Robert Rauschenberg (1925–2008)

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Fue pintor, escultor, escenógrafo, instalador, coreógrafo, performancero y hasta compositor. Experimentó la vida como fenómeno artístico, vio en el objeto un artefacto (un arte de facto) y encarnó –como lo hizo Picasso durante casi setenta años– la figura del artista como ser prolífico.

De Picasso heredó la prodigalidad y el collage. De Duchamp, la irreverencia y el objeto. Todo objeto que se suponía desechable (latas, focos, llantas, etcétera) se volvió para él, desde sus primeros trabajos, el medio ideal para construir una obra. Esa obra resignificó, desde muy temprano, la escultura y contribuyó, como la de su amigo y amante Jaspers Johns (1930), a transitar del expresionismo abstracto a nuevas expresiones estéticas: el pop-art, el arte conceptual, el performance… Sus combines –creaciones de los años cincuenta en las que mezclaba pintura, escultura, diseño, fotografía y objeto en un mismo lienzo– terminaron de transformar la noción preconcebida de la belleza, señalaron el ocaso de las bellas artes. Y nada ha sido lo mismo desde entonces.

Acerca de su obra escribió Octavio Paz:

paisaje desconsolado:

los objetos duermen unos al lado de los otros,

vastos rebaños de cosas y cosas y cosas,

los objetos duermen con los ojos abiertos

y caen pausadamente en sí mismos,

caen sin moverse,

su caída es la quietud del llano bajo la luna,

su sueño es un caer sin regreso,

un descenso hacia el espacio sin comienzo,

los objetos caen,

están cayendo

(“Un viento llamado Bob Rauschenberg”)

La noche del lunes 12 de mayo murió, en su casa de Captiva Island, Florida, uno de los artistas más embriagantes del siglo XX, Robert Rauschenberg.

– Lorena Marrón

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