienes materiales con tal de salvar a los académicos de caer en aquel mismo gravísimo error?
Es muy difícil evaluar el grado de conciencia de un individuo. ¿Qué se puede hacer para evaluarlo y considerarlo factor de eficiencia profesional? Si eso es difícil, es imposible generalizar su valor en términos colectivos, por ejemplo, por razones de género, grupo social, étnico, religioso o de alma mater. La UNAM es tan capaz de graduar hijos de puta como el ITESM (y el ITESM de graduar tantos “conscientes” como la UNAM). Arrogarse el monopolio de la “conciencia” es una petición de principio tan rara como decretar que sólo quienes dan el “grito” con AMLO son “libres”.
Por cierto, se impone recordar –una vez más– que esta discusión sobre si las universidades producen profesionistas “conscientes” o “errados” tiene un antecedente grave: el que significó que en 1933 la SEP del compañero Narciso Bassols atacase a la UNAM del rector Manuel Gómez Morín. Bassols, devoto de la “escuela de la acción”, convencido de que la educación debía servir sólo para formar “gente para el trabajo”, censuró que la UNAM formase profesionistas liberales a quienes Bassols consideraba poco menos que zánganos del capitalismo. ¿Por qué iba el Estado revolucionario a subsidiar una institución productora de enemigos de clase del pueblo?
A una semana de que se iniciara el rectorado de Gómez Morín peroró Bassols en la cámara de diputados: “¿Qué interés podrían tener los verdaderos proletarios, los que viven de un jornal arrancado con esfuerzos cerca de la máquina; qué interés podrían tener en ser abogados, médicos, ingenieros o dentistas?” Y Bassols contestó: ninguno. Para eso el gobierno abría escuelas rurales y técnicas, para que los estudiantes fueran buenos técnicos y no se entregaran, como los universitarios, a “ocios verbalistas” (Bassols, Obras, México, FCE, 1964, p. 245). Tanto le irritó a Bassols la idea de gastar dinero en “licenciaturas”, y tanto entendió como un desperdicio subsidiar a la UNAM para formar “profesionistas”, que logró despojarla de su carácter “nacional”, le diezmó el presupuesto y casi logra retirarle la autonomía…
75 años después la discusión es parecida. Un caso de gatopardismo, pero invertido en el espejo de la historia.
Continuará…
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.