Poco después del “escándalo” en Hollywood donde por primera vez se le otorgó un Óscar a una mujer (¡en pleno siglo XXI!) se exhibió en las salas de Ciudad Universitaria la cinta La Negra Angustias, 1949, de la primera mujer que se convirtió en directora en México, Matilde Landeta.
Aunque los historiadores aún discuten si este lugar debería de pertenecerle a Mimí Derba, una actriz que también dirigió, se reconoce a Landeta como una muchachita que labró su camino trabajando de script durante cuarenta películas antes que se le permitiera ser dueña y señora del set. Lo interesante de revisitar este cine hecho por mujeres y compararlo (mañosa e injustamente si se quiere) con el que se realiza hoy, es verificar cómo ha cambiado la mirada de las mujeres: hay en La Negra Angustias un feminismo rampante, demoledor y justiciero, un feminismo que hace chistosa la emasculación de un hombre malo y que obvia por completo la ingenuidad de la protagonista, que se duele de ser negra y acaba enamorándose de un hombre blanco, culto y millonario al que le ofrece “ponerle casita, ranchito y dedicarse cocinarle sus tortillas”.
Afortunadamente las directoras del mundo ya no sienten la necesidad de emascular para ser; han cambiado la tijera por otras cualidades más interesantes como la crueldad sutil, la perversión sin cortapisas o los cantos a la amistad y a la muerte como puede verse ahora en directoras como Sofía Coppola, Jennifer Lynch, Isabel Coixet o Doris Dorrie, por mencionar sólo algunas. En México nos hace falta una masa crítica de directoras que regresen a darnos esa mirada femenina tan necesaria si se quiere tener las dos partes de la historia y de la Historia. Por cierto que tampoco nos dejemos deslumbrar: si bien hay más directoras en otros países, no quiere decir que las oportunidades en este medio hayan cambiado tanto: ¿quién no sintió incredulidad al enterarse de que Kathryn Bigelow era la primera mujer en ganar un Óscar como mejor directora? Tuvimos que cambiar de siglo y encontrar una mujer que dirigiera un filme de guerra, como si la guerra fuera una cosa de hombres.
Es una lástima que el primer premio a una directora esté empañado por la desconfianza. Uno se pregunta si las razones políticas no influyeron más que su habilidad en el set. ¿Le habrán otorgado el Óscar por una realización impecable que cambiará la historia del cine? O quizás fue por: 1) el simple hecho de ser mujer 2) la validación a niveles sentimentaloides que The Hurt Locker hace de la invasión a Iraq. Yo, por lo menos, nunca podré quitarme esa duda de encima.
-Ira Franco