Todo el día ha pasado al son del monótono ruido que hacen los profesores de literatura, ese verdadero proletariado intelectual. Tienen sus virtudes también: al menos los que “enseñan” poesía son, a fuerzas, cosmopolitas. Les guste o no (y parece que no les gusta) viven en los Estados Unidos y dominan una asignatura que ya no puede ser, casi bajo ninguna circunstancia, reducida al nacionalismo y a su canon. El horror es la jerga y eso ya que pasó la época dura: sí, hablan de “fractales” y cosas del estilo, pero sin mucha convicción teorética.
Leo en el Unamuno que traigo (En torno al casticismo). Viene a cuento:
Una de las disociaciones más hondas y fatales es la que aquí existe entre la ciencia y el arte y los que respectivamente los cultivan. Carecen de arte, de amenidad y de gracia los hombres de ciencia, solemnes lateros, graves como un corcho y tomándolo todo en grave, y los literatos viven ayunos de cultura científica seria, cuando no desembuchan y eso es lo peor, montón de conceptos de una ciencia de pega mal digerida.
(13 de abril de 2007)
es editor de Letras Libres. En 2020, El Colegio Nacional publicó sus Ensayos reunidos 1984-1998 y las Ediciones de la Universidad Diego Portales, Ateos, esnobs y otras ruinas, en Santiago de Chile