En el relato de Yasutaka Tsutui “Maneras de morir”, un oni (una criatura demoníaca japonesa) irrumpe en el departamento de cálculo de costes de una oficina de Tokio. Con su característico kanabō (una barra de hierro), mata uno a uno a los once empleados que se encuentran trabajando allí. A través de los asesinatos, narrados minuciosamente, el lector se hace una idea de las personalidades de los fenecidos, así como de las relaciones personales y sociales que han establecido entre sí. Todos los relatos que podemos encontrar en Estoy desnudo y Hombres salmonela en el planeta porno, dos únicos libros de Tsutsui editados en castellano (por la editorial Atalanta), presentan una metodología similar, donde es el propio Tsutsui quien actúa como oni. De esta manera, el autor retrata una sociedad dominada por el tabú, un mundo que cuanto más rico es “más leyes y normas nos impone y más discriminación.”
Tsutsui, que en sus relatos habla de distopías donde hordas bienpensantes linchan a los fumadores (“El último fumador”) o de paraísos feministas de donde está prohibido salir (“El mundo se inclina”), sabe bien lo que es enfrentarse al tabú. Son célebres sus confrontaciones con los guardianes de lo políticamente correcto en Japón, donde la Asociación de Epilépticos lo atacó por parecerles irrespetuosa su descripción de la enfermedad. Tal fue la presión de los medios, que renunció durante tres años a publicar. Su poco aprecio por los periodistas es también una constante en sus cuentos, donde la realidad es manipulada por los medios de forma insistente e interesada. En “Rumores sobre mí”, todos los medios de Japón deciden publicar noticias sobre un anónimo trabajador de oficina. No extraña que a partir de sus años sabáticos, Tsutsui optara por inspeccionar las posibilidades que le ofrecía Internet, desarrollando su ciberficción y disfrutando de la falta de censura del mundo virtual.
A pesar de su edad (nació en 1934), Tsutsui sigue publicando a un buen ritmo, y sigue siendo uno de los autores de ciencia-ficción más populares en su país. Además, trabaja como actor y músico, y fue uno de los primeros autores “serios” en interesarse por el manga. Esta actitud contrasta con su desinterés por la literatura clásica japonesa, que afirma no haber leído. Sus verdaderas influencias, según él mismo dice, son “Freud, Darwin, Carl Jung y los Hermanos Marx”. Su obsesión por las estructuras sociales, la percepción de la realidad y los sueños se ha materializado en novelas como Paprika, adaptado hace tres años en un popular anime, lo que le convierte en un autor popular entre la juventud nipona, que aprecia su obra heterodoxa e irreverente.
El protagonista típico de Tsutsui es un individuo dominado por el temor al gobierno que prohíbe todo aquello que pueda causar “malestar social”; a la sociedad, encarnada en espeluznantes amas de casa que recuerdan a Tipper Gore y su cruzada contra la obscenidad del Rock’n Roll; al otro, que puede ridiculizarlo, marginarlo, matarlo o internarlo en un psiquiátrico (“No se le ocurra llevarme al manicomio, ¿eh?”, le pide el protagonista de “Rumores sobre mí” a un taxista).
Así, podemos trazar un paralelismo entre las asociaciones que atacan a Tsutsui en la vida real y las actitudes colectivistas que convierten en esperpentos a muchos de sus personajes: asalariados, amas de casa, padres de familia. Pero tanto quienes se acomodan a la vida dentro de estos grupos como los que no, acaban muertos por congelación, por ahogamiento, por el derrumbamiento de una montaña, afásicos automutilándose, enloquecidos confinados en zoológicos, incluso convertidos en seres mutantes. Al final, sin importar cómo eligen vivir su vida, los personajes de Tsutsui acaban derrotados. Sólo el propio autor, armado con su kanabō y al abrigo del mundo virtual, prevalece.
No quiere decir esto que sus relatos no sean divertidos, si aceptamos como diversión el mismo placer perverso que experimentamos al las películas hiperviolentas de cineastas japoneses como Takashi Miike o Takeshi Kitano, siempre impregnadas de un humor entre enigmático y bufonesco. Especialmente relevante resulta la comparación con Kitano, que acaba de finalizar su trilogía metacinematográfica (Takeshi’s, Glory to the Filmmaker! y Achilles and the Tortoise), llena de elementos reminiscentes de la narrativa de Tsutsui –el padre de la metaficción japonesa, con una prosa llena de giros inesperados e inexplicables finales, como el de “La embestida del autobús loco”: “a partir de este punto ya no tiene sentido seguir con la historia, por más que lo intente. Aquí termina el cuento”.
– Alex García-Ingrisano