Xenofobia de izquierda

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Hay muchos mexicanos con los que comparto la condición de descendiente de inmigrantes. Uno de ellos es Andrés Manuel López Obrador. Su abuelo, don José Obrador Revuelta, nació en Ampuero (Santander, España) y vino a “hacer la América”. Aquí estableció su comercio, aquí fundó su familia, aquí procreó a su hija -doña Manuela Obrador-, aquí nació su famoso nieto. Tener un cuarto de “sangre” española no hace al “Peje” menos mexicano.

Puedo apostar que ninguno de los críticos de AMLO ha usado jamás el argumento antiespañol en su contra. Por eso sorprende, entristece y avergüenza que sus partidarios hayan sacado a colación ese prejuicio contra Juan Camilo Mouriño. Además de las previsibles caricaturas de gallegos obtusos de barba cerrada, fumando puros y ceceando, la prensa doctrinaria de izquierda (casi no hay otra) así como los diversos blogs y voceros de la misma filiación han publicado perlas como éstas:

“Más que un alfil… Solamente es un ESPAÑOL DE MIERDA”, en Bloggeando desde Zacatecas, 08/01/2008.

“Hacía falta que llegara un gallego para vigilarnos”. En El Desván, 16/01/2008.

“El gran problema del ‘españolito’ será su inexperiencia”, Gerardo Fernández Noroña.

“Yo quisiera verlo jugársela por México, y no por el billete y el poder que le otorga el puesto. Padre Español y madre Mexicana. Los españoles reconquistan México y nosotros los indígenas permanecemos impávidos viendo cómo se llevan lo mejor de nosotros…”, Mensolín, desde México, en El Sendero del Peje, 1/17/2008.

“El usurpador facilitó la reconquista económica española, ahora promueve la reconquista política. Espero la respuesta de los adeptos del PRIAN”. Jorge, desde Washington, en El Sendero del Peje, 17/01/2008.

La decisión…constituye un pago por su intervención financiera y política en la campaña del 2006, al PP de España, en manos hoy de neofranquistas, encabezados por José María Aznar y Mariano Rajoy, que piensan que por conducto de Mouriño podrán tejer sus redes de dominio económico y político sobre nuestro país más libremente, y fortalecer lo que ya se llama abiertamente “la nueva conquista española” (…), Luis Javier Garrido, La Jornada, 18/01/2008.

La xenofobia ha sido patrimonio histórico de la derecha. En el altar de la pureza nacional, la derecha fascista y nazi asesinó a millones de personas. Pero ahora, en México, está sucediendo una transformación inesperada: ya no sólo la derecha yunquista (antiindígena, antisemita, antiamericana) sino la izquierda, ha adoptado el fanatismo de la identidad nacional. El asunto no es sólo lamentable sino contradictorio.

Llama la atención que las publicaciones de izquierda que fustigan la llegada de un “gachupín” a la Secretaría de Gobernación sean las mismas que denuncian la xenofobia del gobierno de Estados Unidos y le reclaman (con plena razón) una política migratoria justa para los 11 millones de compatriotas que radican allá. Llama la atención que esas mismas publicaciones, donde trabajan editores y columnistas inmigrantes o hijos de inmigrantes -vascos, argentinos, chilenos, libaneses, judíos-, reanimen los sentimientos más atávicos de odio racial. Llama la atención que esos mismos medios que ahora hacen escarnio de los “baturros” hayan resaltado en su momento trayectorias como las de Rosario Marín (mexicana inmigrante que llegó a ser Secretaria del Tesoro en Estados Unidos) o Antonio Villaraigosa (el alcalde de Los Ángeles, descendiente de mexicanos).

Sin hacerse eco del aborrecible sentimiento xenofóbico, autores respetables han argumentado que el nombramiento de Mouriño en la SEGOB es ilegal. He escuchado y leído argumentos distintos. Aunque en lo personal no considero que la condición legal de Mouriño lo inhabilite para el puesto, creo que su caso, por obvias razones de futurismo político, requerirá del más diáfano esclarecimiento. Pero ese legítimo reclamo de transparencia podría haberse hecho sin destapar la cloaca de una de las más antiguas e inútiles pasiones de México: el odio al extranjero.

Es absolutamente deseable que los mexicanos seamos dueños de nuestro destino económico y que el beneficio que de allí se desprenda llegue a quienes más lo necesitan. Pero más allá de esa convicción general, el debate particular está abierto: ¿cuáles son, en las circunstancias actuales, las mejores prácticas económicas para hacer valer la soberanía nacional y la justicia social? La necesaria discusión de este tema no debe enturbiarse con las aguas negras que provienen de la cloaca xenofóbica.

Criticar a alguien por su ascendencia extranjera no puede ser, en México, una bandera de izquierda. Supongo que, al menos en esto, López Obrador estaría de acuerdo conmigo. No estarlo sería arrojar un estigma de odio contra su propio abuelo a quien, estoy seguro, avergonzarían las caricaturas y frases que acuñan y dibujan los peregrinos en “El Sendero del Peje”.

– Enrique Krauze

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.


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